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Homilias, Mensajes Discursos y Audiencias de Benedicto XVI

Ultimo Aggiornamento: 09/04/2009 02:25
23/01/2006 05:10
 
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Ángelus del Papa Benedicto XVI: ”La oración, alma del movimiento ecuménico”.

Palabras que pronunció este domingo el Papa Benedicto XVI antes y después de rezar la oración mariana del Ángelus.



"¡Queridos hermanos y hermanas!

Este domingo se celebra en medio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que cada año tiene lugar del 18 al 25 de enero. Se trata de una iniciativa, nacida a inicios del siglo pasado, que ha experimentado un desarrollo positivo, convirtiéndose cada vez más en un momento ecuménico de referencia, en el que los cristianos de las diferentes confesiones de todo el mundo rezan y reflexionan, a partir de un mismo texto bíblico.
Este año el pasaje escogido está tomado del capítulo dieciocho del Evangelio de Mateo, en el que se refieren algunas de las enseñanzas de Jesús que afectan a la comunidad de los discípulos. Entre otras cosas, afirma: "Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18, 19-20).

¡Cuánta confianza y cuánta esperanza infunden estas palabras del Señor Jesús! En particular, invitan a los cristianos a pedir juntos a Dios esa plena unidad entre ellos, por la que el mismo Cristo, con sentida insistencia, rezó al Padre en la Última Cena (Cf. Juan 17, 11.21.23). Se entiende, entonces, el motivo por el que es tan importante que nosotros, cristianos, invoquemos el don de la unidad con perseverante constancia. Si lo hacemos con fe, podemos estar seguros de que nuestra petición será escuchada. No sabemos ni cómo ni cuándo, pues no nos corresponde a nosotros conocerlo, pero no tenemos que dudar de que un día seremos "una sola cosa", como Jesús y el Padre están unidos en el Espíritu Santo.

La oración por la unidad constituye el alma del movimiento ecuménico que, gracias a Dios, avanza en todo el mundo. Ciertamente no faltan dificultades y pruebas, pero estas también tienen su utilidad espiritual, pues nos empujan a tener paciencia y perseverancia y a crecer en la caridad fraterna. Dios es amor y sólo si nos convertimos a Él y aceptamos su Palabra nos uniremos todos en el único Cuerpo místico de Cristo. La expresión, "Dios es amor", en latín "Deus caritas est", es el título de mi primera Encíclica, que será publicada el miércoles próximo, 25 de enero, fiesta de la conversión de San Pablo. Me alegra que coincida con la conclusión de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En ese día iré a la Basílica de San Pablo para presidir las vísperas, en las que también participarán representantes de las demás iglesias y comunidades eclesiales. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, interceda por nosotros".

Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó en italiano, francés, inglés, alemán, español y polaco a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

En italiano dijo:

"Hace cincuenta años, el 22 de enero de 1506, el Papa Julio II acogía y bendecía al primer contingente de Guardias Suizos, venidos a Roma para asegurar la defensa de su persona y del Palacio Apostólico. Nacía así la Guardia Suiza Pontificia. Al recordar ese histórico acontecimiento, saludo con alegría a cuantos conforman hoy este benemérito Cuerpo, al que, en signo de aprecio y reconocimiento, imparto de corazón una Bendición Apostólica especial".

En castellano, dijo

"Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participáis en esta oración mariana, especialmente a los grupos de las Parroquias de la Asunción de Nuestra Señora, San José de Calasanz y San Juan de la Ribera, de la Diócesis de Valencia. Que la escucha de la Palabra de Jesucristo, en este domingo, os aliente a seguirlo, convirtiéndoos y creyendo en su Evangelio, a fin de trabajar en la transformación del mundo.

¡Qué Dios os bendiga!"

Hablando de nuevo en italiano, añadió:

"Entre las muchas preocupaciones por la situación internacional, mi pensamiento se dirige hoy de nuevo a África y en particular a Costa de Marfil, donde persisten graves tensiones entre los diferentes componentes sociales y políticos del país. A todos les dirijo una invitación a continuar con el diálogo constructivo para alcanzar la reconciliación y la paz. Confío estas intenciones a la intercesión de la Virgen Santa, tan querida por el pueblo marfileño".

(Traducción del original italiano realizada por Zenit).

23/01/2006 18:04
 
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Benedicto XVI presenta la encíclica «Dios es amor»


Al intervenir ante el congreso organizado por el Consejo Pontificio «Cor Unum»

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 23 enero 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió este lunes Benedicto XVI a los participantes en el encuentro promovido por el Consejo Pontificio «Cor Unum» sobre el tema «…pero la mayor de todas ellas es la caridad» (1 Corintios 13, 13).



* * *



Le excursión cósmica, en la que Dante en su «Divina Comedia» quiere involucrar al lector termina ante la Luz perenne que es el mismo Dios, ante esa Luz que al mismo tiempo es el amor que «mueve el sol y las estrellas» (Paraíso XXXIII, v. 145). Luz y amor son una sola cosa. Son la potencia primordial creadora que mueve el universo. Si estas palabras del poeta dejan traslucir el pensamiento de Aristóteles, que veía en el «eros» la potencia que mueve el mundo, la mirada de Dante, sin embargo, percibe algo totalmente nuevo e inimaginable para el filósofo griego. La Luz eterna no sólo se presenta con los tres círculos de los que habla con esos densos versos que conocemos: «¡Oh luz eterna que sola en ti existes, sola te entiendes, y por ti entendida y entendiente, te amas y recreas!» (Paraíso, XXXIII, versículos 124-126). En realidad, la percepción de un rostro humano --el rostro de Jesucristo-- que Dante ve en el círculo central de la luz es más conmovedora aún que esta revelación de Dios como círculo trinitario de conocimiento y de amor. Dios, Luz infinita, cuyo misterio inconmensurable había sido intuido por el filósofo griego, este Dios tiene un rostro humano y --podemos añadir-- un corazón humano. En esta visión de Dante se muestra, por una parte, la continuidad entre la fe cristiana en Dios y la búsqueda promovida por la razón y por el mundo de las religiones; al mismo tiempo, sin embargo, en ella se aprecia también la novedad que supera toda búsqueda humana, la novedad que sólo el mismo Dios podía revelarnos: la novedad de un amor que ha llevado a Dios a asumir un rostro humano, es más, a asumir la carne y la sangre, todo el ser humano. El «eros» de Dios no es sólo una fuerza cósmica primordial, es amor que ha creado al hombre y que se inclina ante él, como se inclinó el buen Samaritano ante el hombre herido, víctima de los ladrones, que yacía a la orilla de la carretera que descendía de Jerusalén a Jericó.

La palabra «amor» hoy está tan deslucida, tan ajada y es tan abusada, que casi da miedo pronunciarla con los propios labios. Y, sin embargo, es una palabra primordial, expresión de la realidad primordial; no podemos simplemente abandonarla, tenemos que retomarla, purificarla y volverle a dar su esplendor originario para que pueda iluminar nuestra vida y llevarla por la senda recta. Esta conciencia me ha llevado a escoger el amor como tema de mi primera encíclica. Quería tratar de expresar a nuestro tiempo y a nuestra existencia algo de lo que Dante recapituló audazmente en su visión. Habla de su «vista» que «se enriquecía» al mirarla, cambiándole interiormente (Cf. Paraíso, XXXIII, versículos 112-114). Se trata precisamente de esto: de que la fe se convierta en una visión-comprensión que nos transforma. Quería subrayar la centralidad de la fe en Dios, en ese Dios que ha asumido un rostro humano y un corazón humano. La fe no es una teoría que uno puede asumir o arrinconar. Es algo muy concreto: es el criterio que decide nuestro estilo de vida. En una época en la que la hostilidad y la avidez se han convertido en superpotencias, en una época en la que asistimos al abuso de la religión hasta llegar a la apoteosis del odio, la racionalidad neutra por sí sola no es capaz de protegernos. Tenemos necesidad del Dios vivo que nos ha amado hasta la muerte.

De este modo, en esta encíclica, los temas «Dios», «Cristo» y «Amor» se funden, como guía central de la fe cristiana. Quería mostrar la humanidad de la fe, de la que forma parte el «eros», el «sí» del hombre a su corporeidad creada por Dios, un «sí» que en el matrimonio indisoluble entre el hombre y la mujer encuentra su arraigue en la creación. Y en él, el «eros» se transforma en «ágape», el amor por el otro que ya no se busca a sí mismo sino que se convierte en preocupación por el otro, disponibilidad a sacrificarse por él y apertura al don de una nueva vida humana. El «ágape» cristiano, el amor por el prójimo en el seguimiento de Cristo no es algo ajeno, puesto a un lado o que incluso va contra el «eros»; por el contrario, con el sacrificio que Cristo hizo de sí mismo por el hombre ofreció una nueva dimensión que, en la historia de la entrega caritativa de los cristianos a los pobres y a los que sufren, se ha ido desarrollando cada vez más.

