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Pero ahora ese “equilibrio” de menos emisores de remesas y mayor número de remesados está quebrándose con cada familia que se ha propuesto emigrar en pleno, es decir, incluyendo a todos los miembros en la escapada. Porque ya una remesa o cualquier cantidad de dinero que nos llegue por la vía que sea, y por mucho que sea, no se queda en el bolsillo, debajo del colchón o en la tarjeta bancaria para “hacer las compras” (en un país totalmente desabastecido y de sobra aburrido) sino que el más inteligente y definitivo uso que se le puede dar es pagar (lo que sea) por un viaje de ida sin retorno.

En Cuba las familias están vendiendo sus casas, los autos, los negocios (legales o no, poco importa en un país donde todo funciona así de loco) justo en la cantidad necesaria para escapar. Cualquiera se da cuenta al ver en internet los precios de remate, de evidente desesperación. Porque en cualquier momento las últimas puertas abiertas hacia la libertad comenzarán a cerrarse en tanto empiezan a sentirse por “allá arriba” los efectos negativos del zafarrancho.