Nuova Discussione
Rispondi
 
Stampa | Notifica email    
Autore

Liturgia

Ultimo Aggiornamento: 25/03/2009 23:30
29/07/2006 06:45
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 4.471
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Pregador do Papa recorda lição de Jesus sobre o desperdício


Comentário do Pe. Raniero Cantalamessa, ofmcap., sobre a liturgia do próximo domingo

ROMA, sexta-feira, 28 de julho de 2006 (ZENIT.org).- Publicamos o comentário do Pe. Raniero Cantalamessa, ofmcap. -- pregador da Casa Pontifícia -- sobre a liturgia do próximo domingo, XVII do tempo comum.




* * *





Recolhei os pedaços que sobraram

XVII Domingo do tempo comum (B)
2 Reis 4, 42-44; Efésios 4, 1-6; João 6, 1-15




Durante vários domingos, o Evangelho está tomado do discurso que Jesus pronunciou sobre o pão da vida na sinagoga de Cafarnaum, e que o evangelista João refere. A passagem deste domingo vem do episódio da multiplicação dos pães de dos peixes, que se torna uma introdução ao discurso eucarístico.

Não é por acaso que a apresentação da Eucaristia começa com o relato da multiplicação dos pães. Com isso, o que se quer dizer é que não se pode separar, no homem, a dimensão religiosa da material; não é possível prover suas necessidades espirituais e eternas, sem preocupar-se, ao mesmo tempo, por suas necessidades terrenas e materiais.

Foi precisamente esta, por um motivo, a tentação dos apóstolos. Em outra passagem do Evangelho, se lê que eles sugeriram a Jesus que despedisse a multidão para que fosse aos povoados vizinhos para buscar o que comer. Mas Jesus respondeu: «Dai-lhes vós mesmos de comer!» (Mateus 14, 16). Com isso, Jesus não pede aos seus discípulos que façam milagres. Pede que façam o que puderem. Pôr em comum e compartilhar o que cada um tem. Na aritmética, multiplicação e divisão são duas operações opostas, mas neste caso são a mesma coisa. Não existe «multiplicação» sem «partição» (ou compartilhar)!

Este vínculo entre o pão material e o espiritual era visível na forma em que se celebrava a Eucaristia nos primeiros tempos da Igreja. A Ceia do Senhor, chamada então de ágape, acontecia no marco de uma refeição fraterna, na que se compartilhava tanto pão comum como o eucarístico. Isso fazia com que fossem consideradas escandalosas e intoleráveis as diferenças entre quem não tinha nada para comer e quem se «embriagava» (1 Cor 11, 20-22). Hoje, a Eucaristia já não se celebra no contexto da refeição comum, mas o contraste entre quem tem o supérfluo e quem carece do necessário não diminuiu, pelo contrário, assumiu dimensões planetárias.

Sobre este ponto, o final do relato também tem algo a nos dizer. Quando todos se saciaram, Jesus ordenou: «Recolhei os pedaços que sobraram, para que nada se perca». Nós vivemos em uma sociedade onde o desperdício é habitual. Passamos, em cinqüenta anos, de uma situação na que as pessoas iam ao colégio ou à Missa dominical levando, até a porta, os sapatos na mão para não gastá-los, a uma situação na que se joga fora o calçado quase novo para adaptar-se à moda mutante.

O desperdício mais escandaloso acontece no setor da alimentação. Uma pesquisa do Ministério de Agricultura dos Estados Unidos revela que um quarto dos produtos alimentícios acaba cada dia no lixo, isso sem falar do que se destrói deliberadamente antes que chegue ao mercado. Jesus não disse aquele dia: «Destruam os pedaços que sobraram, para que o preço do pão e do peixe não baixe no mercado». Mas é precisamente o que se faz hoje em dia.

Sob o efeito de uma publicidade maçante, «gastar, não economizar» é atualmente a senha na economia. Certo: não basta economizar. O ato de economizar deve permitir que os indivíduos e as sociedades dos países ricos sejam mais generosos na ajuda aos países pobres. Se não, é mais avareza do que economia.
04/08/2006 01:53
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 4.644
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
LOS COLORES, LA IMPOSICIÓN DE MANOS Y OROS TEMAS LITURGICOS

4 de agosto, 2006



¿Por qué y para qué los diversos colores en la celebración litúrgica?

El color como uno de los elementos visuales más sencillo y eficaces, quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe. Su lenguaje simbólico nos ayuda a penetrar mejor en los misterios celebrados:
"La diversidad de colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aún exteriormente tanto las características de los misterios de la fe que se celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico." (Misal romano - IGMR 307)

Los colores actuales de nuestra celebración:

Actualmente el Misal (IGMR) ofrece este abanico de colores en su distribución del Año Litúrgico:

a) Blanco:
Es el color privilegiado de la fiesta cristiana y el color más adecuado para celebrar:
-La Navidad y la Epifanía
-La Pascua en toda su cincuentena
-Las Fiestas de Cristo y de la Virgen, a no ser que por su cercanía al misterio de la Cruz se indique el uso del rojo. -Fiestas de ángeles y santos que no sean mártires.
-Ritual de la Unción
-Unción y el Viático
b) Rojo:
Es el color elegido para:
-La celebración del Domingo de Pasión (Ramos) y el Viernes Santo, porque remite simbólicamente a la muerte martirial de Cristo.
-En la Fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu es fuego y vida.
-Otras celebraciones de la Pasión de Cristo, como la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
-Las fiestas de los Apóstoles, Evangelistas y Mártires, por su cercanía ejemplar y testimonial a la Pascua de Cristo.
-La Confirmación (Ritual Nº 20) se puede celebrar con vestiduras rojas o blancas apuntando al misterio del espíritu o a la fiesta de una iniciación cristiana a la Nueva Vida.

c) Verde:
El verde como color de paz, serenidad, esperanza se utiliza para celebrar el Tiempo Ordinario del Año Litúrgico. El Tiempo ordinario son esas 34 semanas en las que no se celebra un misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la salvación y sobre todo el misterio semanal del Domingo como Día del Señor.

d) Morado:
Este color que remite a la discreción, penitencia y a veces, dolor, es con el que se distingue la celebración del
-Adviento y la Cuaresma
-las celebraciones penitenciales y las exequias cristianas.

e) Negro:
Que había sido durante los siglos de la Edad Media el color del Adviento y la Cuaresma, ha quedado ahora mucho más discretamente relegado: queda sólo como facultativo en las exequias y demás celebraciones de difuntos.

f) Rosa:
El color rosa, que no había cuajado en la historia para la liturgia, queda también como posible para dos domingos que marcan el centro del Adviento y la Cuaresma: el domingo "Gaudete" (3º de Adviento) y el domingo "Laetare" (4º de Cuaresma).

g) Azul:
Con sus resonancias de cielo y lejanía es desde el siglo pasado un color privilegiado para celebrar en España la solemnidad de la Inmaculada, aunque en el misal romano no aparezca.


EL FUEGO

En nuestras celebraciones:

- Aparece en forma de lámparas y cirios encendidos durante la celebración o delante del sagrario.
Aparte del simbolismo de la luz entra aquí también esa misteriosa realidad que se llama fuego: la llama que se va consumiendo lentamente mientras alumbra, embellece, calienta, dando sentido familiar a la celebración.

- Vigilia de Pascua: Es la celebración que queda enriquecida de modo más explícito con el simbolismo del fuego. La hoguera que arde fuera de la Iglesia y de la que se va a encender el Cirio Pascual remite intensamente al triunfo de la luz sobre la tiniebla, del calor sobre el frío, de la vida sobre la muerte. De allí partirá la procesión con su festivo grito: "Luz de Cristo", y la luz se irá comunicando progresivamente a cada uno de los participantes.

El simbolismo de la luz está realmente muy aprovechado en el lenguaje festivo de la Noche Pascual. Pero en su raíz está el fuego que tiene sus direcciones propias y riquísimas.

Su simbolismo natural

El lenguaje del fuego tiene en nuestra sensibilidad humana y social, una interesante serie de sentidos.
El fuego calienta, consume, quema, ilumina, purifica, es fuente de energía. Es origen de innumerables beneficios para la humanidad, pero también destruye, castiga, asusta y mata. Es un elemento bienhechor pero a la vez peligroso. Un rayo o un incendio pueden generar calamidades enormes. Sin el fuego no podemos vivir, pero puede causarnos también la muerte. No es nada extraño que en torno a este misterioso elemento natural se haya creado todo un simbolismo:

-Para expresar la presencia misma de la divinidad, invisible pero fuerte, incontrolable, purificadora, castigadora,
-o para designar los sentimientos humanos, como la pasión, que está escondida pero que puede alcanzar una fuerza inaudita, para bien o para mal: el amor , el odio, el entusiasmo...etc.

-El fuego es también la imagen del calor familiar, el crepitar de la llama en el hogar ilumina la vida, ahuyenta el frío, da alegría y sensación de bienestar.

En la Revelación:

Para saber toda la densidad de significado que el fuego puede llegar a tener y lo que puede expresar también en nuestras celebraciones, no hay mejor medio que repasar, que de lo que él dicen el Antiguo y Nuevo Testamento.
Ante todo, el fuego sirve para expresar de algún modo lo que es imposible de expresar: la presencia misteriosa de Dios mismo en la historia humana. Recordemos el misterioso episodio de la zarza que arde sin consumirse (Ex 3). Moisés se acerca a un lugar que en seguida reconoce como sagrado, y oye la voz "Yo soy el Dios de Abraham...".

También es con el fuego con el que se simboliza el juicio de Dios, como el fuego que penetra a todo ser existente, lo pone en evidencia, lo purifica o lo castiga. (Véase: Dan. 7,10 ; Gen 19 ; Is 66,16)

EL INCIENSO
¿Qué quiere simbolizar el incienso?

Lo que el incienso quiere significar en nuestra liturgia nos lo han ido explicando los varios documentos con sus explicaciones.

El incienso crea una atmósfera agradable y festiva en torno a lo que se inciensa, a la vez que crea un aire entre misterioso y sagrado por la sutil impalpabilidad de su perfume y de su humo.
Expresa elegantemente el respeto y la reverencia hacia una persona o hacia algún símbolo de Cristo.
Pero más en profundidad indica la actitud de oración y elevación de la mente hacia Dios. Ya el Salmo 140 nos hace decir: "suba mi oración como incienso en tu presencia".
El incienso es símbolo, sobre todo, de la actitud de ofrenda y sacrificio de los creyentes hacia Dios. El incienso une de algún modo a las personas con el altar, con sus dones y sobre todo con Cristo Jesús que se ofrece en sacrificio.
¿A quiénes se inciensa?

-El Misal Romano sugiere con libertad el uso del incienso en estos momentos de la Misa:

Durante la procesión de entrada
Al comienzo de la Misa para incensar el altar
En la procesión y proclamación del evangelio
En el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, el presidente y el pueblo cristiano
En la ostensión del Pan consagrado y del Cáliz después de la consagración (IGMR 235)
a) Llevar incienso en la procesión de entrada e incensar el altar que va a ser el centro de la celebración eucarística, puede indicar el respeto al lugar, a las personas y al altar, o simplemente significar el tono festivo y sagrado de la acción que empieza. Pero el Misal no da demasiado relieve a este primer gesto: siempre se ha considerado más importante la incensación del altar en el ofertorio.

b) La incensación del evangelio fue entrando a partir del siglo XI como signo de honor y respeto hacia Aquél cuyas palabras vamos a escuchar. El Misal (IGMR 33 y 35) explica por qué en el momento del evangelio se acumulan los signos de especial veneración: el lector ordenado, la postura de pie, el beso y otras muestras de honor entre las que hay que recordar el incienso.

c) El uso del incienso en el ofertorio tiene especial interés. El altar y las ofrendas de pan y vino sobre él se inciensan "para significar de este modo que la oblación de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso" (IGMR 51).
En este momento "también el sacerdote y el pueblo pueden ser incensados". Junto con el pan y el vino ofrecidos sobre el altar, y que son incensados, también el presidente se ofrece a sí mismo, y con él toda la comunidad y así se convierten ellos mismos en ofrenda y sacrificio, unidos e incorporados al sacrificio de Cristo. Son las personas, principalmente, las que vienen a ser simbolizadas como ofrenda y homenaje a Dios, con el gesto del incienso. Si nada más fuera un gesto de honor, se quedaría la asamblea sentada mientras la inciensan. En cambio, se pone de pie para indicar su actitud positiva, comprometida, de unión espiritual con las ofrendas eucarísticas.

d) En la consagración el acto de la incensación manifiesta al Señor mismo. Todas las incensaciones se dirigen a los signos sacramentales de la presencia del Señor: el altar, la cruz, el libro del evangelio, el presidente, la asamblea. Ahora se inciensa el pan y el vino consagrados, el signo central y eficaz de la auto-donación de Cristo.