Una primera lectura de la encíclica podría suscitar quizá la impresión de que está quebrada en dos partes, que no tienen mucha relación entre sí: una primera parte, teórica, que habla de la esencia del amor, y una segunda parte que trata de la caridad eclesial, de las organizaciones caritativas. Sin embargo, lo que a mí me interesaba era precisamente la unidad de los dos temas que, sólo pueden comprenderse adecuadamente si se ven como una sola cosa. Ante todo, era necesario afrontar la esencia del amor como se nos presenta a la luz del testimonio bíblico. Partiendo de la imagen cristiana de Dios, era necesario mostrar que el hombre está creado para amar y que este amor, que en un primer momento se manifiesta sobre todo como «eros» entre el hombre y la mujer, tiene que transformarse interiormente después en «ágape», en don de sí al otro para responder precisamente a la auténtica naturaleza del «eros». Con este fundamento, había que aclarar después que la esencia del amor de Dios y del prójimo descrito en la Biblia es el centro de la existencia cristiana, es el fruto de la fe. A continuación, era necesario subrayar en una segunda parte que el acto totalmente personal del «ágape» no puede quedarse en algo meramente individual, sino que por el contrario tiene que convertirse también en un acto esencial de la Iglesia como comunidad: es decir, se necesita también una forma institucional que se expresa en la acción comunitaria de la Iglesia. La organización eclesial de la caridad no es una forma de asistencia social que se sobrepone por casualidad a la realidad de la Iglesia, una iniciativa que también otros podrían tomar. Por el contrario, forma parte de la naturaleza de la Iglesia. Así como al «Logos» divino le corresponde el anuncio humano, la palabra de la fe, así también al «Ágape», que es Dios, le tiene que corresponder el «ágape» de la Iglesia, su actividad caritativa. Esta actividad, además de su primer significado sumamente concreto de ayuda al prójimo, comunica también a los demás el amor de Dios, que nosotros mismos hemos recibido. En cierto sentido, tiene que hacer visible al Dios vivo. Dios y Cristo en la organización caritativa no tienen que ser palabras raras; en realidad, indican el manantial originario de la caridad eclesial. La fuerza de la «Caritas» depende de la fuerza de la fe de todos sus miembros y colaboradores.

El espectáculo del hombre que sufre toca nuestro corazón. Pero el compromiso caritativo tiene un sentido que va mucho más allá de la mera filantropía. Dios mismo nos empuja en nuestro interior a aliviar la miseria. De este modo, en definitiva, le llevamos a Él mismo al mundo que sufre. Cuanto más le llevemos consciente y claramente como don, más eficazmente cambiará nuestro amor el mundo y despertará la esperanza, una esperanza que va más allá de la muerte.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]

24/01/2006 04:53
 
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Mensaje del Papa por la próxima inauguración de los Juegos Olímpicos Invernales “Turín 2006”.

23 de Enero (VIS) - Con motivo de la próxima inauguración de los Juegos Olímpicos Invernales, que se celebrarán en febrero en Turín y en otras localidades de la región de Piamonte, el Papa Benedicto XVI ha enviado un mensaje al Cardenal Severino Poletto, Arzobispo de esta ciudad.

El Santo Padre expresa el deseo de que esta manifestación deportiva "sea para todos un signo elocuente de amistad y contribuya a consolidar entre los pueblos relaciones de entendimiento solidario. ¿Cómo no reconocer -se pregunta el Papa- la gran necesidad que hay de todo esto en nuestros días, en los que la humanidad se ve afectada por tantas tensiones y anhela construir un futuro de auténtica paz?".



25/01/2006 03:22
 
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Pésame de Benedicto XVI por la muerte de Ibrahim Rugova.

24 de Enero (VIS) - El Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, envió un telegrama en nombre del Papa Benedicto XVI, al Obispo Zef Gashi, S.D.B., Administrador Apostólico de Prizren (Srbija i Crna Gora), con motivo del fallecimiento, el pasado sábado 21 de enero, del Presidente de Kosovo, Ibrahim Rugova.

“El Sumo Pontífice, tras recibir la noticia de la muerte del Presidente Ibrahim Rugova, le ruega que transmita su más sentido pésame al pueblo y a la administración del Kosovo por el luto que tanto les afecta. El Santo Padre les garantiza su cercanía en estos momentos de prueba y, mientras recuerda las sólidas virtudes civiles que han inspirado la vida y el generoso servicio prestado por el difunto a sus conciudadanos, pide a Dios abundantes bendiciones para los amados habitantes de Kosovo”.


[Modificato da @Nessuna@ 25/01/2006 3.31]

25/01/2006 03:33
 
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Mensaje del Papa Benedicto XVI en la 40 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
Mensaje que dirigió el Santo Padre Benedicto XVI con motivo deMensaje que dirigió el Santo Padre Benedicto XVI con motivo dela 40 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.La Jornada se celebrará este año el domingo 27 de mayo.”Los medios de comunicación: red de comunicación, comunión y cooperación””Queridos hermanos y hermanas:Al cumplirse el cuadragésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, me alegra recordar su Decreto sobre los Medios de Comunicación Social, Inter Mirifica, que señaló especialmente el poder de los medios para ejercer una influencia en toda la sociedad humana. La necesidad de herramientas que ayuden al bien de la humanidad me ha impulsado a reflexionar, en mi primer mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, sobre la idea de los medios como una red que facilita la comunicación, la comunión y la cooperación.San Pablo, en su carta a los Efesios, describe vívidamente nuestra vocación humana como la de "participantes de la naturaleza divina" (Dei verbum, 2): por Cristo tenemos acceso al Padre en el Espíritu; ya no somos extranjeros y extraños, sino ciudadanos con los santos y los miembros de la familia de Dios, transformándonos en un templo santo, una morada para Dios (cf. Ef 2, 18-22). Este sublime retrato de una vida de comunión pone en movimiento todos los aspectos de nuestra vida como cristianos. La invitación a acoger con autenticidad la autocomunicación de Dios en Cristo significa en realidad una llamada a reconocer su fuerza dinámica dentro de nosotros, que desde ahí desea propagarse a los demás y extenderse a todo el mundo, para que su amor sea realmente la medida prevalente en el mundo (cf. Homilía para la Jornada Mundial de la Juventud, Colonia, 21 de agosto 2005).Los avances tecnológicos en los medios han conquistado en cierta medida tiempo y espacio, haciendo la comunicación entre las personas tanto instantánea como directa, aun cuando están separadas por enormes distancias. Este desarrollo presenta un potencial enorme para servir al bien común y "constituye un patrimonio a salvaguardar y promover" (El Rápido Desarrollo, 10). Sin embargo, como todos sabemos, nuestro mundo está lejos de ser perfecto. Diariamente se nos recuerda que la inmediatez de la comunicación no necesariamente se traduce en la construcción de la cooperación y la comunión en la sociedad.Iluminar las conciencias de los individuos y ayudar a formar su pensamiento nunca es una tarea neutral. La comunicación auténtica demanda valor y decisión radicales. Requiere la determinación de aquellos que trabajan en los medios para no debilitarse bajo el peso de tanta información ni para conformarse con verdades parciales o provisionales. Por el contrario, requiere tanto la búsqueda como la transmisión de lo que es el sentido y el fundamento último de la existencia humana, personal y social (cf. Fides et Ratio, 5). De esta forma, los medios pueden contribuir constructivamente a la propagación de todo lo que es bueno y verdadero.El llamado a los medios de comunicación de hoy a ser responsables, a ser protagonistas de la verdad y promotores de la paz que ella conlleva, supone numerosos desafíos. Aunque los diversos instrumentos de comunicación social facilitan el intercambio de información, ideas y entendimiento mutuo entre grupos, también están teñidos de ambigüedad. Paralelamente a que facilitan "una gran mesa redonda" para el diálogo, algunas tendencias dentro de los medios engendran una forma de monocultura que oscurece el genio creador, reduce la sutileza del pensamiento complejo y desestima la especificidad de prácticas culturales y la particularidad de la creencia religiosa. Estas son distorsiones que ocurren cuando la industria de los medios se reduce al servicio de sí misma o funciona solamente guiada por el lucro, perdiendo el sentido de responsabilidad hacia el bien común.Así pues, deben fomentarse siempre el reporte preciso de los eventos, la explicación completa de los hechos de interés público y la presentación justa de diversos puntos de vista. La necesidad de sostener y apoyar la vida matrimonial y familiar es de particular importancia, precisamente porque se relaciona con el fundamento de cada cultura y sociedad (cf. Apostolicam Actuositatem, 11). En colaboración con los padres, las industrias de la comunicación social y el entretenimiento pueden ayudar en la difícil pero altamente satisfactoria vocación de educar a la niñez, con la presentación de modelos edificantes de vida y amor humanos (cf. Inter Mirifica, 11). Es muy descorazonador y destructivo para todos nosotros cuando lo opuesto ocurre. ¿No lloran nuestros corazones, muy especialmente, cuando los jóvenes son sujetos de expresiones degradantes o falsas de amor que ridiculizan la dignidad otorgada por Dios de cada persona humana y socavan los intereses de la familia?Para motivar tanto una presencia constructiva como una percepción positiva de los medios en la sociedad, deseo reiterar la importancia de los tres pasos identificados por mi venerado predecesor el Papa Juan Pablo II, necesarios para el servicio que deben prestar al bien común: formación, participación y diálogo (cf. El Rápido Desarrollo, 11).La formación en el uso responsable y crítico de los medios ayuda a las personas a utilizarlos de manera inteligente y apropiada. El profundo impacto que los medios electrónicos en particular ejercen al generar un nuevo vocabulario e imágenes, que introducen tan fácilmente en la sociedad, no habría de ser sobrevalorado. Precisamente porque los medios contemporáneos configuran la cultura popular, ellos mismos deben sobreponerse a toda tentación de manipular, especialmente a los jóvenes, y por el contrario deben impulsarse en el deseo de formar y servir. De este modo, ellos protegen en vez de erosionar el tejido de la sociedad civil, tan valioso para la persona humana.La participación en los medios surge de su naturaleza: son un bien destinado a toda persona. Como servicio público, la comunicación social requiere de un espíritu de cooperación y co-responsabilidad con escrupulosa atención en el uso de los recursos públicos y en el desempeño de los cargos públicos (cf. Ética en las Comunicaciones Sociales, 20), incluyendo el recurso a marcos normativos y a otras medidas o estructuras diseñadas para lograr este objetivo.Finalmente, los medios de comunicación deben aprovechar y ejercer las grandes oportunidades que les brindan la promoción del diálogo, el intercambio de conocimientos, la expresión de solidaridad y los vínculos de paz. De esta manera ellos se transforman en recursos incisivos y apreciados para la construcción de la civilización del amor que toda persona anhela.Estoy seguro de que unos serios esfuerzos para promover estos tres pasos, ayudarán a los medios a desarrollarse sólidamente como una red de comunicación, comunión y cooperación, ayudando a los hombres, mujeres y niños, a prestar más atención a la dignidad de la persona humana, a ser más responsables y abiertos a los otros, especialmente a los miembros más necesitados y débiles de la sociedad (cf. Redemptor Hominis, 15; Ética en las Comunicaciones Sociales, 4).Para concluir, retomo las alentadoras palabras de San Pablo: Cristo es nuestra paz. En él somos uno (cf. Ef 2, 14). ¡Rompamos juntos los muros divisorios de la hostilidad y construyamos la comunión de amor según los designios que el Creador nos dio a conocer por medio de su Hijo!Desde el Vaticano, 24 de enero 2006, Fiesta de San Francisco de Sales.





