RD Sábado, 1 de septiembre 2007
Cuenta Julián Méndez en El Correo que de la finca Los Cerrillos, en Lapuebla de Labarca, un pago en cuesta plantado con viejas cepas retorcidas con más de medio siglo en las raíces, a la copa de cristal de Benedicto XVI. Ése es el camino, elevado camino, que cada año recorren 750 botellas mágnum (de 1,5 litros) producidas por la familia Heras Cordón. El contenido de cinco barricas de 225 litros que duermen el sueño de los justos en la bodega excavada en las afueras de la localidad riojana de Fuenmayor acaba cada año refrescando los vasos y las gargantas de los altos cargos de la curia romana y de sus invitados más dilectos. La firma es la única de la D.O.C. Rioja con licencia para exportar sus caldos al Vaticano.
Felipe Heras (74 años) es la memoria viva de esta bodega familiar que ha experimentado un espectacular despegue en los últimos siete años de la mano de tres de sus hijos. Felipe, ojos azules, manos trabajadas, pelo repeinado al agua, muestra la rotunda potencia del hormigón que forma la bodega, las jaulas donde un millón de botellas esperan, en series de 232 y 609 piezas, el momento de salir al mercado. «A ocho euros cada una, menuda inversión», suspira Felipe, un cosechero tradicional de Rioja Alavesa acostumbrado a traficar con su producción cosecha a cosecha, año a año, cántara a cántara. «Un tal Pujana llevaba entonces los vinos a la Alhóndiga de Bilbao», recuerda. Caminamos por la fresca estancia. Fuera, el Sol reverbera sobre el asfalto que se derrite bajo unos asfixiantes 37 grados y un soplo de viento africano encoge hasta el ánimo. Felipe bromea con su dificultad para bajar y subir escaleras. «Reúma, una enfermedad de viejos», se sonríe mientras pasa la vista por sus reales.
Hospitalidad riojana
El patriarca de la bodega muestra el merendero de estilo castellano donde la familia agasaja a invitados, amigos y proveedores. El sentido de la hospitalidad, esa bandera que ha hecho triunfar a los riojanos por el mundo, se despliega ya sobre una mesa atendida por dos muchachas del Este de Europa. «Aquí a nadie le falta un vaso-vino, un cacho-pan y un poco de chorizo y queso», anuncia José Luis, hijo de Felipe, gerente de la bodega y fuelle de los nuevos aires que soplan en la bodega. Un somero paseo por las paredes del local muestra el atractivo de la propuesta. Hay fotos de las visitas de Bittor Alkiza, de Roberto Carlos, de Helguera, de Aída Nízar, de Joselito, de José Luis Moreno, del ganadero Victorino Martín, de El Cid (a quien se le regaló su peso en rioja) y también viejas instantáneas firmadas por Cano, el fotógrafo que eternizó la cornada mortal a Manolete en Linares. A la lista de visitantes se suman monseñores de 'clerygman' y gesto adusto, un tumultuoso grupo de jóvenes jugadores del Athletic, el presidente de Navarra...
José Luis Heras termina de poner en marcha la carga de un millar de botellas con destino a Suiza y saca un momento para tomarse un vaso con los visitantes. «Ser proveedores del Vaticano es el broche a una trayectoria que viene de nuestros padres y abuelos. Todos somos creyentes y demás. ¿Cómo surgió todo? La verdad es que nuestra empresa fundamental es la plantación de viñedo por toda España. Uno de nuestros clientes es Vega Sicilia. Un día estaba yo allí y coincidí con don Benigno Polo, presidente de la Academia del Vino de Castilla y León. Empezamos a hablar del rioja y me dijo: 'hombre, casualmente voy a ir al Vaticano y podría presentar tus vinos al Pontífice'. Le invité a la bodega. Hizo una amistad tremenda con mi padre y le gustó el vino. Le dió el aprobado y lo mandó al Vaticano», recuerda. Era el año 2001.
Una cata en Roma
«En marzo de aquel año -prosigue el relato- pudimos probarlo en una cata que preparamos en el Palacio de España ante la Santa Sede. Estuvo toda la curia y gente muy bien relacionada. Tuvimos cuidado de que el vino se asentara quince días antes y lo servimos a una buena temperatura. Las iglesias y los palacios -explica en un aparte- son sitios donde hay una temperatura ideal para el vino... A los cuatro meses nos recibió el Pontífice. Sí, a mi padre Felipe y a mí. Juan Pablo II era un tío muy campechano y agradable. Estuve con él en dos ocasiones: era buena gente, buena persona y un tío que tenía buen corazón», define con tres brochazos intensos y sinceros José Luis Heras la personalidad del anterior Papa.
Así que con el plácet de sus ministros, el difunto Juan Pablo II pudo regalarse con el Vendimia Seleccionada Heras Cordón 2001 que viajó ex profeso al Vaticano. «Siempre mandamos el vino que más nos gusta a nosotros. Ahora es el reserva del 2002. Es un orgullo para la familia ¿sabe? Como yo digo, presidentes hay muchos, pero Papa, Papa no hay más que uno», afirma, campechano. «Ya ve, somos una pequeña bodeguita que nació en Lapuebla de Labarca y que ha salido al mundo. Este año pasado, en la Misa del Gallo se usó nuestro vino... Pero detrás nuestro hay una trayectoria centenaria. Fíjese en esta botella. Nuestro registro embotellador, que aparece en las etiquetas, es el 68», presume.
Como contrapartida a su status de proveedores vaticanos, la bodega tiene el privilegio de colocar el escudo de armas de la Santa Sede en su página web y en algunas botellas destinadas a la promoción a las que acompaña la leyenda 'Misericordias Domini in aeternum cantabo' y que presume de ser «el único vino de Rioja introducido en el Vaticano».
Y, así como quien no quiere la cosa, José Luis Heras apunta que ya tiene fecha (marzo de 2008) para una audiencia privada con Benedicto XVI. También tiene previsto reunirse con el presidente de EE UU, Georges Bush, y con el de Rusia, Vladimir Putin. Y Julio Iglesias, otro nivel, está al caer.