LA IMPOSICIÓN DE MANOS

En el Nuevo Testamento la acción e imponer sobre la cabeza de uno las manos tiene significados distintos, según el contexto en el que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición que uno transmite a otro, invocando sobre él la benevolencia de Dios.
Así , Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por ellos.

La despedida de Jesús en su Ascensión , se expresa también con el mismo gesto: "alzando las manos los bendijo" (Lc 24,50).

Es una expresión que muchas veces se relaciona a la curación. Jairo pide a Jesús: "Mi hija está a punto de morir; ven impón tus manos sobre ella para que se cure y viva" (Mc 5,23).

Imponer las manos sobre la cabeza de una persona, significa en muchos otros pasajes, invocar y transmitir sobre ella el don del Espíritu Santo para una misión determinada. Así pasa con los elegidos para el ministerio de diáconos en la comunidad primera: "hicieron oración y les impusieron las manos" (Act 6,6).

Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene particular énfasis.
Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (epíclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu".
La Bendición Final es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere especial énfasis.

Este gesto nos habla también del don de Dios y la mediación eclesial:

Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don divino a estas criaturas.

La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la ,mano de un ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar.


EL SALUDO DE LA PAZ
El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56b).

a) Se trata de la paz de Cristo: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor.

b) Un gesto de fraternidad cristiana y eucarística: Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.


EL SACERDOTE BESA EL LIBRO DE LOS EVANGELIOS

Al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados". Esta frase expresa el deseo de que la Palabra evangélica ejerza su fuerza salvadora perdonando nuestros pecados. Besar el Evangelio es un gesto de fe en la presencia de Cristo que se nos comunica como la Palabra verdadera.


LA SEÑAL DE LA CRUZ

No nos damos mucha cuenta, porque ya estamos acostumbrados a ver la Cruz en la Iglesia, en nuestras casas, pero la Cruz es una verdadera cátedra, desde la que Cristo nos predica siempre la gran lección del cristianismo.

La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana.

La Cruz es todo un discurso: Nos presenta a un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio dolor; un Cristo que es juez y Señor, pero a la vez siervo, que ha querido llegar a la entrega total de sí mismo, como imagen plástica del amor y de la condescendencia de Dios; un Cristo que en su Pascua - muerte y resurrección- ha dado al mundo la reconciliación.

Los cristianos con frecuencia hacemos con la mano la señal de la Cruz, o nos la hacen otros, como en el caso del bautismo o de las bendiciones.

Es un gesto sencillo pero lleno de significado. Esta señal de la Cruz es una verdadera confesión de fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es un signo de pertenencia, de posesión: al hacer sobre nuestra personas este signo es como si dijéramos: "estoy bautizado, pertenezco a Cristo, El es mi Salvador, la cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de mi existencia cristiana...".

Los cristianos debemos reconocer a la Cruz todo su contenido para que no sea un símbolo vacío. Y entonces sí, puede ser un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de vida que Cristo nos enseñó. Si entendemos la Cruz y nuestro pequeño gesto de la señal de la Cruz es consciente, estaremos continuamente reorientando nuestra vida en la dirección buena.


EL AGUA
El agua es una realidad que ya humanamente tiene muchos valores y sentidos: sacia la sed, limpia, es fuente de vida, origina la fuerza hidráulica...También nos sirve para simbolizar realidades profundas en el terreno religioso la pureza interior, sobre todo. Por eso se encuentran las abluciones o los baños sagrados en todas las culturas y religiones (a orillas del Ganges para los indios, del Nilo para los egipcios, del Jordán para los judíos).

Para los cristianos el agua sirve muy expresivamente para simbolizar lo que Cristo y su salvación son para nosotros: Cristo es el "agua viva" que sacia definitivamente nuestra sed (coloquio con la samaritana: Jn 4); el agua sirve también para describir la presencia vivificante del Espíritu (Jn 7, 37-39) y para anunciar la felicidad el cielo (Apoc 7, 17; 22, 1).

En nuestra liturgia es lógico que también se utilice este simbolismo. A veces se usa el agua sencillamente con una finalidad práctica: por ejemplo en las abluciones de las manos después de ungir con los Santos Oleos o de los vasos empleados en la Eucaristía. Otras veces un gesto que en su origen había sido "práctico" ha adquirido ahora un simbolismo: como la mezcla del agua en el vino, que en siglos pasados era necesario por la excesiva gradación del vino, y que luego adquirió el simbolismo de nuestra humanidad incorporada a la divinidad de Cristo.

Pero el agua tiene muchas veces un sentido simbólico: lavarse las manos para indicar la purificación que el sacerdote más que nadie necesita, o lavar los pies para expresar la actitud de servicio. Sobre todo el agua nos hace celebrar significativamente el Bautismo con el gesto de la inmersión en agua (bautismo significa inmersión" en griego): porque es un sacramento que nos hace sumergirnos sacramentalmente en Cristo, en su muerte y resurrección, y nos engendra a la vida nueva. La aspersión de la comunidad con agua en la Vigilia Pascual, o en el rito de entrada de la Eucaristía dominical, o el santiguarse con agua al entrar en la Iglesia, son recuerdos simbólicos del Bautismo. También el hecho de las casas (de las casas, de los objetos, de las personas) o el gesto de aspersión en las exequías se realicen con agua, quiere prolongar el simbolismo purificador y vitalizador del Bautismo.

En el rito de la Dedicación de iglesias se asperjan con agua las paredes, el altar y finalmente el pueblo cristiano: siempre con la misma intención "bautismal", que coenvuelve a las personas, al edificio y a los objetos de nuestro culto. Todo queda incorporado a la Pascua de Cristo. Otro significado del simbolismo del agua es su cualidad de apagar la sed del hombre. Sed que no es sólo material, sino que muy expresivamente puede referirse s los deseos más profundos del ser humano: la felicidad, la libertad, el amor, etc.

LAS CAMPANAS

Es muy antiguo el uso de objetos metálicos para señalar con su sonido la fiesta o la convocatoria de la comunidad. Desde el sencillo "gong" hasta la técnica evolucionada de los fundidores de campanas o los campanarios eléctricos actuales, las campanas y las campanillas se han utilizado expresivamente en la vida social y en el culto. Son instrumentos de metal, en forma de copa invertida, con un badajo libre.

Cuando los cristianos pudieron construir iglesias, a partir del siglo IV, pronto se habla de torres y campanarios adosados a las iglesias, con campanas que se convertirán rápidamente en un elemento muy expresivo para señalar las fiestas y los ritmos de la celebración cristiana. También dentro de la celebración se utilizaron las campanillas, a partir del siglo XIII, ahora bastante menos necesarias (IGMR 109 deja libre su uso) porque ya la celebración la seguimos más fácilmente, a no ser que se quieran hacer servir, no tanto para avisar de un momento -por ejemplo, la consagración sino para darle simbólicamente realce festivo, como en el Gloria de la Vigilia Pascual.

Los nombres latinos de "signum" o "tintinnabulum" se convierten más tarde, hacia el siglo VI, en el de "vasa campana", seguramente porque las primeras fundiciones derivan de la región italiana de Campania. Las campanas del campanario convocan a la comunidad cristiana, señalan las horas de la celebración (la Misa mayor), de oración (el Angelus o la oración comunitaria de un monasterio), diversos momentos de dolor (la agonía o la defunción) o de alegría (la entrada del nuevo obispo o párroco) y sobre todo con su repique gozoso anuncian las fiestas. Y así se convierten en un "signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad cristiana, evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede estar destruida. Como también el mismo campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección trascendente que debería tener nuestra vida. El Bendicional (nn. 1142-1162) ofrece textos muy expresivos para la bendición de las campanas, motivando bien su sentido y convirtiendo el rito en una buena ocasión para entender mejor la identidad de una comunidad cristiana y sus ritmos de vida y oración.


EL CANTO

El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida social como en la cúltico-religiosa, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica. "No ha de ser considerado el canto como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios" (IGLH 270).

El canto hace comunidad, al expresar más validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en la vida familiar y social como en la litúrgica.

El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: "nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y su piedad por el canto" (MS 16).

El canto es una señal de euforia. El canto tiene en la liturgia una función "ministerial": no es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su placer estético y artístico. Aquí el canto ayuda a que la comunidad entre más en sintonía con el misterio que celebra. A la vez que crea un clima de unión comunitaria y festiva, ayuda pedagógicamente a expresar nuestra participación en lo más profundo de la celebración. Así el canto se convierte de verdad en "sacramento", tanto de lo que nosotros sentimos y queremos decir a Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él.

LA CENIZA

La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.

Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.


EL CIRIO PASCUAL
Del latín "cereus", de cera, el producto de las abejas. Ya hablamos en la voz "candelas candelabros" sobre el uso humano y el sentido simbólico de la luz que producen los cirios, y también del uso que en la liturgia cristiana hacemos de ese simbolismo. El cirio más importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de la luz de Cristo, y los cirios que se reparten entre la comunidad, para significar nuestra participación en esa misma luz. El Cirio Pascual es ya desde los primeros siglos uno de los símbolos más expresivos de la Vigilia. En medio de la oscuridad (toda la celebración se hace de noche y empieza con las luces apagadas), de una hoguera previamente preparada se enciende el Cirio, que tiene una inscripción en forma de Cruz, acompañada de la fecha y de las letras Alfa y Omega, la primera y la última del agabeto griego, para indicar que la Pascua de Cristo, principio y fin de el tiempo y de la eternidad, nos alcanza con fuerza siempre nueva en el año concreto en que vivimos. En la procesión de entrada se canta por tres veces la aclamación al Cirio: "Luz de Cristo. Demos gracias a Dios", mientras progresivamente se van encendiendo los cirios de los presentes. Luego se coloca en la columna o candelero que va a ser su soporte, y se entona en torno de él, después de incensarlo, el solemne Pregón Pascual.
Además del símbolo de la luz, se le da también el de la ofrenda:cera que se gasta en honor de Dios, esparciendo su luz: "Acepta, padre santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios... Te rogamos que este Cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche..."

Lo que van anunciando las lecturas, oraciones y cantos, el Cirio lo dice con el lenguaje humilde pero diáfano de su llama viva. La Iglesia, la esposa, sale al encuentro de Cristo, el Esposo, con la lámpara encendida en la mano, gozándose con él en la noche victoriosa de su Pascua.
El Cirio estará encendido en todas las celebraciones durante las siete semanas de la cincuentena, al lado del ambón de la Palabra, hasta terminar el domingo de Pentecostés. Luego, durante el año, se encenderá en la celebración de los bautizos y de las exequias, el comienzo y la conclusión de la vida: un cristiano participa de la luz de Cristo a lo largo de todo su camino terreno, como garantía de su definitiva incorporación a la luz de la vida eterna.


LA COLECTA

La palabra "colecta" viene del latín "collecta, colligere", "recogida, recoger". Se aplica ante todo a la reunión de la comunidad para la Eucaristía dominical o para las asambleas "estacionales" en Cuaresma. También se llama "colecta" a la recogida de dinero o de dones en el ofertorio, a la que alude Pablo (1 Cor 16, 1-2).
Pero su uso más técnico es el referido a la "oración colecta" al principio de la Misa. Este nombre pudiera tener dos direcciones: o bien porque se pronuncia cuando ya está la comunidad reunida (oración de reunión, concluyendo el rito de entrada), o porque su finalidad es recoger y resumir las peticiones de cada uno de los presentes. También se aplica este nombre a las "oraciones sálmicas", que "sintetizan los sentimientos de los participantes" en el rezo de los salmos (Cf IGLH 112). La expresión "colligere ortationem", usual en los primeros siglos en la salmodia comunitaria, quería decir "recoger en una oración las intenciones de los que habían rezado el salmo". De ahí las "colectas sálmicas".