25/01/2006 21:58
 
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Cristo es posible un mundo diverso”

Intervención del Papa Benedicto XVI en la Audiencia General de este miércoles dedicada a comentar la segunda parte del Salmo 143 (9-15), "Oración por la victoria y la paz".


"Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo, salmodiar para ti al arpa de diez cuerdas, tú que das a los reyes la victoria, que salvas a David tu servidor. De espada de infortunio sálvame. Líbrame de la mano de extranjeros, cuya boca profiere falsedad y cuya diestra es diestra de mentira.

Sean nuestros hijos como plantas florecientes en su juventud, nuestras hijas como columnas angulares, esculpidas como las de un palacio; nuestros graneros llenos, rebosantes de frutos de toda especie, nuestras ovejas, a millares, a miríadas, por nuestras praderías; nuestras bestias bien cargadas; no haya brecha ni salida, ni grito en nuestras plazas.

¡Feliz el pueblo a quien así sucede feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor!"



"¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Concluye hoy la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, en la que hemos reflexionado sobre la necesidad de invocar constantemente del Señor el gran don de la unidad plena entre todos los discípulos de Cristo. La oración, de hecho, contribuye decisivamente a hacer más sincero y fecundo el compromiso común ecuménico de las iglesias y comunidades eclesiales.

En este encuentro retomamos la meditación del Salmo 143, que la Liturgia de las Vísperas nos propone en dos ocasiones diferentes (Cf. versículos 1-8 y versículos 9-15). El tono sigue siendo el de un himno y, en este segundo movimiento del Salmo, entra en la escena la figura del "Ungido", es decir, del "Consagrado" por excelencia, Jesús, que atrae hacia sí a todos para que sean "una sola cosa" (Cf. Juan 17, 11.21). No es casualidad el que el escenario que dominará en el canto se caracterice por la prosperidad y la paz, símbolos típicos de la era mesiánica.

2. Por este motivo, el canto es definido "nuevo", término que en el lenguaje bíblico más que hacer referencia a la novedad exterior de las palabras indica la plenitud última que sella la esperanza (Cf. versículo 9). Se eleva, por tanto, un canto a la meta de la historia en la que finalmente quedará acallada la voz del mal, descrita por el salmista con la "falsedad" y la "mentira", expresiones que indican la idolatría (Cf. v. 11).

Pero a este aspecto negativo le sigue, con un espacio mucho mayor, la dimensión positiva, la del nuevo mundo gozoso que está a punto de afirmarse. Este es el verdadero "shalom", es decir, la "paz" mesiánica, un horizonte luminoso articulado en una serie de imágenes de vida social que pueden ser también para nosotros un auspicio para el nacimiento de una sociedad más justa.

3. Ante todo aparece la familia (Cf. versículo 12), que se basa en la vitalidad de la procreación. Los hijos, esperanza del futuro, son comparados a árboles vigorosos; las hijas son representadas como columnas sólidas que rigen el edificio de la casa, como las del templo. De la familia se pasa a la vida económica, al campo con sus frutos conservados en graneros, con las praderías de ganado que pace, con los animales de tiro que trabajan en campos fértiles (Cf. versículos 13-14a).

La mirada se dirige después a la ciudad, es decir, a toda la comunidad civil que finalmente goza del don precioso de la paz y de la tranquilidad. De hecho, se han terminado definitivamente las "brechas" que abren los invasores en los muros urbanos durante los asaltos; terminan las incursiones que traen saqueos y deportaciones y, por último, no se escucha el "grito" de los desesperados, de los heridos, de las víctimas, de los huérfanos, triste legado de las guerras (Cf. versículo 14b).

4. Este retrato de un mundo diverso, pero posible, es confiado a la obra del Mesías, así como a la de su pueblo. Todos juntos, bajo la guía del Mesías, Cristo, tenemos que trabajar por este proyecto de armonía y de paz, impidiendo la acción destructora del odio, de la violencia, de la guerra. Es necesario, sin embargo, ponerse del lado del Dios del amor y de la justicia.

Por este motivo el Salmo concluye con las palabras: "¡Feliz el pueblo a quien así sucede feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor!". Dios es el bien de los bienes, la condición de todos los demás bienes. Sólo un pueblo que reconoce a Dios y que defiende los valores espirituales y morales puede salir realmente al encuentro de una paz profunda y convertirse asimismo en una fuerza de paz para el mundo, para los demás pueblos. Y, por tanto, puede entonar con el salmista el "canto nuevo", lleno de confianza y esperanza. Recuerda espontáneamente el Pacto nuevo, la novedad misma que es Cristo y su Evangelio.

Es lo que nos recuerda San Agustín. Al leer este Salmo, él interpreta también la frase: "salmodiaré para ti al arpa de diez cuerdas". El arpa de diez cuerdas es para él la ley, compendiada en los diez mandamientos. Pero de estas diez cuerdas, de estos diez mandamientos, tenemos que encontrar la clave adecuada. Sólo si se hacen vibrar estas diez cuerdas, estos diez mandamientos --dice San Agustín-- con la caridad del corazón suenan bien. La caridad es la plenitud de la ley. Quien vive los mandamientos como dimensiones de la única caridad, canta realmente el "canto nuevo". La caridad que nos une a los sentimientos de Cristo es el verdadero "canto nuevo" del "hombre nuevo", capaz de crear también un "mundo nuevo". Este Salmo nos invita a cantar con "el arpa de diez cuerdas", con un nuevo corazón, a cantar con los sentimientos de Cristo, a vivir los diez mandamientos en la dimensión del amor, a contribuir así a la paz y a la armonía del mundo" (Cf. "Comentarios a los Salmos" --"Esposizioni sui Salmi"--, 143,16: "Nuova Biblioteca Agostiniana", XXVIII, Roma 1977, pp. 677).

(Traducción del original italiano realizada por Zenit).

Al final de la Audiencia, el Santo Padre Benedicto XVI dirigió un saludo a los peregrinos en varios idiomas.

En castellano dijo:

"Queridos hermanos y hermanas:
El texto del salmo que hoy comentamos, comienza ensalzando al Ungido por excelencia, Jesucristo, que inaugura la era mesiánica, como lo muestran los signos del auténtico bienestar y prosperidad, vislumbrándose ya un mundo vigoroso y lleno de vida, donde reina la paz y no hacen brecha quienes desean sembrar desorden y opresión.

Esta imagen de un mundo diverso, de una humanidad renovada y redimida, es obra de Dios, del Mesías, a cuyo lado se pone el pueblo elegido para destruir el odio y la violencia. Por eso se entona "un canto nuevo", lleno de esperanza en el nuevo pacto anunciado por los profetas y cumplido en Cristo. En él, como dice San Agustín, se alcanza la plenitud de la ley, que es la caridad.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de la Fundación Interfamilias, así como a las demás personas venidas de España y Latinoamérica.

En el día que se clausura la Semana de oración por la unidad de los cristianos, invito a todos unirse con sus plegarias, para que se cumpla el deseo de Jesús: "que todos sean uno".

Muchas gracias por vuestra visita".

www.ZENIT.org
26/01/2006 19:09
 
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Benedicto XVI: ”Implorar infatigablemente el don de la unidad y de la paz” .

26 de Enero (VIS) - El Papa Benedicto XVI presidió ayer por la tarde en la Basílica de San Pablo Extramuros la celebración de las segundas vísperas de la fiesta de la Conversión de San Pablo. Con esta ceremonia se clausuró la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, cuyo tema ha sido: "Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20).

El Santo Padre afirmó que "la aspiración de toda comunidad cristiana y de cada fiel a la unidad y la fuerza para realizarla son un don del Espíritu Santo y están unidas a una fidelidad al Evangelio cada vez más profunda. Nos damos cuenta de que en la base del compromiso ecuménico está la conversión del corazón".

Recordando el título de su primera Encíclica, "Deus caritas est", Benedicto XVI afirmó: "Dios es amor. Sobre esta roca sólida se apoya toda la fe de la Iglesia. (...) Sobre esta verdad, cumbre de la revelación divina, las divisiones, aun manteniendo su dolorosa gravedad, son superables y no nos desalientan".

"El amor verdadero -continuó- no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad superior, que no se impone desde fuera, sino que da forma desde dentro, por decir así, al conjunto".

El Papa señaló que "el deseado cumplimiento de la unidad depende en primer lugar de la voluntad de Dios, cuyo designio y cuya generosidad superan la comprensión del ser humano y sus mismas peticiones y esperanzas. Contando precisamente con la bondad divina, intensifiquemos nuestra oración común por la unidad, que es un medio necesario y muy eficaz".