El Misal de Pablo VI llama "colecta" a la primera oración de la Misa y describe así su dinámica: "El sacerdote invita al pueblo a orar; y todos, a una con el sacerdote, permanecen un rato en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular sus súplicas. Entonces el sacerdote lee la oración que se suele denominar colecta, y el pueblo contesta amén" (IGMR 32). Es la primera oración importante del presidente, que de pie, con los brazos extendidos, y en nombre de la comunidad, dirige su súplica a Dios. Las de nuestro Misal son fieles al estilo claro y conciso de la liturgia romana, con una invocación a Dios, muchas veces enriquecida con la alusión al tiempo litúrgico o la fiesta celebrada para proseguir con una súplica y concluir apelando a la mediación de Cristo.

El libro que durante siglos reunía estas oraciones de la Misa o del Oficio Divino, antes de su inclusión en el libro único del Misal o del Breviario, se llamó "Colectario".


EL MOMENTO DE LA COMUNIÓN

De la palabra latina "communio", acción de unir, de asociar y participar (correspondiente a la griega "koinonía") "comunión" significa la unión de las personas, o de una comunidad, o la comunión de los Santos en una perspectiva eclesial más amplia, o la unión de cada uno con Cristo o con Dios.

Aquí la miramos desde el punto de vista eucarístico: la participación de los fieles en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Este es el momento en verdad culminante de la celebración de la Eucaristía. Después de que Cristo se nos ha dado como palabra salvadora, ahora, desde su existencia de Resucitado, se quiere hacer nuestro alimento para el camino de nuestra vida terrena y como garantía de la eterna.

La comunión tiene a la vez sentido vertical, de unión eucarística con Cristo, y horizontal, de sintonía con la comunidad eclesial. Por eso la "excomunión" significa también la exclusión de ambos aspectos. El Misal (IMGR 56) invita a una realización lo más expresiva posible de la comunión eucarística:

con una oración o un silencio preparatorio, por parte del presidente y de la comunidad;
una procesión desde los propios lugares hacia el ámbito del altar,
mientras se canta un canto que une a todos y les hace comprender más en profundidad el misterio que celebran,
la invitación oficial a acercare a la mesa del Señor: "Este es el Cordero de Dios", invitación que apunta al banquete escatológico del cielo ("dichosos los invitados a la Cena del Cordero"),
la mediación de la Iglesia en este gesto central (no "coge" la comunión cada uno, sino que la recibe del ministro),
con un diálogo que ahora ha vuelto a la expresiva sencillez de los primeros siglos ("el Cuerpo de Cristo. Amén", "la Sangre de Cristo, Amén")
con pan que aparezca como alimento, consagrado y partido en la misma Misa, para significar también la unidad fraterna de los que participan del mismo sacrificio de Cristo,
recibido en la mano o en la boca, a voluntad del fiel, allí donde los Episcopados lo hayan decidido (en España desde el 1976, en Italia desde 1989, en México desde 1978),
a ser posible también participando del vino, que expresa mejor que Cristo nos hace partícipes de su sacrifico pascual en la cruz y de la alegría escatológica, y
con unos momentos de interiorización después de la comunión. Casos especiales son el de la primera comunión, en la que los cristianos participan por primera vez plenamente de la celebración eucarística de la comunidad: no sólo en sus oraciones, lecturas y cantos, sino también en el Cuerpo y Sangre de Cristo.
Tiene especial sentido la Comunión llevada a los enfermos, ahora eventualmente por medio de los ministros extraordinarios de la comunión, a ser posible como prolongación de la celebración comunitaria dominical. Particular relieve merece la comunión que se recibe como viático, en punto de muerte.

Y finalmente, la comunión recibida fuera de la Misa, caso repetido sobre todo en lugares donde no pueden participar diaria ni siquiera dominicalmente de la Eucaristía completa, pero sí escuchar la palabra, orar en común y comulgar, en las condiciones que establecen el "Ritual del culto y de la comunión fuera de la Misa" (1973) y la instrucción "Inmensae cariatis" (1973). Respecto a repetir la comunión el mismo día, según el Código de Derecho Canónico (c. 917), "quien ya ha recibido la santísima Eucaristía puede de nuevo recibirla el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe", norma que ha recibido la interpretación oficial de que se puede hacer "una segunda vez".


COMER EL PAN:

Juntamente con el "beber", el "comer" es el gesto central de la Eucaristía cristiana. Si el Antiguo Testamento empieza con el "no coman" del Génesis, en el Nuevo Testamento escuchamos el testamento: "tomen y coman". Y si entonces la consecuencia era: "el día que comas de él, morirás", ahora la promesa es la contraria: "el que come... tiene vida eterna".

El comer, ya humanamente, tiene el valor del alimento y la reparación de las fuerzas. Pero a la vez tiene connotaciones simbólicas muy expresivas: comer como fruto del propio trabajo, comer en familia, comer con los amigos, comer en clima de fraternidad, comer con sentido de fiesta. En el contexto cristiano de la Eucaristía, el comer tiene igualmente varios sentidos. Al comer el pan, estamos convencidos de que nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo. Su palabra ("esto es mi Cuerpo") sigue eficaz y su Espíritu es el que ha dado a ese pan que hemos depositado sobre el altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del Señor glorificado, que ha querido se nuestro alimento. Este es el primer sentido que Cristo ha querido dar a la comida eucarística: "mi carne es verdadera comida". El es el "viático", el alimento para el camino de los suyos.

También hay otros valores y gracias que Cristo expresa en el evangelio con este simbolismo de la comida: el perdón, la alegría del reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad del Reino futuro. Basta recordar la parábola del hijo pródigo, acogido en casa con una buena comida; o la de las bodas del rey; o la multiplicación de los panes y peces en el desierto, o la expresiva presencia de Jesús en comidas en casa de Zaqueo, de Mateo, del fariseo, de Lázaro. Y las comidas de Jesús con sus discípulos, tanto antes como después de la Pascua, que ellos recordarán muy a gusto. (Cf Hech 10,40).

Además, Pablo entenderá la comida como símbolo de la fraternidad eclesial. el pan de la Eucaristía, además de unirnos a Cristo, participando de su Cuerpo, es también lo que construye la comunidad: "un pan y un cuerpo somos, ya que participamos de un solo Pan" (1 Cor 10,16-17). "Comer con" por ejemplo con los cristianos procedentes del paganismo, es un signo expresivo y favorecedor de la unidad de todos en la Iglesia, sea cual sea su origen (Cf la discusión entre Pablo y Pedro en Hech 11,3 y Gál 2,12).


PARTIR EL PAN

El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo conocemos todos. La cena judía, sobretodo la pascual, comenzaba con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios.

Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a la vez el sentido familiar de solidaridad en el mismo pan. Muchos hemos conocido cómo en nuestras familias el momento de partir el pan al principio de la comida se consideraba como un pequeño pero significativo rito. Como el que se hace solemnemente cuando unos novios parten el pastel de bodas y los van repartiendo a los comensales que los acompañan.

Cristo también lo hizo en su última cena: "Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio...". Más aún: fue este el gesto el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su encuentro con Jesús Resucitado. "Le reconocieron al partir el pan". Y fue este el rito simbólico que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación.

Primer significado de este gesto: el Cuerpo "entregado roto" de Cristo

La fracción del pan puede tener, ante todo, un sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la última donación, en la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta dirección: "se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es partido pero no se disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a los que participan de él, los santifica".

Segundo significado: Signo de la unidad fraterna

El Misal Romano explica:

"por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles" (IGMR 48)

"el gesto de la fracción del pan que era el que servía en los tiempos apostólicos para denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos" (IGMR 283).


LOS GOLPES DE PECHO

Gesto penitencial y de humildad. Es uno de los gestos más populares al menos en cuanto a expresividad.
Así describe Jesús al publicano (Lc 18, 9-14). El fariseo oraba de pie: "no soy como los demás"... "En cambio el publicano no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador".

Cuando para el acto penitencial al inicio de nuestra Eucaristía elegimos la fórmula "Yo confieso", utilizamos también nosotros el mismo gesto cuando a las palabras "por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa" nos golpeamos el pecho con la mano.

Y es también la actitud de la muchedumbre ante el gran acontecimiento de la muerte de Cristo: "y todos los que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho..." (Lc 23,48)


ARRODILLARSE

Estar de rodillas es una actitud de humildad. Expresa arrepentimiento y penitencia. Nos recuerda a Pedro cayendo de rodillas y exclamando: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Lucas 5,8). Pero el cristiano se arrodilla ante Dios precisamente porque el es Dios, el único Señor del universo. Es un signo de Adoración que da a la oración un acento muy particular. (Haga la prueba de arrodillarse, inclinar la cabeza y juntar las manos en actitud de súplica...)

Este sentido de adoración tiene hacer la genuflexión cuando entramos en la iglesia o delante del sagrario (allí donde hay una lamparita encendida para señalar que está Jesús presente en la Eucaristía).

San Pablo se refiere a esta actitud en Efesios 3,14: "Doblo mis rodillas delante del Padre de quien procede toda paternidad" y el mismo Jesús "puesto de rodillas" oró durante su agonía en Getsemaní (Mt. 26,39).


PONERSE DE PIE
Es la postura más usada en la Misa. Al orar de pie los cristianos "significamos" nuestra dignidad de hijos de Dios. Como tenemos en nosotros el Espíritu que nos hace exclamar "Abba", "nos atrevemos" a llamar a Dios "Padre" y estar de pie delante de él. Es una actitud de cariñosa confianza hacia Dios a quien vemos, sobre todo, como Padre.

Es una actitud que indica "prontitud", estar disponible, preparado para la acción. Por tanto indica decisión y voluntad para seguir al Señor. Desde el comienzo fue la actitud general de los cristianos: orar de pie, con los brazos extendidos (o levantados) y mirando hacia el oriente (a la salida del sol).

Es también señal de alegría. Durante el primer milenio, los cristianos tuvieron prohibido arrodillarse en la liturgia de los domingos, pues -como sabemos- el día del Señor conmemora la Pascua, la Resurrección de Jesús.

Así como la muerte es "estar postrado", la resurrección es un levantarse, un "volver a estar de pie". Por eso esta postura manifiesta también nuestra fe en Jesús resucitado.


EL SACERDOTE SE LAVA LAS MANOS ANTES DE LA CONSAGRACIÓN
Lo hace como gesto de purificación. El sacerdote se lava las manos para pedirle a Dios que lo purifique de sus pecados.

LAS GOTAS DE AGUA EN EL VINO
Con este signo el sacerdote le pide a Dios que una nuestras vidas a la suya. AI momento de preparar sobre el Altar el pan y el vino "el Diácono u otro ministro, pasa al sacerdote la panera con el pan que se va a consagrar; vierte el vino y unas gotas de agua en el cáliz.." (Misal Romano Nº 133). El instante en que se echa el agua se acompaña con una oración que se dice en secreto: "El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.

San Cipriano, a mediados del siglo II, escribió sobre este gesto litúrgico, lo siguiente:

"en el agua se entiende el pueblo y en el vino se manifiesta la Sangre de Cristo. Y cuando en el cáliz se mezcla agua con el vino, el pueblo se junta a Cristo, y el pueblo de los creyentes se une y junta a Aquel en el cual creyó. La cual unión y conjunción del agua y del vino de tal modo se mezcla en el cáliz del Señor que aquella mezcla no puede separarse entre sí. Por lo que nada podrá separar de Cristo a la Iglesia (...) Si uno sólo ofrece vino, la Sangre de Cristo empieza a estar sin nosotros, y si el agua está sola el pueblo empieza a estar sin Cristo. Más cuando uno y otro se mezclan y se unen entre sí con la unión que los fusiona, entonces se lleva a cabo el sacramento espiritual y celestial" (Carta Nº 63, 13).




Este material es cortesía de: Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona www.cpl.es
Extractos del Libro " Gestos y Símbolos" del P. José Aldazabal.
06/08/2006 04:30
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 4.662
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Cristo sigue hoy transfigurándose», advierte el predicador del Papa

ROMA, sábado, 5 agosto 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia del próximo domingo, fiesta de la Transfiguración del Señor.


* * *




Transfiguración del Señor




6 de agosto de 2006
Daniel 7, 9-10.13-14; 2 Pedro 1, 16-19; Marcos 9, 2-10



En lugar del XVIII domingo del Tiempo Ordinario, este año se celebra la fiesta de la Transfiguración del Señor. El episodio de la Transfiguración, como se lee en los Evangelios, refleja ciertamente la fe posterior de la Iglesia, pero se basa en un hecho ocurrido realmente. «El relato hace pensar un acontecimiento verdaderamente sucedido en Jesús, más que en una visión subjetiva de los tres discípulos o de uno de ellos» (H. Schurmann). Negar a la Transfiguración la relevancia histórica y el carácter sobrenatural y objetivo atestiguado por los Evangelios significaría considerar imposible en la vida de Cristo lo que se observa frecuentemente en la vida de los santos, por ejemplo, en la de San Serafín de Sarov, quien un día se transfiguró, literalmente, en presencia de su discípulo Motovilov.

Pero los acontecimientos de la vida de Cristo son históricos en un sentido del todo especial. Sucedidos en un tiempo y lugar preciso, extienden su acción a todos los tiempos y a todo lugar. Son «misterios», esto es, acontecimientos abiertos. El creyente está llamado a revivirlos, no sólo a recordarlos. Cada uno, en la fe, se hace contemporáneo al evento y el evento contemporáneo a él. En otras palabras, Cristo sigue hoy transfigurándose, revelándose a los ojos del creyente con la misma «evidencia» con la que se apareció a los discípulos en el Tabor.

A veces esto ocurre mientras se leen con fe sus palabras. Las palabras del Evangelio son también, a su modo, las vestiduras de Cristo: «Cuando veas a alguien que conoce perfectamente la divinidad de Jesús y que es capaz de “aclarar” cada texto evangélico, no dudes en decir que para él las vestiduras de Jesús se han vuelto blancas como la nieve» (Orígenes).

Otras veces esta transfiguración sucede en la contemplación de la creación. Dios ha escrito dos libros: uno es la Escritura, el otro la creación. Uno está hecho de letras y palabras, el otro de cosas. No todos conocen y pueden leer el libro de la Escritura, pero todos, también los iletrados, pueden leer el libro que es la creación. Está abierto de par en par a los ojos de todos.

En el Tabor, decía un antiguo autor, Cristo «transfiguró en su imagen la creación entera». Al celebrar esta fiesta en el corazón de las vacaciones de verano, en las que todos buscan un renovado contacto con la naturaleza, desearía insistir sobre este punto. No basta con abrir los ojos del cuerpo; es necesario abrir también los del alma. Los tres apóstoles habían pasado mucho tiempo con Jesús, pero habían visto sólo las apariencias, la humanidad; aquel día sus ojos se abrieron. Así ocurre con la presencia de Dios en la creación. Vivimos en medio de ella, pero raramente reconocemos ahí la gloria de Dios, de la que «los cielos y la tierra están llenos». Pensamos sólo en utilizarla en nuestro beneficio, en disfrutar de las cosas. Es un universo para nosotros opaco, no transparente. Esto es lo que la Escritura llama «necedad de los hombres» (Sb 13, 1 ss.).

Las vacaciones de verano son una ocasión para poner remedio a esta necedad. Existe una dimensión religiosa de las vacaciones que se evidencia por su propio nombre: ferias [días de fiesta. Ndt], en el sentido originario, eran días libres dedicados al culto de la divinidad. Es el sentido que el término tiene también hoy en el uso litúrgico. El término inglés holydays literalmente significa días santos. En un salmo Dios se dirige a los hombres y dice: «Deteneos (literalmente: vacate. Ndt.), sabed que yo soy Dios» (Sal 46, 11). Se podría traducir el versículo (como hacía la Vulgata latina): Tomaos una vacación (vacate) para descubrir la única verdad que importa: que existe un Dios y que tú, precisamente tú, existes en presencia de este Dios.

No es necesario, ni sería posible para todos, ir a los Dolomitas o a las Maldivas para descubrir la gloria de Dios en la creación. Cada lugar tiene su fascinación y su belleza: un campo de trigo, una viña, una flor, una mariposa volando. Basta con abrir los ojos del corazón. La fe es un poco como la poesía y el arte en general. El poeta y el pintor, cuanto están bajo la inspiración, transfiguran todo aquello sobre lo que se posan sus ojos. Van Gogh era capaz de descubrir la belleza hasta en una silla de paja con una pipa apoyada en ella.

«Los cielos y la tierra están llenos de su gloria», pero no pueden, por sí solos, «vaciarse». Como la mujer embarazada, tienen también necesidad de las hábiles manos de una comadrona para sacar a la luz todo aquello de lo que están llenos. Y estas «comadronas» de la gloria de Dios debemos ser nosotros, criaturas razonables a quienes la Escritura nos define «alabanza de su gloria» (Ef 1,12).

Había comprendido esta tarea el beato Enrico Susone, quien escribe: «Cuando en el canto de la Misa llego a las palabras Sursum corda [levantemos el corazón. Ndt.], me imagino que tengo ante mí a todos los seres creados por Dios en el cielo y en la tierra: el agua, el aire, el fuego, la luz y todo elemento, cada uno con su propio nombre, así como los pájaros del cielo, los peces del mar y las flores del bosque, la hierba y todas las plantas del campo, las innumerables arenas del mar, el polvillo que se ve a la luz del sol, las gotas de lluvia caídas o que caerán, el rocío que perla el prado. Entonces imagino que estoy entre estas criaturas como un maestro de canto en medio de un inmenso coro».
26/08/2006 19:42
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 5.144
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
31/08/2006 18:20
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 5.252
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Las oraciones del cristiano en todos los idiomas del mundo

31 de Agosto (Agencia Fides) - Para contribuir a la Nueva Evangelización del mundo, tan tenazmente querida por el Santo Padre Juan Pablo II, la Agencia Fides desea presentar las oraciones habituales de todo cristiano en el mayor número posible de idiomas posible. El sitio «Cyber Curé» ((http://catholique-nanterre.cef.fr/faq/faq.htm)), sección del sitio de la Diócesis de Nanterre en Francia, presenta diversas oraciones en muchos idiomas (http://catholique-nanterre.cef.fr/faq/faq.htm). En particular es posible encontrar el texto del “Padre nuestro” en 22 idiomas y del “Ave María” en 32 idiomas en los siguientes sitios, que tomamos en nuestro Dossier:
Padre Nuestro: www.marypages.com/TheLordPrayerFrench.htm
Ave María: www.marypages.com/AveMariaFrench.htm
katycadeaux.free.fr/010ave_maria/ave_maria.htm
En el Dossier que la Agencia Fides está preparando, tenemos la intención del poner a disposición de los fieles de todo el mundo las siguientes oraciones, que los guíen en su vid cotidiana de oración y de santificación:
1. Textos del Ordinario de la Misa: Confiteor, Kyrie, Gloria, Credo - Símbolo Niceno-Constantinopolitano, Sanctus, Agnus Dei.
2. Textos de las oraciones cotidianas del cristiano: Credo - Símbolo de los Apóstoles, Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre, misterios del Santo Rosario, Acto de dolor, de fe, de esperanza, de caridad, Memorare (oración de San Bernardo), oración a San Miguel.
3. Algunas oraciones tradicionales relativas a la devoción Eucarística y Mariana: Te Deum, Veni Creator, Veni Sancte Spiritus, O Salutaris Hostia, Tantum Ergo, Magnificat, Salve Regina,
Alma Redemptoris Mater, Angelus, Regina Caeli, Stabat Mater, Letanías Lauretanas.
La Agencia Fides agradece vivamente desde ahora a las Iglesias católicas de las diferentes naciones del mundo que quieran ofrecer su aporte para realizar este Dossier enviando el texto de las oraciones arriba indicadas en los idiomas usados en los respectivos países a la siguiente dirección e-mail: french@fides.org (indicar en francés, latín o italiano el texto de la oración enviada y el idioma)
07/09/2006 02:24
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 5.394
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
27/09/2006 05:25
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 5.877
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Repuesta del Papa a sacerdotes sobre la liturgia (III)


CASTEL GANDOLFO, martes, 26 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la tercera de las cinco respuestas espontáneas que ofreció Benedicto XVI a otras tantas preguntas de los sacerdotes de la diócesis de Albano, donde se encuentra la residencia pontificia de Castel Gandolfo. El encuentro tuvo lugar el 31 de agosto.



La liturgia



Don Vittorio Petruzzi, vicario parroquial en Aprilia: Santidad, para el año pastoral que está a punto de comenzar nuestra diócesis ha sido llamada por el obispo a prestar atención particular a la liturgia, tanto a nivel teológico como en la práctica de las celebraciones. Las semanas residenciales, en las que participaremos el próximo mes de septiembre, tendrán como tema central de reflexión: "Programar y realizar el anuncio en el Año litúrgico, en los sacramentos y en los sacramentales". Los sacerdotes estamos llamados a realizar una liturgia "seria, sencilla y hermosa", según una bella fórmula recogida en el documento "Comunicar el Evangelio en un mundo que cambia" del Episcopado italiano. Padre Santo, ¿puede ayudarnos a comprender cómo se puede llevar todo esto a la práctica en el ars celebrandi?
BENEDICTO XVI: También en el ars celebrandi existen varias dimensiones. La primera es que la celebratio es oración y coloquio con Dios, de Dios con nosotros y de nosotros con Dios. Por tanto, la primera exigencia para una buena celebración es que el sacerdote entable realmente este coloquio. Al anunciar la Palabra, él mismo se siente en coloquio con Dios. Es oyente de la Palabra y anunciador de la Palabra, en el sentido de que se hace instrumento del Señor y trata de comprender esta palabra de Dios, que luego debe transmitir al pueblo. Está en coloquio con Dios, porque los textos de la santa misa no son textos teatrales o algo semejante, sino que son plegarias, gracias a las cuales, juntamente con la asamblea, hablamos con Dios.

Así pues, es importante entrar en este coloquio. San Benito, en su "Regla", hablando del rezo de los Salmos, dice a los monjes: "Mens concordet voci". La vox, las palabras preceden a nuestra mente. De ordinario no sucede así. Primero se debe pensar y luego el pensamiento se convierte en palabra. Pero aquí la palabra viene antes. La sagrada liturgia nos da las palabras; nosotros debemos entrar en estas palabras, encontrar la concordia con esta realidad que nos precede.

Además de esto, debemos también aprender a comprender la estructura de la liturgia y por qué está articulada así. La liturgia se ha desarrollado a lo largo de dos milenios e incluso después de la reforma no es algo elaborado sólo por algunos liturgistas. Sigue siendo una continuación de un desarrollo permanente de la adoración y del anuncio. Así, para poder sintonizar bien con ella, es muy importante comprender esta estructura desarrollada a lo largo del tiempo y entrar con nuestra mens en la vox de la Iglesia.

En la medida en que interioricemos esta estructura, en que comprendamos esta estructura, en que asimilemos las palabras de la liturgia, podremos entrar en consonancia interior, de forma que no sólo hablemos con Dios como personas individuales, sino que entremos en el "nosotros" de la Iglesia que ora; que transformemos nuestro "yo" entrando en el "nosotros" de la Iglesia, enriqueciendo, ensanchando este "yo", orando con la Iglesia, con las palabras de la Iglesia, entablando realmente un coloquio con Dios.

Esta es la primera condición: nosotros mismos debemos interiorizar la estructura, las palabras de la liturgia, la palabra de Dios. Así nuestro celebrar es realmente celebrar "con" la Iglesia: nuestro corazón se ha ensanchado y no hacemos algo, sino que estamos "con" la Iglesia en coloquio con Dios. Me parece que la gente percibe si realmente nosotros estamos en coloquio con Dios, con ellos y, por decirlo así, si atraemos a los demás a nuestra oración común, si atraemos a los demás a la comunión con los hijos de Dios; o si, por el contrario, sólo hacemos algo exterior.

El elemento fundamental de la verdadera ars celebrandi es, por tanto, esta consonancia, esta concordia entre lo que decimos con los labios y lo que pensamos con el corazón. El "sursum corda", una antiquísima fórmula de la liturgia, ya debería ser antes del Prefacio, antes de la liturgia, el "camino" de nuestro hablar y pensar. Debemos elevar nuestro corazón al Señor no sólo como una respuesta ritual, sino como expresión de lo que sucede en este corazón que se eleva y arrastra hacia arriba a los demás.

En otras palabras, el ars celebrandi no pretende invitar a una especie de teatro, de espectáculo, sino a una interioridad, que se hace sentir y resulta aceptable y evidente para la gente que asiste. Sólo si ven que no es un ars exterior, un espectáculo —no somos actores—, sino la expresión del camino de nuestro corazón, entonces la liturgia resulta hermosa, se hace comunión de todos los presentes con el Señor.

Naturalmente, a esta condición fundamental, expresada en las palabras de san Benito: "Mens concordet voci", es decir, que el corazón se eleve realmente al Señor, se deben añadir también cosas exteriores. Debemos aprender a pronunciar bien las palabras. Cuando yo era profesor en mi patria, a veces los muchachos leían la sagrada Escritura, y la leían como se lee el texto de un poeta que no se ha comprendido.