"La unidad de los cristianos -subrayó- es nuestra misión común; es la condición para que la luz de Cristo se difunda por todo el mundo con mayor eficacia y los hombres se conviertan y se salven".

Tras poner de relieve que todavía hay mucho camino por recorrer, terminó alentando a "no perder la confianza; al contrario -dijo-, retomemos el camino juntos con más fuerza. Cristo nos precede y nos acompaña. Contamos con su indefectible presencia; a El imploramos humilde e infatigablemente el precioso don de la unidad y de la paz".

www.ssbenedictoxvi.org
30/01/2006 15:38
 
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Ángelus del Papa Benedicto XVI: ”Los santos, testigos de que Dios es amor”

Intervención que pronunció el Papa Benedicto XVI este domingo con motivo de la oración mariana del Ángelus. ”Queridos hermanos y hermanas: En la Encíclica publicada el miércoles pasado, reafirmando el primado de la caridad en la vida del cristiano y de la Iglesia, he querido recordar que los testigos privilegiados de este primado son los santos, que han hecho de su existencia, con mil tonalidades, un himno a Dios Amor. La liturgia hace que los celebremos cada día del año. Pienso, por ejemplo, en los que conmemoramos en estos días: el apóstol Pablo, con los discípulos Timoteo y Tito, Santa Ángela Merici, Santo Tomás de Aquino, San Juan Bosco. Son santos muy diferentes entre sí: los primeros pertenecen a los inicios de la Iglesia, y son los misioneros de la primera evangelización; en la Edad Media, Tomás de Aquino es el modelo del teólogo católico que encuentra en Cristo la síntesis suprema de la verdad y del amor; en el Renacimiento, Ángela Merici propone un camino de santidad también para quien vive en el ámbito seglar; en la época moderna, don Bosco, inflamado por la caridad de Jesús, Buen Pastor, atiende a los muchachos más desfavorecidos y se convierte para ellos en un padre y maestro. Verdaderamente toda la historia de la Iglesia es historia de santidad, animada por el único Amor que tiene su manantial en Dios. De hecho, sólo la caridad sobrenatural, como la que mana siempre nuevamente del corazón de Cristo, puede explicar el prodigioso florecimiento, a través de los siglos, de órdenes, institutos religiosos masculinos y femeninos y de otras formas de vida consagrada. En la Encíclica, he mencionado entre los santos más conocidos por su caridad a Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac, José Cottolengo, Luis Orione, Teresa de Calcuta (Cf. n. 40). Estos hombres y mujeres, que el Espíritu de Cristo ha plasmado, haciendo de ellos modelos de entrega evangélica, nos llevan a considerar la importancia de la vida consagrada como expresión y escuela de caridad. El Concilio Vaticano II ha subrayado que la imitación de Cristo en la castidad, en la pobreza y en la obediencia está totalmente orientada a alcanzar la caridad perfecta (Cf. decreto “Perfectae caritatis”, 1). Para destacar la importancia y el valor de la vida consagrada, la Iglesia celebra el próximo 2 de febrero, fiesta de la presentación del Señor en el Templo, la Jornada de la Vida Consagrada. En la tarde, como le gustaba hacer a Juan Pablo II, presidiré en la Basílica Vaticana la santa misa, a la que están invitados de manera particular los consagrados y consagradas que viven en Roma. Juntos daremos las gracias a Dios por el don de la vida consagrada y rezaremos para que siga siendo en el mundo signo elocuente de su amor misericordioso. Nos dirigimos ahora a María Santísima, espejo de caridad. Que con su ayuda materna los cristianos, y en particular los consagrados, caminen rápidamente y con alegría por el camino de la santidad”. Tras rezar el Ángelus, el Papa añadió:”Hoy se celebra la Jornada mundial de los enfermos de lepra, comenzada hace más de cincuenta años por Raoul Follereau y promovida por las asociaciones que se inspiran en su obra humanitaria. Deseo dirigir un saludo especial a cuantos sufren esta enfermedad, y aliento a los misioneros, a los agentes sanitarios, y a los voluntarios comprometidos en esta frontera de servicio al hombre. La lepra es síntoma de un mal más grave y amplio, la miseria. Por este motivo, como lo hacían mis predecesores, renuevo el llamamiento a los responsables de las naciones para que se esfuercen conjuntamente por superar los graves desequilibrios que todavía penalizan a buena parte de la humanidad”. A continuación, el Papa saludo en varios idiomas a los peregrinos. En castellano, dijo: ”Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos de las parroquias de San Juan, San Mateo y Nuestra Señora de los Ángeles, de Murcia, así como la de Virgen de la Paloma y San Pedro, de Madrid. Deseo a todos que la visita a Roma fortalezca vuestra fe en Cristo, para ser también artífices de paz. ¡Feliz domingo!” En polaco, dijo:”Al saludar a los peregrinos polacos pienso en el trágico accidente que tuvo lugar ayer por la noche en Katowice, en el que perdieron la vida numerosas personas. Confío a la misericordia de Dios a cuantos han fallecido, me uno espiritualmente a sus familiares y a cuantos han quedado heridos. A todos les imparto mi cordial bendición”. Hablando de nuevo en italiano, concluyó:”Saludo con gran afecto a los muchachos de la Acción Católica de Roma, que se han reunido en la Plaza de San Pedro al final del “mes de la paz”. Junto a sus representantes, que están a mi lado, dentro de poco pondremos en libertad dos palomas, símbolo de paz. ¡Queridos muchachos! Sé que os habéis propuesto “entrenaros en la paz” guiados por el gran “entrenador”, que es Jesús. Por este motivo os confío a vosotros, muchachos de la Acción Católica, la tarea que he propuesto a todos en el mensaje del 1º. de enero: aprended a decir y hacer siempre la verdad, de este modo os convertiréis en constructores de paz”. (Traducción del original italiano realizada por Zenit).

31/01/2006 20:32
 
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Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2006.

31 de Enero (VIS) - Se ha publicado hoy el Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2006. El texto, fechado el 29 de septiembre de 2005, lleva por título un versículo del Evangelio de San Mateo: "Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas".

"La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza, sosteniéndonos en el camino hacia la alegría intensa de la Pascua".

"Incluso en el "valle oscuro" del que habla el salmista mientras el tentador nos mueve a desesperarnos o a confiar de manera ilusoria en nuestras propias fuerzas, Dios nos guarda y nos sostiene. Efectivamente, hoy el Señor escucha también el grito de las multitudes hambrientas de alegría, de paz y de amor. Como en todas las épocas, se sienten abandonadas. Sin embargo, en la desolación de la miseria, de la soledad, de la violencia y del hambre, que afectan sin distinción a ancianos, adultos y niños, Dios no permite que predomine la oscuridad del horror".

"En efecto, como escribió mi amado predecesor Juan Pablo II, hay un "límite impuesto al mal por el bien divino", y es la misericordia. En este sentido he querido poner al inicio de este Mensaje la cita evangélica según la cual "Al ver Jesús a las gentes se compadecía de ellas".

"A este respecto deseo reflexionar sobre una cuestión muy debatida en la actualidad: el problema del desarrollo. La "mirada" conmovida de Cristo se detiene también hoy sobre los hombres y los pueblos, puesto que por el "proyecto" divino todos están llamados a la salvación. Jesús, ante las insidias que se oponen a este proyecto, se compadece de las multitudes: las defiende de los lobos, aun a costa de su vida. Con su mirada, Jesús abraza a las multitudes y a cada uno, y los entrega al Padre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio de expiación".

"La Iglesia, iluminada por esta verdad pascual, es consciente de que, para promover un desarrollo integral, es necesario que nuestra "mirada" sobre el hombre se asemeje a la de Cristo. En efecto, de ningún modo es posible dar respuesta a las necesidades materiales y sociales de los hombres sin colmar, sobre todo, las profundas necesidades de su corazón. Esto debe subrayarse con mayor fuerza en nuestra época de grandes transformaciones, en la que percibimos de manera cada vez más viva y urgente nuestra responsabilidad ante los pobres del mundo. Ya mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, identificaba los efectos del subdesarrollo como un deterioro de humanidad. En este sentido, en la Encíclica "Populorum progressio" denunciaba "las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo... las estructuras opresoras que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones".

"Como antídoto contra estos males, Pablo VI no sólo sugería "el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de la paz", sino también "el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin".

"En esta línea, el Papa no dudaba en proponer "especialmente, la fe, don de Dios, acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad de la caridad de Cristo". Por tanto, la "mirada" de Cristo sobre la muchedumbre nos mueve a afirmar los verdaderos contenidos de ese "humanismo pleno" que, según el mismo Pablo VI, consiste en el "desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres". Por eso, la primera contribución que la Iglesia ofrece al desarrollo del hombre y de los pueblos no se basa en medios materiales ni en soluciones técnicas, sino en el anuncio de la verdad de Cristo, que forma las conciencias y muestra la auténtica dignidad de la persona y del trabajo, promoviendo la creación de una cultura que responda verdaderamente a todos los interrogantes del hombre".

"Ante los terribles desafíos de la pobreza de gran parte de la humanidad, la indiferencia y el encerrarse en el propio egoísmo aparecen como un contraste intolerable frente a la "mirada" de Cristo. El ayuno y la limosna, que, junto con la oración, la Iglesia propone de modo especial en el período de Cuaresma, son una ocasión propicia para conformarnos con esa "mirada". Los ejemplos de los santos y las numerosas experiencias misioneras que caracterizan la historia de la Iglesia son indicaciones valiosas para sostener del mejor modo posible el desarrollo".