Como es obvio, para aprender a pronunciar bien, antes es preciso haber entendido el texto en su dramatismo, en su presente. Así también el Prefacio. Y la Plegaria eucarística. Para los fieles es difícil seguir un texto tan largo como el de nuestra Plegaria eucarística. Por eso, se han "inventado" siempre plegarias nuevas. Pero con Plegarias eucarísticas nuevas no se responde al problema, dado que el problema es que vivimos un tiempo que invita también a los demás al silencio con Dios y a orar con Dios. Por tanto, las cosas sólo podrán mejorar si la Plegaria eucarística se pronuncia bien, incluso con los debidos momentos de silencio, si se pronuncia con interioridad pero también con el arte de hablar.

De ahí se sigue que el rezo de la Plegaria eucarística requiere un momento de atención particular para pronunciarla de un modo que implique a los demás. También debemos encontrar momentos oportunos, tanto en la catequesis como en otras ocasiones, para explicar bien al pueblo de Dios esta Plegaria eucarística, a fin de que pueda seguir sus grandes momentos: el relato y las palabras de la institución, la oración por los vivos y por los difuntos, la acción de gracias al Señor, la epíclesis, de modo que la comunidad se implique realmente en esta plegaria.

Por consiguiente, hay que pronunciar bien las palabras. Luego, debe haber una preparación adecuada. Los monaguillos deben saber lo que tienen que hacer; los lectores deben saber realmente cómo han de pronunciar. Asimismo, el coro, el canto, deben estar preparados; el altar se debe adornar bien. Todo ello, aunque se trate de muchas cosas prácticas, forma parte del ars celebrandi. Pero, para concluir, este arte de entrar en comunión con el Señor, que preparamos con toda nuestra vida sacerdotal, es un elemento fundamental.

[Las dos respuestas anteriores fueron publicadas por Zenit el 22 y el 21 de septiembre. El resto de las preguntas se publicará en los próximos días.

Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
01/10/2006 20:51
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 5.973
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
La riqueza de la liturgia benedictina
Entrevista al presidente del Pontificio Instituto Litúrgico de Roma

SANTO DOMINGO DE SILOS, domingo, 1 octubre 2006 (ZENIT.org).- ¿Existe una liturgia benedictina? En una conversación con el monje benedictino Juan Javier Flores -presidente del Pontificio Instituto Litúrgico de Roma (en el Ateneo Pontificio San Anselmo)- Zenit ha explorado esta cuestión, sumamente actual desde la elección de Benedicto XVI.

El padre Juan Javier Flores, de la Abadía Benedictina de Santo Domingo de Silos, explica en esta entrevista la influencia de los monasterios benedictinos en la vida litúrgica de la Iglesia.

--¿Se puede hablar específicamente de una liturgia benedictina o es una expresión inadecuada?

--P. Flores: No existe una «liturgia monástica», como no existe una liturgia benedictina, ni ha existido nunca; existe un modo monástico o benedictino de celebrar la sagrada liturgia. Porque la liturgia pertenece a la Iglesia y es pensada, actuada y vivida para todos los cristianos.

Los monjes no se apartan de la liturgia de la Iglesia, sino que más bien se aprovechan de ella y viven de ella, puesto que la liturgia es de la Iglesia.

Con este principio como base, pienso que la liturgia en los monasterios de hoy debe ser una liturgia que refleje el espíritu y la letra de los libros litúrgicos renovados tras la reforma litúrgica.

Sin nostalgias ni vueltas a un pasado romántico, los monasterios estuvieron en la vanguardia del movimiento litúrgico y, en línea con ello, deberán continuar siendo lugares donde se celebra y se vive la liturgia de hoy con el espíritu de siempre.

La Regla de San Benito no tiene ninguna peculiaridad respecto a la Eucaristía o al resto de los sacramentos. Es un documento del siglo VI; luego refleja la situación eclesial del momento.

Sólo en lo referente al oficio divino -que ahora llamamos liturgia de las horas- tiene una gran peculiaridad y originalidad. A lo largo del tiempo y hasta hoy, ha habido en la Iglesia latina dos tipos de oficios, el monástico y el oficio catedral o clerical.

El oficio benedictino se funda en principios de la tradición monástica anterior, reúne y ordena elementos litúrgicos que en su tiempo aparecen en uso en distintas iglesias. Tanto en su conjunto como en innumerables detalles el oficio divino de la Regla benedictina tiene una gran originalidad.

--¿Cuál ha sido la influencia de los benedictinos en la historia de la liturgia?

--P. Flores: Los monasterios benedictinos por tanto han tenido desde su inicio un oficio divino diverso del clero diocesano y de los demás religiosos basándose en la distribución que del salterio hace San Benito.

El principio de la Regla que se ha sido mantenido categóricamente durante los siglos hasta ahora es que «se atienda a que cada semana se recite íntegro el salterio de ciento cincuenta salmos…» (RB 18). Hay que admitir que no se trata aquí de una -y menos aún de la- forma existencial de la vida monástica benedictina, pero sí de su modo de organizar algo tan importante como es la oración comunitaria.

Y también hay que reconocer que la piedad monástica desde el principio en una gran medida ha estado marcada por la piedad de los salmos.

Dado que es cierto que los monasterios benedictinos no deben ser museos de historia de la Iglesia ni de historia de la liturgia, en consecuencia no se deberían transformar en eso; no obstante, es muy legítima la esperanza de que se pueda mantener en los monasterios benedictinos el Psalterium per hebdomadam, que tiene más de 1.500 años de tradición, por lo menos en el oficio monástico.

Pero los monasterios benedictinos se adaptan al tiempo y al lugar. El poder apartarse del principio asumido por el monacato de rezar los 150 salmos en un modo determinado, ya se prevé en el mismo capítulo 18 de la regla benedictina: «sobre todo advertimos que si por ventura a alguno no gustare esta distribución de salmos, la ordene de otro modo, si le pareciere mejor» (RB 18, 22) pero -añade San Benito- manteniendo el anterior principio del salterio semanal.

--¿Cómo se organiza la distribución de los salmos?

--P. Flores: La reforma del oficio divino en los monasterio benedictinos se basa únicamente en el Thesaurus Liturgiæ Horarum Monasticæ, preparado por y para la Confederación Benedictina, donde ya se plantean otros modos de distribución del salterio según las posibilidades de los distintos monasterio.

Entre las cuatro posibilidades que pueden escoger los monasterios está el esquema A -o de la Regla-, el esquema B -Fuglister- que distribuye el salterio en una o dos semanas con criterios exegéticos y bíblicos distintos a los que en su día tuviera San Benito, más otros dos esquemas que han tenido menos resonancia.

Por lo tanto hoy los distintos monasterios tienen opción de optar por un oficio divino que responda más a las exigencias de tiempo, lugar y trabajo de cada monasterio.

Algunos han optado por mantener el esquema tradicional benedictino; una gran mayoría sigue hoy el esquema B con distribución del salterio en una o dos semanas; algunos incluso han optado por adoptar la misma liturgia de las horas romana.

Es, por lo tanto, más una responsabilidad propia de cada monasterio benedictino escoger uno u otro esquema, sabiendo que entre los elementos de la vida benedictina el Oficio Divino debe ocupa el primer lugar (RB 8,20; 43,3) y nada se debe de anteponer a él.

--¿Qué repercusión tienen los monasterios benedictinos en la vida litúrgica de la Iglesia?

--P. Flores: A lo largo de los siglos los monasterios benedictinos han sido lugares de irradiación espiritual y litúrgica; más aún, ellos han mantenido durante la Edad Media la cultura y de sus escuelas surgieron los personajes de la Iglesia del momento. Pensemos en los grandes monasterios como Cluny, Saint Gall, etc.

En 1909, precisamente en torno al monasterio belga de Mont César, da inicio el «movimiento litúrgico» de manos de don Lamberto Beauduin que de ser sacerdote dedicado al mundo obrero había pasado a ser a monje benedictino en dicho monasterio. De este movimiento litúrgico se pasó a la reforma litúrgica a raíz del Concilio Vaticano II.

Fueron los monasterios benedictinos centros de irradiación espiritual y por lo tanto litúrgica; pensemos en Solesmes (Francia), Beuron y Maria Laach (Alemania), Montserrat y Silos (España), Montecasino y Subiaco (Italia), Maredsous y el ya citado de Mont César (Bélgica), etcétera.

Todos estos monasterios tienen sus puertas abiertas a su tesoro más precioso, su oración litúrgica, de modo que la oración de la comunidad que allí vive es compartida con huéspedes y visitantes que son introducidos en ese modo en la gran oración de la Iglesia.

Esto puede considerarse el apostolado monástico por excelencia. De ese modo han evangelizado los monasterios. También hoy existe un modo excelente de pasar las «vacaciones» yéndose a una hospedería monástica y participando en las distintas horas de la jornada, al compás y con la ayuda de los monjes y monjas benedictinos.

--¿El Papa Benedicto XVI ha recibido influencia de esta espiritualidad litúrgica benedictina?

--P. Flores: El Papa Benedicto XVI ha manifestado un gran amor y aprecio por la orden benedictina y por San Benito a lo largo de su trayectoria. El hecho de haber escogido el nombre del patriarca de los monjes de occidente es muy significativo, como él mismo lo explicó a los pocos días de su elección.

La liturgia ha formado parte de su vida, como él mismo dice en su autobiografía, ya desde sus años de seminario. Visitaba regularmente el monasterio benedictino alemán de Scheyern en Baviera y cada año por la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, viviendo ya en Roma, se dirigía al monasterio de las monjas benedictinas de Rosano, cerca de Florencia, donde participaba en la liturgia de las monjas y presidía personalmente la procesión del Corpus.

30/10/2006 01:56
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 6.406
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
31/10/2006 06:17
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 6.435
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
La oración de abandono
La oración se parece a la amistad, primero se comunican muchos pensamientos y sentimientos y, poco a poco, las palabras disminuyen para mantenerse en un profundo silencio ante el otro.

El progreso en la oración es el de un continuo empobrecimiento. Mientras que en los demás órdenes el progreso se da en la adquisición de nuevos conocimientos, en la oración todo termina por reducirse a una sola intuición o a algunas palabras repetidas indefinidamente. Por ejemplo, el puro sentimiento e la presencia de Dios te mantiene en silencio a lo largo de toda tu oración, o murmuras durante horas una sola invocación como la oración de Jesús.

La experiencia de la oración se parece a la de la amistad. En los comienzos, sientes la necesidad de comunicar a tu amigo muchos pensamientos y sentimientos y, poco a poco, las palabras disminuyen para mantenerte en un profundo silencio ante el otro. Lo mismo sucede en la oración;: a medida que avanzas, el silencio va adquiriendo más tiempo e importancia que las palabras. Todo tiene lugar en un más allá de las palabras y te basta una breve palabra de la Escritura para alimentar toda tu oración.

Autor: Jean Lafrance | Fuente: Catholic.net
07/11/2006 05:11
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 6.555
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Asociación del Rosario Santo Domingo El Real
www.cofradiarosario.net/inicio.htm

12/11/2006 01:17
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 6.623
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Chegou uma pobre viúva
A vida não termina, ''transforma-se'': pregador do Papa fala da existência no céu
ZENIT.org - Comentário do Padre Raniero Cantalamessa, ofmcap, Pregador da Casa Pontifícia, à liturgia do próximo domingo, XXXII do tempo comum.

XXXII Domingo do tempo comum (B)
1Re 17, 10-16; Hebreus 9, 24-28; Marcos 12, 38-44

Um dia, estando frente ao baú do tesouro do templo, Jesus observa os que ali deixavam esmolas. Fixa-se em uma pobre viúva que deposita ali tudo quanto tem: duas moedinhas, ou seja, alguns centavos. Então, volta-se a seus discípulos e diz: "Digo-vos em verdade que esta viúva pobre deu mais dinheiro que todos os que deixaram esmolas no baú do tesouro. Pois todos deram do que lhes sobrava; esta, ao contrário, deu do que necessitava, tudo o que possuía, tudo o que tinha para viver".

Podemos chamar este domingo de "domingo das viúvas". Também na primeira leitura se relata a história de uma viúva: a viúva de Sarepta, que se priva de tudo quanto tem (um punhado de farinha e um pouco de azeite) para dar de comer ao profeta Elias.

É uma boa ocasião para dedicar nossa atenção às viúvas e, naturalmente, também aos viúvos de hoje. Se a Bíblia fala com tanta freqüência das viúvas e jamais dos viúvos é porque na sociedade antiga a mulher que ficava sozinha estava em maior desvantagem que o homem que ficava sozinho. Atualmente não existe grande diferença entre ambos; além disso, diz-se que a mulher que fica sozinha se vira, em geral, melhor que o homem na mesma situação.

Desejaria, nesta ocasião, aludir a um tema que interessa vitalmente não somente aos viúvos e viúvas, mas a todos os casados, e que é particularmente atual neste mês dos falecidos. A morte do cônjuge, que marca o final legal de um matrimônio, indica também o final de toda comunhão? Fica algo no céu do vinculo que uniu tão estreitamente duas pessoas na terra, ou, ao contrário, se esquecerá ao cruzar o umbral da vida eterna?

Um dia alguns saduceus apresentaram a Jesus o caso extremo de uma mulher que foi sucessivamente esposa de sete irmãos, e lhe perguntaram de quem seria esta mulher após a ressurreição dos mortos. Jesus respondeu: "Quando ressuscitarem dentre os mortos, nem eles terão mulher nem elas, maridos, mas serão como anjos nos céus" (Marcos 12, 25). Interpretando de maneira errônea esta frase de Cristo, alguns sustentaram que o matrimônio não tem nenhuma continuidade no céu. Mas com esta frase Jesus rejeita a idéia caricaturesca que os saduceus apresentam do além, como se fosse uma simples continuação das relações terrenas entre os cônjuges; não exclui que eles possam reencontrar, em Deus, o vínculo que os uniu na terra.

De acordo com esta perspectiva, o matrimônio não termina de todo com a morte, mas é transfigurado, espiritualizado, subtraído a todos aqueles limites que marcam a vida na terra, como, além disso, não se esquecem dos vínculos existentes entre pais e filhos, ou entre amigos. Em um prefácio dos falecidos, a liturgia proclama: "A vida não termina, mas se transforma". Também o matrimônio, que é parte da vida, é transfigurado, não suprimido.

Mas o que dizer a quem teve uma experiência negativa de incompreensão e de sofrimento, no matrimônio terreno? Não é para eles motivo de temor, ao invés de consolo, a idéia de que o vínculo não se rompa nem com a morte? Não, porque no passar do tempo à eternidade o bem permanece, o mal cai. O amor que os uniu, talvez até por pouco tempo, permanece; os defeitos, as incompreensões, os sofrimentos que se infligiram reciprocamente caem. E mais ainda, este sofrimento, aceito com fé, se converterá em glória. Muitíssimos cônjuges experimentarão só quando se reunirem "em Deus" o amor verdadeiro entre si e, com ele, o gozo e a plenitude da união que não desfrutaram na terra. Em Deus tudo será entendido, tudo será desculpado, tudo será perdoado.

Dir-se-á: e os que estiveram legitimamente casados com várias pessoas? Por exemplo os viúvos e as viúvas que se voltam a casar? (Foi o caso apresentado a Jesus dos sete irmãos que haviam tido, sucessivamente, por esposa, a mesma mulher). Também para eles devemos repetir o mesmo: o que houve de amor e doação autêntica com cada um dos esposos ou das esposas que tiveram, sendo objetivamente um «bem» e vindo de Deus, não será suprimido. Lá em cima já não haverá rivalidade no amor ou ciúmes. Estas coisas não pertencem ao amor verdadeiro, mas à limitação intrínseca da criatura.


Tradução: Zenit

[Modificato da @Nessuna@ 12/11/2006 1.18]

18/11/2006 06:31
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 6.731
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
ORIENTAÇÕES LITÚRGICAS


O Santo Padre Bento XVI virá ao Brasil, em maio de 2007, para abrir a V Conferência Geral do Episcopado da América Latina e do Caribe, a realizar-se no Santuário de Nossa Senhora Aparecida, em Aparecida, São Paulo. Todo o Brasil, particularmente pela televisão, poderá participar dessa ocasião para fortalecimento de nossa fé.

Pareceu-me oportuno recordar, em preparação a essa visita, um documento de João Paulo II, com data de 17 de abril do ano de 2003. Veio à lume a sua 14ª Carta Encíclica, denominada “Ecclesia de Eucharistia”. A Eucaristia “está colocada no centro da vida eclesial” (nº 3). É de amargura a seguinte expressão de João Paulo II: “Sinto um veemente apelo para que as normas litúrgicas sejam observadas, com grande fidelidade, na celebração eucarística” (nº 52). O Santo Padre observou que elementos positivos e negativos se desenvolveram na celebração do culto após o Concílio Vaticano II.

E acrescentou: “Precisamente para reforçar este sentido profundo das normas litúrgicas, pedi aos dicastérios competentes da Cúria Romana que preparem, sobre este tema de grande importância, um documento específico, incluindo também referências de caráter jurídico. A ninguém é permitido aviltar este mistério que está confiado às nossas mãos: é demasiado grande para que alguém possa permitir-se tratá-lo a seu livre arbítrio, não respeitando o seu caráter sagrado nem a sua dimensão universal” (ibidem).

Em obediência às diretrizes de João Paulo II, a Congregação para o Culto Divino e a Disciplina para os Sacramentos publicou a Instrução “Redemptionis Sacramentum”, sobre procedimentos que se devem observar e evitar acerca da Santíssima Eucaristia, com data de 25 de março de 2004, e deu às Conferências Episcopais as seguintes orientações: “Todas as normas referentes à Liturgia que a Conferência de Bispos determine para seu território, conforme as normas do direito, se devem submeter ao reconhecimento da Congregação para o Culto Divino e a Disciplina dos Sacramentos, sem a qual não têm valor legal” (nº 28). Ao se dirigir aos presbíteros, assim se expressou: “Infelizmente, ou lamentavelmente, sobretudo a partir dos anos da reforma litúrgica depois do Concílio Vaticano II, por um mal-entendido no sentido de criatividade e de adaptação, não têm faltado os abusos, dos quais muitos têm sido causa de mal-estar” (nº 30). E ainda, dirigindo-se aos sacerdotes: “Não esvaziem o próprio ministério de seu significado profundo, deformando de maneira arbitrária a celebração litúrgica, seja com mudanças, com mutilações ou com acréscimos. Com efeito, diz Santo Ambrósio: ‘Não em si (...), mas sim nos outros é que é ferida a Igreja. Portanto, tenhamos cuidado para que nossas quedas não destruam a Igreja’. No falar, que não seja ofendida a Igreja de Deus, pelos sacerdotes, que tão solenemente se têm oferecido, eles mesmos, ao ministério. Ao contrário, sob a autoridade do Bispo vigiem fielmente para que estas deformações não sejam realizadas pelos outros” (nº 31).

Quanto à celebração correta da Santa Missa, entre outros, destacou os seguintes exemplos dados no documento pontifício: “Só se podem utilizar as Orações Eucarísticas que se encontram no Missal Romano ou aquelas que têm sido legitimamente aprovadas pela Sé apostólica (...). ‘Não se pode tolerar que alguns sacerdotes reivindiquem para si o direito de compor orações eucarísticas’, nem modificar o texto aprovado pela Igreja, nem utilizar outras composições feitas por pessoas privadas” (nº 51).

Muitas outras determinações, a serem observadas fielmente por todo aquele que é obediente à Igreja de Cristo, são apresentadas. Assim, enquanto o sacerdote celebrante pronuncia a Oração Eucarística “’não se realizarão outras orações ou cantos e estarão em silêncio o órgão e os outros instrumentos musicais’, salvo as aclamações do povo, como rito aprovado” (nº 53). (...) em alguns lugares se tem difundido o abuso de que o sacerdote parte a hóstia no momento da consagração, durante a celebração da santa Missa. Este abuso se realiza contra a tradição da Igreja. Seja reprovado e corrigido com urgência” (nº 55). E ainda: “Cesse a prática reprovável de que sacerdotes, ou diáconos, ou mesmo os fiéis leigos, modifiquem e variem, a seu próprio arbítrio, aqui ou ali, os textos da sagrada Liturgia que eles pronunciam” (nº 59). Quanto à paz, antes da sagrada comunhão, “convém que cada um dê a paz, sobriamente, só aos mais próximos a si” (nº 72).

O capítulo VIII da Instrução “Redemptionis Sacramentum” assim se intitula: “As correções”. Trata dos remédios aos diversos abusos, graves ou não, mas todos merecedores de atenção para evitá-los ou corrigí-los. Mesmo os não elencados, no documento, requerem a devida emenda segundo as normas do Direito: “O Bispo diocesano, ‘por ser o dispensador principal dos mistérios de Deus, tem de cuidar incessantemente para que os fiéis que lhe estão confiados cresçam na graça pela celebração dos sacramentos, e conheçam e vivam o mistério pascal’. Ao Bispo ainda corresponde, ‘dentro dos limites de sua competência, dar normas obrigatórias para todos sobre matéria litúrgica’” (nº 176).

Será de grande valia a observância integral e generosa da Instrução “Redemptionis Sacramentum”, elaborada pela Congregação para o Culto Divino e a Disciplina dos Sacramentos, seguindo a trilha da “Ecclesia de Eucharistia” do Santo Padre João Paulo II. A obediência a essas normas é um sinal de nossa fidelidade ao Sucessor de Pedro.

Com muita alegria e esperança aguardamos a chegada do Santo Padre Bento XVI ao Brasil. O objetivo da viagem é abrir a V Conferência Geral do Episcopado da América Latina e do Caribe. As reuniões anteriores contaram com a presença do Santo Padre, a começar de Paulo VI. A próxima será realizada, de 13 a 31 de maio, no Santuário de Nossa Senhora Aparecida, em Aparecida. Nos dias 09 a 11 ele permanecerá na cidade de São Paulo. Terá encontros com o Episcopado Nacional, a juventude, os sacerdotes e as religiosas, as Autoridades civis e uma celebração eucarística com a participação do povo.

A grandiosidade do evento se fará sentir em todo o nosso País. Trata-se, evidentemente, de aproveitar esse período preparatório para o aperfeiçoamento no tocante à vida espiritual e ao trabalho pastoral. É uma oportunidade para oferecer ao Santo Padre a real figura de uma Igreja florescente e também preocupada em seguir, com generosidade, as diretrizes que nos vêm do Magistério Pontifício. Isto marca profundamente as características da universalidade na obra fundada por Cristo e que tem por alicerce visível, o Santo Padre, Bento XVI.



Cardeal D. Eugenio de Araújo Sales
Arcebispo Emérito da Arquidiocese do Rio de Janeiro
25/11/2006 22:26
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 6.819
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Predicador del Papa: Cristo Rey, «humanísimo y trascendente» a la vez

Comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., a la liturgia del próximo domingo

ROMA, viernes, 24 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. -predicador de la Casa Pontificia- a la liturgia del próximo domingo –solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo-, XXXIV y último del tiempo ordinario.



* * *




Le veréis venir entre las nubes del cielo...




XXXIV Domingo del tiempo ordinario (B): Solemnidad de Cristo Rey
Daniel 7, 13-14; Apocalipsis 1, 5-8; Juan 18, 33b-37



En el Evangelio de este domingo, Pilato pregunta a Jesús: «¿Eres tú el Rey de los judíos?», y Jesús responde: «Sí, como dices, soy Rey». Poco antes, Caifás le había dirigido la misma pregunta de otra forma: «¿Eres tú el Hijo de Dios bendito?», y también esta vez Jesús respondió afirmativamente: «Sí, yo soy». Es más: según el Evangelio de Marcos [Mc, 14, 62. Ndt.], Jesús reforzó esta respuesta, citando y aplicándose aquello que el profeta Daniel había dicho del Hijo del hombre que viene entre las nubes del cielo y recibe el reino que nunca pasará (primera lectura). Una visión grandiosa en la que Cristo aparece dentro de la historia y por encima de ella, temporal y eterno.

Junto a esta imagen gloriosa de Cristo hallamos, en las lecturas de la solemnidad, la del Jesús humilde y sufriente, más preocupado de hacer de sus discípulos reyes que de reinar sobre ellos. En el pasaje del Apocalipsis Él es definido como quien «nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre».

Ha sido siempre difícil mantener unidas estas dos prerrogativas de Cristo –majestad y humildad-, derivadas de sus dos naturalezas, divina y humana. El hombre de hoy no tiene dificultad para reconocer en Jesús al amigo y al hermano universal, pero encuentra difícil proclamarle también Señor y reconocerle un poder real sobre él.