"Hoy, en el contexto de la interdependencia global, se puede constatar que ningún proyecto económico, social o político puede sustituir el don de uno mismo a los demás en el que se expresa la caridad. Quien actúa según esta lógica evangélica vive la fe como amistad con el Dios encarnado y, como Él, se preocupa por las necesidades materiales y espirituales del prójimo. Lo mira como un misterio inconmensurable, digno de infinito cuidado y atención. Sabe que quien no da a Dios, da demasiado poco; como decía a menudo la beata Teresa de Calcuta: "la primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo". Por eso es preciso ayudar a descubrir a Dios en el rostro misericordioso de Cristo: sin esta perspectiva, no se construye una civilización sobre bases sólidas".

"Gracias a hombres y mujeres obedientes al Espíritu Santo, han surgido en la Iglesia muchas obras de caridad, dedicadas a promover el desarrollo: hospitales, universidades, escuelas de formación profesional, pequeñas empresas. Son iniciativas que han demostrado, mucho antes que otras actuaciones de la sociedad civil, la sincera preocupación hacia el hombre por parte de personas movidas por el mensaje evangélico. Estas obras indican un camino para guiar aún hoy el mundo hacia una globalización que ponga en el centro el verdadero bien del hombre y, así, lleve a la paz auténtica".

"Con la misma compasión de Jesús por las muchedumbres, la Iglesia siente también hoy que su tarea propia consiste en pedir a quien tiene responsabilidades políticas y ejerce el poder económico y financiero que promueva un desarrollo basado en el respeto de la dignidad de todo hombre. Una prueba importante de este esfuerzo será la efectiva libertad religiosa, entendida no sólo como posibilidad de anunciar y celebrar a Cristo, sino también de contribuir a la edificación de un mundo animado por la caridad. En este esfuerzo se inscribe también la consideración efectiva del papel central que los auténticos valores religiosos desempeñan en la vida del hombre, como respuesta a sus interrogantes más profundos y como motivación ética respecto a sus responsabilidades personales y sociales. Basándose en estos criterios, los cristianos deben aprender a valorar también con sabiduría los programas de sus gobernantes".

"No podemos ocultar que muchos que profesaban ser discípulos de Jesús han cometido errores a lo largo de la historia. Con frecuencia, ante problemas graves, han pensado que primero se debía mejorar la tierra y después pensar en el cielo. La tentación ha sido considerar que, ante necesidades urgentes, en primer lugar se debía actuar cambiando las estructuras externas. Para algunos, la consecuencia de esto ha sido la transformación del cristianismo en moralismo, la sustitución del creer por el hacer. Por eso, mi predecesor de venerada memoria, Juan Pablo II, observó con razón: "La tentación actual es la de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una "gradual secularización de la salvación", debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero de un hombre a medias, reducido a la mera dimensión horizontal. En cambio, nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral".

"Teniendo en cuenta la victoria de Cristo sobre todo mal que oprime al hombre, la Cuaresma nos quiere guiar precisamente a esta salvación integral. Al dirigirnos al divino Maestro, al convertirnos a Él, al experimentar su misericordia gracias al sacramento de la Reconciliación, descubriremos una "mirada" que nos escruta en lo más hondo y puede reanimar a las multitudes y a cada uno de nosotros. Devuelve la confianza a cuantos no se cierran en el escepticismo, abriendo ante ellos la perspectiva de la salvación eterna. Por tanto, aunque parezca que domine el odio, el Señor no permite que falte nunca el testimonio luminoso de su amor. A María, "fuente viva de esperanza", le encomiendo nuestro camino cuaresmal, para que nos lleve a su Hijo. A ella le encomiendo, en particular, las muchedumbres que aún hoy, probadas por la pobreza, invocan su ayuda, apoyo y comprensión. Con estos sentimientos, imparto a todos de corazón una especial Bendición Apostólica".


02/02/2006 02:28
 
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Benedicto XVI: ”La misericordia de Dios es aún más grande que sus obras”.

1 de Febrero (VIS) - En la catequesis de la Audiencia General de los miércoles, celebrada en el Salón Nervi del Aula Pablo VI y a la que asistieron ocho mil peregrinos, el Papa Benedicto XVI explicó la primera parte del Salmo 144, "Alabanza a la Majestad divina".

"El Salmo de hoy -dijo el Papa- es una celebración intensa y apasionada de la realeza divina, que es (...) la expresión del proyecto salvífico de Dios. Dios no es indiferente a la historia humana, al contrario frente a ella siente el deseo de llevar a cabo un plan de armonía y de paz. Toda la humanidad está también llamada a cumplir este plan, para obedecer a la voluntad salvífica divina, una voluntad que abarca a "todos los seres humanos", a "todas las generaciones" y a "todos los siglos". Una acción universal que arranca el mal del mundo y entroniza la "gloria" del Señor, es decir su presencia personal, eficaz y trascendental".

El Santo Padre recordó que en el Salmo "el Señor es exaltado como un soberano amoroso y tierno, preocupado por todas sus criaturas. (...) No estamos a merced de fuerzas oscuras ni estamos solos con nuestra libertad, sino que hemos sido confiados a la acción del Señor poderoso y amoroso, que tiene para nosotros un designio, un reino que instaurar. Este "reino" no consiste en el poder o el dominio, el triunfo o la opresión, como sucede con frecuencia en los reinos terrenos, sino que es la sede de una manifestación de piedad, ternura y bondad, como afirma el Salmo: "el Señor es lento a la cólera y rico en piedad".

S.S. Benedicto XVI concluyó su catequesis refiriéndose al comentario de San Pedro Crisólogo: "Grandes son las obras del Señor, pero más grande aún es su misericordia".

Al final de la Audiencia, el Papa saludó entre otros a los dirigentes de la Administración Penitenciaria Italiana. "Vuestra presencia -dijo- me brinda la oportunidad de recordar a cada persona y a toda la sociedad el respeto de las normas éticas y civiles sobre las que se asienta la convivencia".

Dirigiéndose a los peregrinos polacos, habló de la celebración, mañana 2 de febrero, de la Jornada de la Vida Consagrada. "Demos gracias a Dios por las vocaciones religiosas -exclamó el Santo Padre- y pidámosle que sostenga con su gracia a las hermanas y hermanos que han elegido la castidad, la pobreza y la obediencia como camino de santidad".


06/02/2006 00:50
 
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Intervención que pronunció el Papa Benedicto XVI este domingo a mediodía al rezar la oración mariana del Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro del Vaticano.



"Queridos hermanos y hermanas:
Hoy se celebra en Italia la Jornada para la Vida, que constituye una preciosa ocasión de oración y reflexión sobre los temas de la defensa y de la promoción de la vida humana, especialmente cuando se encuentra en condiciones de dificultad. Están presentes en la Plaza de San Pedro numerosos fieles laicos que trabajan en este campo, algunos comprometidos en el Movimiento para la Vida. Les dirijo mi cordial saludo, en particular al Cardenal Camillo Ruini, que les acompaña, y les vuelvo a manifestar aprecio por la obra que realizan para que la vida siempre sea acogida como don y acompañada con amor.

Mientras invito a meditar en el mensaje de los Obispos italianos, que tiene como tema "Respetar la vida", recuerdo al querido Papa Juan Pablo II, que prestó a estos problemas una atención constante. En particular, quisiera recordar la Encíclica "Evangelium vitae", que él publicó en 1995 y que representa una auténtica piedra angular en el magisterio de la Iglesia sobre una cuestión tan actual como decisiva. Al enmarcar los aspectos morales en un amplio contexto espiritual y cultural, mi venerado predecesor confirmó en varias ocasiones que la vida humana es un valor primario que hay que reconocer, y que el Evangelio invita a respetar siempre.

A la luz de mi reciente carta Encíclica sobre el amor cristiano, quisiera subrayar la importancia del servicio de la caridad para el apoyo a la promoción de la vida humana. En este sentido, incluso antes de emprender iniciativas operativas, es fundamental promover una adecuada actitud hacia el otro: la cultura de la vida se basa, de hecho, en la atención a los demás, sin exclusiones o discriminaciones. Toda vida humana, en cuanto tal, merece y exige ser defendida y promovida siempre. Sabemos bien que esta verdad corre el riesgo de ser contradicha con frecuencia por el difundido hedonismo en las así llamadas sociedades del bienestar: la vida es exaltada mientras es agradable, pero se tiende a dejar de respetarla cuando está enferma o experimenta algún tipo de discapacidad. Partiendo, por el contrario, del amor profundo por toda persona es posible aplicar formas eficaces de servicio a la vida: tanto a la naciente como a la que está marcada por la marginación o el sufrimiento, especialmente en su fase terminal.

La Virgen María acogió con amor perfecto al Verbo de la vida, Jesucristo, venido al mundo para que los hombres "tengan la vida en abundancia" (Juan 10,10). Le encomendamos a las mujeres que esperan a un niño, a las familias, a los agentes sanitarios y a los voluntarios que se comprometen de diferentes maneras en el servicio a la vida. Rezamos, en particular, por las personas que se encuentran en situaciones de mayor dificultad.

Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó en viarios idiomas a los peregrinos.

En castellano, dijo:

"Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, de modo especial a los Padres de Alumnos del Colegio Calasancio de Alicante y a las comunidades Parroquiales: San Pío X de Algemesí, Santos Juanes de Cullera y Nuestra Señora del Lluch de Alzira.

Queridos hermanos: que la intercesión de la Virgen María os ayude a dar siempre un testimonio valiente de vuestra fe en medio de la sociedad en que vivís.


07/02/2006 00:57
 
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Dolor del Papa por asesinato de un Sacerdote en Turquía.