En las películas sobre Jesús, esta dificultad salta a la vista. En general, el cine ha optado por el Jesús humilde, perseguido, incomprendido, tan cercano al hombre como para compartir sus luchas, sus rebeliones, su deseo de una vida normal. En esta línea se sitúan Jesucristo Superstar y, de manera más cruda y desacralizadora, La última tentación de Cristo –de Martin Scorsese-. También Pier Paolo Pasolini, en el Evangelio según Mateo, nos presenta a este Jesús amigo de los apóstoles y de los hombres, a nuestro alcance, si bien no carente de cierta dimensión de misterio, expresada con mucha poesía, sobre todo a través de algunos eficacísimos silencios. Sólo Franco Zeffirelli, en su Jesús de Nazaret, se esforzó por mantener juntos los dos rasgos de Él. Ahí se ve a Jesús como hombre entre los hombres, afable y a la mano, pero a la vez como alguien que, con sus milagros y su resurrección, nos sitúa ante el misterio de su persona que trasciende lo humano.

No se trata de descalificar los intentos de reproponer en términos accesibles y populares el acontecimiento de Jesús. En su tiempo Jesús no se ofendía si «la gente» le consideraba uno de los profetas. Pero preguntaba a los apóstoles: «¿Y vosotros quién decís que soy yo?», dando a entender que las respuestas de la gente no eran suficientes.

El Jesús que la Iglesia nos presenta en la solemnidad de Cristo Rey es el Jesús completo, humanísimo y trascendente. En París se conserva, bajo custodia especial, la barra que sirve para establecer la longitud exacta del metro, a fin de que esta unidad de medida, introducida por la Revolución Francesa, no se altere con el paso del tiempo. De forma similar, en la comunidad de creyentes que es la Iglesia, se custodia la verdadera imagen de Jesús de Nazaret que debe servir como criterio para medir la legitimidad de toda representación suya en la literatura, en el cine, en el arte.

No se trata de una imagen fija e inerte, que hay que conservar al vacío, como el metro, sino de un Cristo vivo que crece en la comprensión misma de la Iglesia, también a raíz de las cuestiones y de las provocaciones siempre nuevas planteadas por la cultura y por el progreso humano.

[Traducción del italiano realizada por Zenit]
26/11/2006 19:04
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 6.841
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Tiempo de Adviento – “Alma Redemptoris Mater”

26 de Noviembre (Agencia Fides) - El domingo 3 de diciembre, Primer domingo de Adviento, iniciará el nuevo Año Litúrgico. El período del Adviento es un tiempo de espera que asume diversas formas: por un lado nos hace revivir la espera del pueblo hebreo de la llegada del Mesías, la espera del nacimiento de Jesús; por otra la espera de la llegada de Cristo al final de los tiempos. En más, entre estas dos venidas de Cristo, se espera la venida actual de Cristo en su Iglesia.

Las grandes figuras del período del Adviento. Los grandes testigos de la espera de la llegada de Cristo, durante el Adviento, son el profeta Isaías, San Juan Bautista y Maria. Ellos marcan el desarrollo del tiempo del Adviento. El profeta Isaías expresa la esperanza mesiánica, anuncia el nacimiento del Emmanuel.

Encarna al mismo tiempo la preparación de Dios y los deseos de la humanidad. Juan Bautista anuncia la llegada cercana del Mesías e invita a un bautismo de conversión por prepararse. Él es el precursor. Maria acepta ser la Madre del Mesías. Es el símbolo de la inhabitación de Dios en nosotros.

El segundo Prefacio del Adviento expresa esta espera: "Él fue anunciado por todos los profetas, la Virgen lo esperó y lo llevó en su seno con inefable amor, Juan lo proclamó ya próximo y lo indicó presente en el mundo. El mismo Señor, que nos concede prepararnos con alegría al misterio de su Nacimiento, nos encuentre vigilantes en la oración, alegres en su alabanza"

"Alma Redemptoris Mater...", "Virgen Madre del Redentor...". Así invocamos a María en el tiempo navideño, con una antigua y sugestiva antífona mariana, que, por lo demás, prosigue con estas palabras: "Tu, quae genuisti, natura mirante, tuum sanctum Genitorem", "Ante la admiración de toda la creación, engendraste a tu santo Creador". (Juan Pablo II Audiencia General Miércoles 7 de enero de 2004)


"Salve, Madre soberana del Redentor,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar;
socorre al pueblo que sucumbe y
lucha por levantarse,
Tú que para asombro de la naturaleza
has dado el ser humano a tu Creador.
Virgen antes y después del parto, que
recibiste aquel saludo de la boca de Gabriel,
ten piedad de nosotros".


Links:
La catequesis del Papa Juan Pablo II sobre la oración Alma Redemptoris Mater
www.fides.org/ita/approfondire/preghiere/udienza_070104.doc

Links:
La oración "Alma Redemptoris Mater" en diversas lenguas
www.fides.org/ita/approfondire/preghiere/alma_redemptoris_m...



05/12/2006 03:12
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 6.979
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Adviento


Latin ad-venio, llegar.

Conforme al uso actual [1910], el Adviento es un tiempo litúrgico que comienza en el Domingo más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol (30 de Noviembre) y abarca cuatro Domingos. El primer Domingo puede adelantarse hasta el 27 de Noviembre, y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse hasta el 3 de Diciembre, teniendo solo veintiún días.

Con el Adviento comienza el año eclesiástico en las Iglesias occidentales. Durante este tiempo los creyentes son exhortados

a prepararse dignamente a celebrar el aniversario de la venida del Señor al mundo como la encarnación del Dios de amor,
de manera que sus almas sean moradas adecuadas al Redentor que viene a través de la Sagrada Comunión y de la gracia, y
en consecuencia estén preparadas para su venida final como juez, en la muerte y en el fin del mundo.
Simbolismo

La Iglesia prepara la Liturgia en este tiempo para lograr este fin. En la oración oficial, el Breviario, en el Invitatorio de Maitines, llama a sus ministros a adorar "al Rey que viene, al Señor que se acerca", "al Señor que está cerca", " al que mañana contemplaréis su gloria". Como Primera Lectura del Oficio de Lectura introduce capítulos del profeta Isaías, que hablan en términos hirientes de la ingratitud de la casa de Israel, el hijo escogido que ha abandonado y olvidado a su Padre; que anuncian al Varón de Dolores herido por los pecados de su pueblo; que describen fielmente la pasión y muerte del Redentor que viene y su gloria final; que anuncian la congregación de los Gentiles en torno al Monte Santo. La Segunda Lectura del Oficio de Lectura en tres Domingos están tomadas de la octava homilía del Papa San León (440-461) sobre el ayuno y la limosna como preparación para la venida del Señor, y en uno de los Domingos (el segundo) del comentario de San Jerónimo sobre Isaías 11:1, cuyo texto él interpreta referido a Santa María Virgen como "el renuevo del tronco de Jesé". En los himnos del tiempo encontramos alabanzas a la venida de Cristo como Redentor, el Creador del universo, combinados con súplicas al juez del mundo que viene para protegernos del enemigo. Similares ideas son expresadas los últimos siete días anteriores a la Vigilia de Navidad en las antífonas del Magnificat . En ellas, la Iglesia pide a la Sabiduría Divina que nos muestre el camino de la salvación; a la Llave de David que nos libre de la cautividad; al Sol que nace de lo alto que venga a iluminar nuestras tinieblas y sombras de muerte, etc. En las Misas es mostrada la intención de la Iglesia en la elección de las Epístolas y Evangelios. En las Epístolas se exhorta al creyente para que, dada la cercanía del Redentor , deje las actividades de las tinieblas y se pertreche con las armas de la luz; que se conduzca como en pleno día, con dignidad, y vestido del Señor Jesucristo; muestra como las naciones son llamadas a alabar el nombre del Señor; invita a estar alegres en la cercanía del Señor, de manera que la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie los corazones y pensamientos en Cristo Jesús; exhorta a no juzgar, a dejar que venga el Señor, que manifestará los secretos escondidos en los corazones. En los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria; de Aquel en el que, y a través del que, las profecías son cumplidas; del Guía Eterno en medio de los Judíos; de la voz en el desierto, "Preparad el camino del Señor". La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la encarnación del Hijo de Dios, como si aún no hubiera tenido lugar. El Cardinal Wiseman ha dicho:

Estamos no sólo exhortados a sacar provecho del bendito acontecimiento, sino a suspirar diariamente como nuestros antiguos Padres, "Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase la tierra y brote la salvación." Las Colectas en tres de los cuatro Domingos de este tiempo empiezan con las palabras, "Señor, muestra tu poder y ven" – como si el temor a nuestras iniquidades previniera su nacimiento.

Duración y Ritual

Todos los días de Adviento debe celebrarse el Oficio y Misa del Domingo o Feria correspondiente, o al menos debe ser hecha una Conmemoración de los mismos, independientemente del grado de la fiesta celebrada. En el Oficio Divino el Te Deum, jubiloso himno de alabanza y acción de gracias, se omite; en la Misa el Gloria in excelsis no se dice. El Alleluia, sin embargo, se mantiene. Durante este tiempo no puede hacerse la solemnización del matrimonio (Misa y Bendición Nupcial); incluyendo en la prohibición la fiesta de la Epifanía. El celebrante y los ministros consagrados usan vestiduras violeta. El diácono y subdiácono en la Misa, en lugar de las dalmáticas usadas normalmente, llevan casullas plegadas. El subdiácono se la quita durante la lectura de la Epístola, y el diácono la cambia por otra, o por una estola más ancha, puesta sobre el hombro izquierdo entre el canto del Evangelio y la Comunión. Se hace una excepción en el tercer Domingo (Domingo Gaudete), en el que las vestiduras pueden ser rosa, o de un violeta enriquecido; los ministros consagrados pueden en este Domingo vestir dalmáticas, que también pueden ser usadas en la Vigilia de la Navidad, aunque fuera en el cuarto Domingo de Adviento. El Papa Inocencio III (1198-1216) estableció el negro como el color a ser usado durante el Adviento, pero el violeta ya estaba en uso al final del siglo trece. Binterim dice que había también una ley por la que las pinturas debían ser cubiertas durante el Adviento. Las flores y las reliquias de Santos no debían colocarse sobre los altares durante el Oficio y las Misas de este tiempo, excepto en el tercer Domingo; y la misma prohibición y excepción existía relacionada con el uso del órgano. La idea popular de que las cuatro semanas de Adviento simbolizan los cuatro mil años de tinieblas en las que el mundo estaba envuelto antes de la venida de Cristo no encuentra confirmación en la Liturgia.

Origen Histórico

No se puede determinar con exactitud cuando fue por primera vez introducida en la Iglesia la celebración del Adviento. La preparación para la fiesta de la Navidad no debió ser anterior a la existencia de la misma fiesta, y de ésta no encontramos evidencia antes del final del siglo cuarto cuando, de acuerdo con Duchesne [Christian Worship (London, 1904), 260], era celebrada en toda la Iglesia, por algunos el 25 de Diciembre, por otros el 6 de Enero. De tal preparación leemos en las Actas de un sínodo de Zaragoza en el 380, cuyo cuarto canon prescribe que desde el diecisiete de Diciembre hasta la fiesta de la Epifanía nadie debiera permitirse la ausencia de la iglesia. Tenemos dos homilías de San Máximo, Obispo de Turín (415-466), intituladas "In Adventu Domini", pero no hacen referencia a ningún tiempo especial. El título puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías, probablemente la mayor parte de San Cesáreo, Obispo de Arlés (502-542), en las que encontramos mención de una preparación antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no parece que exista ninguna ley general sobre la materia. Un sínodo desarrollado (581) en Mâcon, en la Galia, en su canon noveno ordena que desde el once de Noviembre hasta la Navidad el Sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito Cuaresmal los Lunes, Miércoles, y Viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el tiempo; estos cinco eran reducidos a cuatro por el Papa San Gregorio VII (1073-85). La colección de homilías de San Gregorio el Grande (590-604) empieza con un sermón para el segundo Domingo de Adviento. En el 650 el Adviento era celebrado en España con cinco Domingos. Varios sínodos hicieron cánones sobre los ayunos a observar durante este tiempo, algunos empezaban el once de Noviembre, otros el quince, y otros con el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo octavo. San Teodoro el Estudita (m. 826), que habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los Griegos, no hace mención de este tiempo. En el siglo octavo encontramos que, desde el 15 Noviembre a la Navidad, es observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los Rutenianos (1720) ordenaba el ayuno de acuerdo a la vieja regla desde el quince de Noviembre. Esta es la regla al menos para algunos de los Griegos. De manera similar, los ritos Ambrosiano y Mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno.

FRANCIS MERSHMAN
Transcrito por Carl H. Horst
Traducido por Juan I. Cuadrado
Enciclopedia Católica



10/12/2006 05:01
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 7.030
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Domingo, 10 de dezembro de 2006
www.cancaonova.com/portal/canais/liturgia/
23/12/2006 05:02
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 7.146
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Confirmada modificación Eucaristía: la sangre de Cristo no será derramada por 'todos' sino por 'muchos'

Las agencias DPA y Reuters confirmaron, tal como publicábamos ayer en 'La sangre de Jesucristo no será derramada ya por 'todos' los hombres', que el papa Benedicto XVI modificó la fórmula de la Consagración durante la misa católica, de modo de que en el futuro se dirá que Jesús derramó su sangre "por muchos" hombres en vez de por "todos". La noticia se originó en el diario italiano Corriere della Sera. La decisión está ligada a dos esperados acontecimientos: el Motu Proprio a través del cual el Papa Benedicto XVI concedería la indulgencia universal al Misal de San Pío V podría ser publicado después de Navidad; mientras que la Exhortación Apostólica Post Sinodal sobre la Eucaristía vería la luz a mediados de enero. Todo ello abrirá el paso a una amplia reforma litúrgica tan anunciada y esperada.

Así, según la versión oficial, las palabras que pronunciarán los sacerdotes durante la Eucaristía se ceñirán de ese modo de forma más fiel al texto original en latín. La medida es la primera intervención seria del Papa alemán en la liturgia, y no está exenta de críticas. Quienes la desaprueban afirman que la modificación es incomprensible para los creyentes. En cambio, otros teólogos creen que aclara que "la salvación de los seres humanos por Jesucristo no ocurre de manera automática, sino que depende de la voluntad de cada individuo". También entre nuestros lectores se ha iniciado una polémica.

Estas palabras son pronunciadas por el sacerdote católico para consagrar las hostias con las que se dará la comunión hacia el final de la misa.

El texto latino dice: Hic est enim calix sanquinis mei, (...) qui pro vobis et pro multis effundetur (...). En español, equivale a: "Este es el cáliz de mi sangre (...), que será derramada por vosotros y por muchos (en vez de "todos los") hombres para el perdón de los pecados". Al parecer, el cardenal de la curia Francis Arinze ha informado del cambio a las Conferencias Episcopales en todos los países, pero no entrará en vigor hasta dentro de dos años.

La Congregación que preside el Cardenal Francis Arinze explicaron que el cambio de palabra no es irrelevante desde el punto de vista teológico. La expresión "por todos" daría a entender que la Redención de Jesucristo se extiende automáticamente a todos los hombres, sin importar la cooperación humana; mientras que el original en latín, traducido inadecuadamente a las diversas lenguas después del Concilio Vaticano II, evidencia que, aunque la Redención es accesible para todos los hombres, no son todos los que la acogen adecuadamente y la hacen realidad en sus vidas. El decreto fue aprobado por el Papa Benedicto XVI el 17 de octubre de 2006.

MOTU PROPRIO DESPUÉS DE NAVIDAD, EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EN ENERO

Fuentes cercanas al Vaticano informaron a ACI Prensa que el ‘Motu Proprio’ a través del cual el Papa Benedicto XVI concedería la indulgencia universal al Misal de San Pío V podría ser publicado después de Navidad; mientras que la Exhortación Apostólica Post Sinodal sobre la Eucaristía vería la luz a mediados de enero, decía está agencia el pasado 14 de diciembre.

Las fuentes confirmaron lo declarado a la prensa por el Cardenal Jorge Medina Estévez, quien recientemente participó de la reunión de la Comisión "Ecclesia Dei" –encargada del diálogo con el cisma Lefebvrista–, donde se revisó el borrador final del texto del Motu Proprio.

La indulgencia permitiría que la Misa de San Pío V se celebre libremente, sin el requisito actual que exige el permiso explícito del obispo local. El ‘Motu Proprio’, sin embargo, no aborda el tema canónico de la Sociedad de San Pío X, la organización cismática creada por Mons. Marcel Lefebvre.

La Exhortación Apostólica sobre la Eucaristía, según las mismas fuentes, ya ha sido concluida por el Papa Benedicto XVI y se encuentra en proceso de traducción a los diversos idiomas en los que será presentada.

El texto, que vería la luz después del 15 de enero, según las fuentes, reafirma el "no" a los sacerdotes casados, impulsa el uso del latín en las celebraciones litúrgicas, e incluso solicita que los seminaristas aprendan el uso de esta lengua.

El texto también alentaría a la recuperación del canto gregoriano y la música polifónica sacra en reemplazo de la música moderna; lo que implicaría un retiro gradual de los instrumentos musicales "inadecuados" para la solemnidad y reverencia de la Celebración Eucarística.

Posibles desacuerdos en la Secretaría del Sínodo y en éste mismo con los proyectos de reforma del Papa están retrasando la aparición del documento ya que la reunión de los obispos del mundo tuvo lugar ya hace quince meses y aun el Papa no dispone de las recomendaciones de la Secretaría para la redacción final de la Exhortación.

Infordeus

02/01/2007 04:08
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 7.224
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
Versão doa Oração que originou o Pai Nosso( Aramaico e Português)
www.sintoniasaintgermain.com.br/aramaico_painosso.html

[Modificato da @Nessuna@ 22/01/2007 1.37]

22/01/2007 01:31
 
Email
 
Scheda Utente
 
Modifica
 
Cancella
 
Quota
OFFLINE
Post: 7.440
Registrato il: 09/08/2005
Utente Master
SILÊNCIO NA LITURGIA
Diz a Sagrada Escritura: “Há tempo de calar e tempo de falar” (Eclesiastes 3,5). A muitos cristãos se aplica essa advertência bíblica. Ao entrar em certos templos, o modo como alguns procedem revela falta de Fé na presença eucarística e desconhecimento das exigências de um lugar sagrado. Dentro, continuam o entretenimento iniciado fora, na rua, como se tudo fosse banal. Outras vezes, a palestra, mesmo a meia voz, serve de passatempo, enquanto aguardam o ato litúrgico. A casa de oração é transformada em lugar de conversação. E isso acontece também entre pessoas que deveriam servir de exemplo.

Mais grave ainda quando este comportamento ocorre durante celebrações religiosas. Importa valorizar o silêncio nessas ocasiões e lugares. Ele também significa nossa condição de pecador. É o que se deduz dessa passagem de São Paulo, na Epístola aos Romanos (3, 19): “Toda a boca se cale e o mundo inteiro se reconheça réu em face de Deus”.

O Senhor, no sacrário das igrejas, pede o recolhimento pessoal e da comunidade. Há muitas outras oportunidades de os homens se encontrarem. No templo o relacionamento é com Deus. Manifesta-se de vários modos, pela genuflexão bem feita diante do Santíssimo, pela postura corporal, aproveitamento do tempo pela oração e, em particular, com a homenagem que a criatura presta ao Criador, guardando o silêncio respeitoso nos atos religiosos ou fora deles. Lemos no Evangelho de São Lucas (9,36) que, ao ser revelada a divindade de Cristo na transfiguração do Tabor, “os discípulos mantiveram silêncio”.

O profeta Habacuc (2,20) nos adverte: “O Senhor reside na sua santa morada. Cale-se toda a terra diante dele”. Sofonias (1,7) insiste no mesmo sentido: “Silêncio na presença do Senhor”. Em outras passagens a Sagrada Escritura retoma esse tema.

Um fator que induz à infração de tal dever diante de Deus aos lugares sagrados – e, principalmente, na ocasião das cerimônias – é o esforço por promover uma vivência comunitária. Como a prática religiosa, antes do Concílio Vaticano II, se ressentia de uma forte influência individualista, busca-se expandir uma visão mais conforme à própria natureza da Igreja. Formamos um só corpo, cuja cabeça é Cristo. Nossas ações devem repetir essa perspectiva, não ficando, assim, reduzidas a atitudes isoladas. Para alcançar esse objetivo recomenda-se o que diz respeito ao próximo. Não se exclui dessas atitudes o templo e o que nele ocorre. Com boa vontade, embora mal disciplinada, foram sugeridas ruidosas manifestações estranhas às justas aclamações, aliás, previstas pelas normas litúrgicas. Nesse campo é fácil passar do correto ou razoável para o excesso. Este impede o clima de oração e ofende a santidade do lugar, o que é bem diverso de uma entusiástica participação, no júbilo coletivo, por razões pias. Essa matéria, evidentemente, não se mede pelo ruído, mas pelos motivos que o provocam. A glória de Deus merece calorosos aplausos, como exige a supressão até de murmúrios, quando profanos.

Essas considerações nos levam a especificar algumas circunstâncias para melhor compreensão. Na Santa Missa, o momento da paz por vezes se converte em balbúrdia inaceitável. Pelas diretrizes litúrgicas essa saudação é feita ao mais próximos. Em algumas igrejas, os excessos levam a uma agitação generalizada entre os participantes. O ambiente sagrado, imediatamente antes da Santa Comunhão, é prejudicado.

Certos cânticos mesmo de índole religiosa, podem ser classificados como oportunos em festejos e outros lugares, que não o templo sagrado. O Santo Sacrifício não é ocasião para protestos político-ideológicos, através de canções. Igualmente, a “Oração dos fiéis” não se destina a um momento de criticar ou de difundir determinadas posições, à margem da sacralidade do ato que se celebra.

Os batizados e, principalmente, as celebrações do casamento são, não raras vezes, uma real profanação do lugar sagrado. Qualquer pessoa que possua mediana educação doméstica – nem direi religiosa – jamais terá um comportamento não condizente com o ato e a Casa de Deus. Mesmo desprovido de Fé, possuindo bom senso, assumirá uma atitude respeitosa ao lugar onde se encontra. Ninguém é obrigado a ir, mas se, livremente, ali está, subentende-se que aceita as regras comezinhas de boa convivência humana.

Esses exemplos e outras circunstâncias sugerem a necessidade de inculcar a importância do sagrado, neste mundo que desconhece cada vez mais os valores religiosos.

Qual a metodologia a ser utilizada na preservação de um ambiente verdadeiramente adequado à santidade de nossos templos? A primeira medida será fortalecer o espírito de Fé. A crença bem viva na infinita grandeza de Deus é que nos leva a respeitá-Lo. E o silêncio é uma manifestação desses nossos sentimentos. Ao penetrar nos umbrais da casa do Senhor, por mais humilde e pobre que seja, tenhamos presente a dignidade espiritual do lugar.

Um outro recurso é ter bem viva a responsabilidade de dar um exemplo cristão ao próximo, principalmente às crianças e pessoas afastadas da Fé ou alheias a ela. Esse trabalho educativo cabe, de modo especial, aos que se acham naturalmente vinculados à Igreja. Esse comportamento é mais eloqüente que uma exortação ou apelo.

Muitos poderiam perguntar por que tratar desse assunto, quando há outros, aparentemente de maior gravidade e importância. A resposta é simples: tudo o que se refere a Deus é valioso e oportuno. Além disso, o cuidado com as necessidades materiais do nosso próximo será mais eficaz quando elas estão vinculadas ao seu progresso espiritual. Este é um alicerce sólido sobre o qual se possibilita a edificação de uma obra social duradoura e eficaz.
Louvemos ao Senhor com lábios e também com o coração na Casa de Deus. Esta é uma eloqüente manifestação de nossa Fé.

Mensagem do Cardeal D. Eugenio de Araújo Sales
Arcebispo Emérito da Arquidiocese do Rio de Janeiro



Nuova Discussione
Rispondi
Cerca nel forum
Tag cloud   [vedi tutti]

Feed | Forum | Bacheca | Album | Utenti | Cerca | Login | Registrati | Amministra
Crea forum gratis, gestisci la tua comunità! Iscriviti a FreeForumZone
FreeForumZone [v.6.1] - Leggendo la pagina si accettano regolamento e privacy
Tutti gli orari sono GMT+01:00. Adesso sono le 15:00. Versione: Stampabile | Mobile
Copyright © 2000-2024 FFZ srl - www.freeforumzone.com