6 de Febrero (VIS/www.ZENIT.org) - El Papa Benedicto XVI ha enviado un telegrama de pésame al Cardenal Camillo Ruini, Vicario General para la Diócesis de Roma, por el asesinato del Sacerdote italiano Andrea Santoro, ayer en Trabzon (Turquía), mientras rezaba en la Iglesia en la que acababa de celebrar misa.

El Santo Padre se une al dolor de la Iglesia de Roma, de la que don Andrea era misionero fidei donum. "Mientras espero que su sangre derramada sea semilla de esperanza para construir una auténtica fraternidad entre los pueblos -escribe-, elevo oraciones fervientes de sufragio por el valiente testigo del Evangelio de la caridad, e imparto de todo corazón la consoladora bendición apostólica a los familiares, en particular, a la anciana madre, tan dolorida, y a cuantos lloran su muerte violenta".

En otro telegrama dirigido al Obispo Luigi Padovese, Vicario Apostólico de Anatolia (Turquía), el Papa subraya la generosidad y dedicación apostólica con que el Sacerdote llevaba a cabo su ministerio "en favor del Evangelio y al servicio de las personas necesitadas y marginadas". El Santo Padre expresa, "en este doloroso momento", su "particular cercanía a esta comunidad cristiana, reafirmando la firme condena de toda forma de violencia".

El Padre Andrea Santoro, nació en Priverno (en la provincia de Latina, cerca de Roma), el 7 de septiembre de 1945 y fue ordenado Sacerdote en la Diócesis de Roma el 18 de octubre de 1970.

Después de haber trabajado en numerosas Parroquias y de haber sido Párroco en iglesias de Roma, en el año 2000 partió como misionero "Fidei donum" a Turquía, estableciéndose en Trabzon, donde impulsó la pequeña comunidad católica de Santa María Kilisesi.

En el año 2003, fundó la asociación "Ventana para Oriente Medio", dedicada al estudio, la oración y el diálogo entre Occidente y Oriente Medio.

El Padre Santoro había recibido en el pasado amenazas de muerte por parte de las mafias de la prostitución, pues había sacado de este tráfico de seres humanos a algunas mujeres cristianas procedentes del Este de Europa llegadas a estas orillas del Mar Negro con la inmigración.
07/02/2006 01:53
 
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Benedicto XVI: a la comunidad internacional, ”no se olvide de África”.

6 de Febrero (VIS/www.ZENIT.org) - El Papa Benedicto XVI recibió hoy al segundo grupo de Obispos de la República Democrática del Congo que acaban de concluir su quinquenal visita "ad limina".

El Santo Padre pidió a los prelados que transmitieran a sus diocesanos su "proximidad espiritual", recordándoles que estaban invitados "con todos los habitantes del país a movilizarse en pro de la paz y la reconciliación, después de los años de guerra que causaron especialmente en vuestra región millones de víctimas".

"El compromiso por la paz -prosiguió el Santo Padre- es un reto lanzado a la misión evangelizadora del Obispo. Vuestros informes describen las condiciones difíciles en que lleváis a cabo vuestro ministerio".

Citando el número 25 de su primera Encíclica, confirmó: ”Deus caritas est”, “para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”.

Esta tarea, afirmó, debe caracterizar a todas las ”comunidades eclesiales vivas”, en particular, a los sacerdotes, a los consagrados, que dedican sus vidas a vivir la caridad ”al servicio de los más pequeños, convirtiéndose en testigos creíbles del amor que Cristo siente por ellos”.

”¡Trabajad por la unidad del pueblo de Dios y entregaos sin ahorrar esfuerzos para constituir un pueblo de hermanos, reunidos por Cristo y enviados por Él!”.

(...) Este año en que vuestra Iglesia local consagra a la beata Anuarite Nengapeta, deseo que el imperativo de la caridad os movilice y que, por la santidad de vuestras vidas y por el dinamismo misionero que os anima, seáis profetas de justicia y de paz".

"Es importante que os dediquéis a la exigente tarea de la radicación del Evangelio en vuestra cultura, respetando los ricos y auténticos valores africanos, pero purificándolos, al mismo tiempo de todo lo que los pueda hacer incompatibles con el Evangelio. (...) Edificar la Iglesia Familia de Dios en vuestro país, como en cualquier otro lugar, es una labor ardua, pero conozco el dinamismo apostólico que os anima. Es una satisfacción que la Conferencia Episcopal del Congo (...) no haya ahorrado esfuerzos para abrir en los corazones y en las conciencias caminos de reconciliación y comunión fraternal".

Centrándose en el tema de la reconciliación nacional, el Papa manifestó el deseo de que diera buenos frutos "la campaña de sensibilización llevada a cabo con los responsables de otras confesiones religiosas, para proponer a todos los ciudadanos una educación cívica".

"La Iglesia está llamada a participar en esta obra, ocupando el lugar que les corresponde según su vocación propia" y "para ello es importante proponer a los responsables políticos del país una formación específica. Sirviéndose del rico patrimonio de la doctrina social de la Iglesia, podrán reflexionar sobre su compromiso al servicio del bien común y tener en cuenta sus exigencias morales para trabajar en la construcción de instituciones justas para la renovación de la sociedad".

S.S. Benedicto XVI invitó después a los prelados a utilizar en la difusión del Evangelio en su país, ”Para que la Palabra del Evangelio sea escuchada en todo lugar y para que la enseñanza de la Iglesia influya profundamente en las conciencias, las mentalidades y las costumbres, el uso de los medios de comunicación social, en particular la radio y la televisión, se hace más necesario que nunca. Los medios de comunicación modernos permiten una actividad de educación, animada por la pasión de la verdad, así como una acción orientada a defender la libertad y el respeto de la dignidad de la persona, y favorecen la cultura auténtica” (...) "sobre todo para limitar la acción de las sectas que utilizan con profusión las nuevas tecnologías para atraer y confundir a los fieles".

Otra prioridad pastoral es "la evangelización de la familia", ya que "el movimiento de desplazados o refugiados, la pandemia del SIDA y también las notables mutaciones de la sociedad contemporánea han trastornado a muchas familias, debilitando la institución familiar". El Papa subrayó la importancia de animar a los católicos a preservar y promover los valores familiares y de dar una sólida preparación humana y espiritual a los que se preparan a contraer matrimonio.

El Santo Padre tuvo palabras de agradecimiento para los consagrados, que "en condiciones extremas decidieron permanecer al lado de las poblaciones sometidas a duras pruebas para ofrecerles su ayuda y el consuelo y sostén espiritual necesarios". También recordó la condición de los jóvenes, y se refirió a la necesidad de "iniciativas pastorales que permitan la reconstrucción humana y espiritual de los niños de la calle y de los niños soldados", y pidió a los Obispos y a las escuelas católicas que nutrieran la fe y la esperanza de las jóvenes generaciones.

"Lanzo también un llamamiento a la comunidad internacional -concluyó el Papa- para que no se olvide de África y emprenda acciones valientes y decididas para consolidar su estabilidad política y económica".
09/02/2006 01:18
 
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Benedicto XVI: ”Cerca está el Señor de los que lo invocan”.

Intervención del Santo Padre Benedicto XVI en la Audiencia General de este miércoles, dedicada a comentar la segunda parte del Salmo 144, ”El Señor sostiene a los que van a caer”.


El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás
.



1. Siguiendo a la Liturgia, que lo divide en dos partes, volvemos a reflexionar sobre el Salmo 144, un canto admirable en honor del Señor, rey cariñoso y atento a sus criaturas. Queremos meditar ahora en la segunda parte, en los versículos 14 a 21, que retoman el tema fundamental del primer movimiento del himno.

En él se exaltaban la piedad, la ternura, la fidelidad y la bondad divina que se extienden a toda la humanidad, involucrando a toda criatura. Ahora el salmista concentra su atención en el amor que el Señor reserva de manera particular al pobre y al débil. Por tanto, la realeza divina no es ni indiferente ni altanera, como a veces puede suceder con el ejercicio del poder humano. Dios expresa su realeza inclinándose ante las criaturas más frágiles e indefensas.

2. De hecho, antes que nada, es un padre que “sostiene a los que van a caer” y endereza a los que han caído en el polvo de la humillación (Cf. versículo 14). Los seres vivientes, por tanto, están orientados hacia el Señor como si fueran mendigos hambrientos y él les ofrece, como padre atento, la comida que necesitan para vivir (Cf. versículo 15).

De los labios del orante surge entonces la profesión de fe en las dos cualidades divinas por excelencia: la justicia y la santidad. “El Señor es justo en todos sus caminos, es santo en todas sus acciones” (versículo 17). En hebreo, nos encontramos con dos adjetivos típicos para ilustrar la alianza que existe entre Dios y su pueblo: “saddiq” y “hasid”. Expresan la justicia que quiere salvar y liberar del mal y la fidelidad que es signo de la grandeza amorosa del Señor.

3. El salmista se pone de parte de los beneficiados a los que define con diferentes expresiones; son términos que constituyen, en la práctica, una representación del auténtico creyente. Éste “invoca” al Señor en la oración confiada, lo busca en la vida “sinceramente” (Cf. versículo 18), teme a su Dios, respetando su voluntad y obedeciendo a su palabra (Cf. versículo 19), pero sobre todo le “ama”, confiado en que será acogido bajo el manto de su protección y de su intimidad (Cf. versículo 20).

La última palabra del salmista es, entonces la misma con la que había comenzado el himno: es una invitación a alabar y a bendecir al Señor y su “nombre”, es decir, la persona viviente y santa que actúa y salva en el mundo y en la historia Es más, es un llamamiento a que toda criatura que ha recibido el don de la vida se asocie a la alabanza de la oración: “todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás” (versículo 21). Es una especie de canto perenne que debe elevarse de la tierra al cielo, es la celebración comunitaria del amor universal de Dios, manantial de paz, alegría y salvación.

4. Concluyendo nuestra reflexión, volvamos a meditar en ese dulce versículo que dice: “cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente” (versículo 18). Era una frase que le gustaba particularmente a Barsanufio de Gaza, un asceta fallecido en torno a la mitad del siglo VI, quien era consultado por monjes, eclesiásticos y laicos por la sabiduría de su discernimiento.

Por ejemplo, a un discípulo que expresaba el deseo de “buscar las causas de las diferentes tentaciones que le habían asaltado”, Barsanufio respondía: “Hermano Juan, no tengas miedo de las tentaciones que han surgido contra ti para ponerte a la prueba, no te afanes tratando de comprender de qué se trata, sino más bien grita el nombre de Jesús: "Jesús, ayúdame". Y él te escuchará porque "cerca está el Señor de los que lo invocan". No te desalientes, corre con ardor y alcanzarás la meta, en Cristo, Jesús, Señor nuestro” (Barsanufio y Juan de Gaza, “Epistolario”, 39: “Collana di Testi Patristici”, XCIII, Roma 1991, p. 109).

Y estas palabras del antiguo padre son válidas también para nosotros. En nuestras dificultades, problemas, tentaciones, no tenemos que hacer simplemente una reflexión teórica --¿de dónde vienen?-- sino que tenemos que reaccionar positivamente, invocando al Señor, manteniendo el contacto vivo con el Señor. Es más, tenemos que gritar el nombre de Jesús: "Jesús, ¡ayúdame!". Y podemos estar seguros de que él nos escucha, pues está cerca de quien le busca. No nos desalentemos, sino más bien corramos con ardor --como dice este padre-- y también nosotros alcanzaremos la vida, Jesús, el Señor”.

Traducción del original italiano realizada por Zenit.

Al final de la Audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en ingles, inglés, alemán, español y francés. varios idiomas.

Estas fueron sus palabras en castellano:

”Queridos hermanos y hermanas:
En la sección del Salmo que hoy meditamos, la bondad y ternura de Dios para con todos se dirige con atención particular a los débiles y necesitados. “El Señor sostiene a los que van a caer”, y muestra su grandeza ocupándose precisamente de quienes más necesitan su ayuda. Por eso el creyente, el orante, es siempre como un mendigo ante un Dios cercano y solícito con quienes “lo invocan sinceramente”. En Él busca apoyo en los momentos difíciles de la vida, seguro de su fidelidad, y porque su bondad y su justicia, que llega a todos para salvarlos, no tiene fin. Por eso puede permanecer firme ante las pruebas y desafíos, y siempre tendrá motivos para alabar de corazón al Señor.

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo del Club Cerro Porteño, de Paraguay, y a los demás participantes de España y Latinoamérica. Que la confianza firme y constante en el Señor llene de paz vuestros corazones, vuestros hogares y comunidades.

Muchas gracias por vuestra atención”.
10/02/2006 18:35
 
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Benedicto XVI. ”En Cristo reside la realización de toda aspiración humana”.

10 de Febrero (VIS) - El Santo Padre Benedicto XVI recibió esta mañana a los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a quienes dijo que en su servicio a toda la Iglesia y en particular a los Obispos, deben recordar el ”carácter central de la fe católica, en su auténtica expresión”.

El Papa puso de relieve que cuando "se debilita la percepción de esta centralidad, también el tejido de la vida eclesial pierde su vivacidad original y se deteriora, decayendo en un activismo estéril o reduciéndose a astucia política con sabor mundano". Si la verdad de la fe ocupa el centro de la vida cristiana, la vida humana "se reaviva por un amor que no conoce límites".

"Jesucristo -continuó el Santo Padre- es la Verdad hecha Persona, que atrae al mundo. La luz que irradia de Jesús es esplendor de verdad. Todas las otras verdades son fragmentos de la Verdad que es El y que a El conduce. Jesús es la estrella polar de la libertad humana y sin El pierde su orientación, porque sin el conocimiento de la verdad, la libertad se desnaturaliza, se aísla y se reduce a arbitrio estéril".

S.S. Benedicto XVI subrayó que Jesucristo "atrae el corazón de cada ser humano, lo dilata y lo colma de alegría. Sólo la verdad es capaz de invadir la mente y de hacerla totalmente feliz". Esta alegría, continuó, libera el alma "de las angustias del egoísmo y la capacita a un amor auténtico".

"El amor a la verdad -dijo- inspira y orienta también la actitud del cristiano hacia el mundo contemporáneo y el compromiso evangelizador de la Iglesia". Los grandes progresos científicos, añadió, "han ayudado a comprender mejor el misterio de la creación". Sin embargo, "a veces, han sido tan rápidos que han dificultado enormemente el reconocimiento de su compatibilidad con las verdades reveladas por Dios sobre el ser humano y el mundo. En ocasiones, algunas afirmaciones del saber científico se han contrapuesto incluso a estas verdades". En este sentido, reafirmó la necesidad de profundizar "en el conocimiento de las verdades descubiertas por la razón, con la seguridad de que no existe "contraposición alguna entre la razón y la fe".

El Papa señaló que "el diálogo entre fe y razón, religión y ciencia, ofrece no sólo la posibilidad de mostrar al hombre de hoy, de modo más eficaz y convincente, el carácter razonable de la fe en Dios, sino de mostrar que en Jesucristo reside el cumplimiento definitivo de toda aspiración humana auténtica. En este sentido, un serio esfuerzo evangelizador no puede ignorar los interrogantes que surgen de los descubrimientos científicos y de las instancias filosóficas actuales".

El Santo Padre concluyó haciendo hincapié en que "el servicio a la plenitud de la fe" que prestan los miembros y consultores de la Congregación "es un servicio a la verdad, y por tanto, a la alegría, una alegría que proviene de las profundidades del corazón. (...) Desde este punto de vista, vuestro ministerio doctrinal se puede definir de modo apropiado un ministerio "pastoral". ¡Vuestro servicio es, en realidad, un servicio a la plena difusión de la luz de Dios en el mundo!".



14/02/2006 07:16
 
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Ángelus de Benedicto XVI: ”Como leprosos, necesitamos ser curados por Dios. Cristo nos ayuda a salir de las arenas movedizas”.

Palabras que dirigió el Santo Padre Benedicto XVI este domingo a mediodía al rezar la oración mariana del Ángelus desde la ventana de su estudio junto a varios miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

”Queridos hermanos y hermanas:

Ayer, 11 de febrero, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, celebramos la Jornada Mundial del Enfermo, que este año ha tenido sus celebraciones principales en Adelaida (Australia), incluyendo un congreso internacional sobre el tema siempre urgente de la salud mental. La enfermedad es un rasgo típico de la condición humana, hasta el punto de que puede convertirse en su metáfora realista, como bien lo expresa San Agustín en una de sus oraciones: “Ten misericordia de mí, ¡Señor! Mira, no te escondo mis heridas. Tú eres el médico, yo soy el enfermo; tu eres misericordioso, yo miserable” (“Confesiones”, X, 39).

Cristo es el verdadero ”médico” de la humanidad, que el Padre celestial ha enviado al mundo para curar al hombre, marcado en el cuerpo y en el espíritu por el pecado y sus consecuencias. Precisamente en estos domingos, el Evangelio de Marco nos presenta a Jesús que, al inicio de su ministerio público, se dedica completamente a la predicación y a la curación de los enfermos en los pueblos de Galilea. Los innumerables signos prodigiosos que realiza con los enfermos confirman la “buena nueva” del Reino de Dios. El Evangelio de hoy narra la curación de un leproso y expresa con gran eficacia la intensidad de la relación entre Dios y el hombre, resumida en un estupendo diálogo: “Si quieres, puedes limpiarme”, dice el leproso. “Quiero; queda limpio”, le responde Jesús, tocándole con la mano y liberándole de la lepra (Marcos 1, 40-42). En este pasaje vemos como concentrada toda la historia de la salvación: ese gesto de Jesús, que extiende la mano y toca el cuerpo con llagas de la persona que le invoca, manifiesta perfectamente la voluntad de Dios de curar a su criatura decaída, restituyéndole la vida “en abundancia” (Juan 10, 10), la vida eterna, plena, feliz. Cristo es “la mano” de Dios extendida a la humanidad para que pueda salir de las arenas movedizas de la enfermedad y de la muerte, volverse a levantar apoyándose en la roca firme del amor divino (Cf. Salmo 39,2-3).

”Quisiera hoy confiar a María “salud de los enfermos”, especialmente a quienes, en todas las partes del mundo, no sólo sufren a causa de la falta de salud, sino también por la soledad, la miseria y la marginación. Dirijo un pensamiento particular también a quienes en los hospitales o en otros centros atienden a los enfermos y se dedican a su curación. Que la Virgen Santa ayude a cada quien a encontrar consuelo en el cuerpo y en el espíritu, gracias a una adecuada asistencia sanitaria y a la caridad fraterna, que sabe convertirse en atención concreta y solidaria”.

Tras rezar el Ángelus, el Papa pronunció este saludo a los peregrinos:

”Hace dos días se inauguró en Turín la vigésima edición de los Juegos Olímpicos de Invierno. Dirijo mi cordial saludo a los organizadores, a los responsables del Comité Olímpico Internacional y a todo los atletas venidos de todas las partes del mundo. Deseo que esta bella competición deportiva se caracterice por los valores olímpicos de la lealtad, de la alegría y de la fraternidad, ofreciendo así una contribución a la paz entre los pueblos.

En este 12 de febrero se celebra el 75 aniversario de la inauguración de “Radio Vaticano” y del primer radiomensaje al mundo del Papa Pío XI, que había encargado al científico Guglielmo Marconi la construcción de la estación radiofónica del Vaticano. Con la radio y, después, la televisión, el mensaje del Evangelio y la palabra de los Papas han podido llegar más rápida y fácilmente a todos los pueblos”.

A continuación el Santo Padre saludó a los peregrinos en varios idiomas. En castellano, dijo:

”Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, que participan en esta oración mariana. Ayer, fiesta de la Virgen de Lourdes, se celebró la Jornada Mundial del Enfermo. Os invito a dirigir vuestra mirada a Cristo, que pasó haciendo el bien y curando toda forma de dolencia, para que en los momentos de sufrimiento sintamos siempre la ayuda de su gracia y el consuelo de su amor.

¡Feliz domingo!”

16/02/2006 07:38
 
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Mensaje del Papa Benedicto XVI con motivo de la asamblea del Consejo Mundial de las Iglesias.

Mensaje que el Papa Benedicto XVI ha enviado al Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el Cardenal Walter Kasper, con motivo de la novena asamblea general del Consejo Mundial de las Iglesias, que se celebra en Porto Alegre (Brasil) del 14 al 23 de febrero de 2006.

A mi venerado hermano
Cardenal Walter Kasper
Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos



Con mucho gusto saludo a todos los que estáis reunidos con motivo de la novena asamblea general del Consejo Ecuménico de las Iglesias que se está celebrando en Porto Alegre para reflexionar sobre el tema: “Señor, en tu gracia, transforma el mundo”. De manera especial, saludo al Secretario General, el Doctor Samuel Kobia, al Arzobispo Dadeus Grings, a los Obispos de la Iglesia Católica en Brasil y a todos los que han trabajado para la realización de este importante acontecimiento. A todos vosotros os expreso mi más sentidos buenos deseos con las palabras de san Pablo a los Romanos: “a vosotros gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Romanos 1, 7).

Conscientes de nuestra fe bautismal compartida en Dios Trino, la Iglesia Católica y el Consejo Mundial de las Iglesias buscan formas de cooperación aún más efectivas en la tarea de testimoniar el amor de Dios. Tras cuarenta años de colaboración fructífera, esperamos proseguir este camino prometedor y de esperanza mientras intensificamos nuestros trabajos para alcanzar el día en el que los cristianos se unan en la proclamación a todos del mensaje evangélico de salvación.

Al recorrer juntos este camino, tenemos que estar abiertos a los signos de la Providencia y a las inspiraciones del Espíritu Santo, por quien sabemos que “este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana” (Unitatis Redintegratio, 24). De hecho, nuestra confianza se basa únicamente en la oración del mismo Cristo: “Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros” (Juan 17, 11).

Durante esta asamblea general, miles de cristianos se unen a esa misma oración por la unidad. Al pedir a Dios que en su “gracia transforme el mundo”, rezamos para que bendiga nuestro diálogo ecuménico con el progreso que tan ardientemente esperamos.

Al aseguraros mi cercanía espiritual y al reafirmar la intención de la Iglesia Católica de continuar con una sólida colaboración con el Consejo Mundial de las Iglesias en su importante contribución al movimiento ecuménico, invoco de Dios abundantes bendiciones de paz y alegría sobre todos vosotros.

Desde el Vaticano, 25 de enero de 2006, fiesta de la Conversión de San Pablo

BENEDICTUS PP. XVI
16/02/2006 07:41
 
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Audiencia General del Papa Benedicto XVI: Los “predilectos de Dios”, “los humildes”.

Intervención del Santo Padre Benedicto XVI en la Audiencia General de este miércoles dedicada a comentar el "Magnificat", cántico de la Virgen María (Lucas 1, 46-55).

Con su intervención, el Papa concluyó el ciclo de catequesis sobre los salmos y cánticos de la que había comenzado Juan Pablo II en abril de 2001 (Cf Audiencia de los miércoles).


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
--como lo había prometido a nuestros padres--
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre
.



Queridos hermanos y hermanas:

1. Hemos llegado al final del largo itinerario comenzado precisamente hace cinco años por mi querido predecesor, el inolvidable Papa Juan Pablo II. El gran Papa quiso recorrer en sus catequesis toda la secuencia de los salmos y cánticos que constituyen el tejido de oración fundamental de la Liturgia de las Horas y de las Vísperas. Al llegar al final de esta peregrinación a través de los textos, como un viaje por el jardín florido de la alabanza, de la invocación, de la oración y de la contemplación, dejamos ahora espacio a ese cántico que sella toda celebración de las Vísperas, el "Magnificat" (Lucas 1, 46-55).

Es un canto que revela la espiritualidad de los "anawim" bíblicos, es decir, de aquellos fieles que se reconocían "pobres" no sólo por el desapego a toda idolatría de la riqueza y del poder, sino también por la humildad profunda del corazón, desnudo de la tentación del orgullo, abierto a la gracia divina salvadora. Todo el "Magnificat", que acabamos de escuchar interpretado por el Coro de la Capilla Sixtina, se caracteriza por esta "humildad", en griego "tapeinosis", que indica una situación de concreta humildad y pobreza.

2. El primer movimiento del cántico mariano (Cf. Lucas 1, 46-50) es como una especie de solista que eleva su voz al cielo hasta llegar al Señor. Cabe destacar, de hecho, cómo resuena constantemente la utilización de la primera persona: "mi alma…, mi espíritu…, mi Salvador…, me felicitarán…, ha hecho obras grandes por mí…". El alma de la oración es, por tanto, la celebración de la gracia divina que ha entrado en el corazón y en la existencia de María, haciendo de ella la Madre del Señor. Escuchamos precisamente la voz de la Virgen hablando así de su Salvador, que ha hecho cosas grandes en su alma y en su cuerpo.

La íntima estructura de su canto de oración es la alabanza, la acción de gracias, la alegría agradecida. Pero este testimonio personal no es solitario e intimista, meramente individualista, pues la Virgen Madre es consciente de que tiene una misión que cumplir por la humanidad y de que su vida se enmarca en la historia de la salvación. De este modo, puede decir: "su misericordia llega a sus fieles de generación en generación" (versículo 50). Con esta alabanza al Señor, la virgen da voz a todas las criaturas redimidas tras su "Fiat", que en la figura de Jesús, nacido de la Virgen, encuentran la misericordia de Dios.

3. En este momento se desarrolla el segundo movimiento poético y espiritual del "Magnificat" (Cf. versículos 51-55). Tiene un tono de coro, como si a la voz de María se le asociara la de toda la comunidad de los fieles, que celebran las sorprendentes decisiones de Dios. En el original griego del Evangelio de Lucas nos encontramos con siete verbos en aoristo, que indican otras tantas acciones que realiza el Señor de manera permanente en la historia: "hace proezas…, dispersa a los soberbios…, derriba del trono a los poderosos…, enaltece a los humildes…, a los hambrientos los colma de bienes…, a los ricos los despide…, auxilia a Israel".

En estas siete obras divinas queda patente el "estilo" en el que el Señor de la historia inspira su comportamiento: se pone de parte de los últimos. Con frecuencia, su proyecto queda escondido bajo el terreno opaco de las vicisitudes humanas, en las que triunfan "los soberbios", "los poderosos" y "los ricos". Sin embargo, al final, su fuerza secreta está destinada a manifestarse para mostrar quiénes son los verdaderos predilectos de Dios: los "fieles" a su Palabra, "los humildes", "los hambrientos", "Israel, su siervo", es decir, la comunidad del pueblo de Dios que, como María, está constituida por quienes son "pobres", puros y sencillos de corazón. Es ese "pequeño rebaño" al que Jesús invita a no tener miedo, pues el Padre ha querido darle su reino (Cf. Lucas 12, 32). De este modo, este canto nos invita a asociarnos a este pequeño rebaño, a ser realmente miembros del Pueblo de Dios en la pureza y en la sencillez del corazón, en el amor de Dios.

4. Acojamos, pues, la invitación que en su comentario al "Magnificat" nos dirige San Ambrosio. El gran Doctor de la Iglesia exhorta: "Que en cada quien el alma de María ensalce al Señor, que en cada quien el espíritu de María exulte al Señor; si, según la carne, Cristo tiene una sola madre, según la fe todas las almas engendran a Cristo; cada una, de hecho, acoge en sí al Verbo de Dios… El alma de María ensalza al Señor y su espíritu exulta en Dios, pues, consagrada con el alma y con el espíritu al Padre y al Hijo, adora con devoto afecto a un solo Dios, del que todo procede, y a un solo Señor, en virtud de quien todas las cosas existen" ("Comentario al Evangelio según San Lucas" --"Esposizione del Vangelo secondo Luca"--, 2,26-27: SAEMO, XI, Milano-Roma 1978, p. 169).

En este maravilloso comentario del "Magnificat" de San Ambrosio siempre me impresiona esta palabra sorprendente: "Si, según la carne, Cristo tiene una sola madre, según la fe todas las almas engendran a Cristo; cada una, de hecho, acoge en sí al Verbo de Dios". De este modo, el santo doctor, interpretando las palabras de la misma Virgen, nos invita a ofrecer al Señor una morada en nuestra alma y nuestra vida. No sólo tenemos que llevarle en el corazón, sino que tenemos que llevarle al mundo, para que también nosotros podamos engendrar a Cristo para nuestros tiempos. Pidamos al Señor que nos ayude a ensalzarlo con el espíritu y el alma de María y a llevar de nuevo a Cristo a nuestro mundo".

(Traducción del original italiano realizada por Zenit).

Al final de la Audiencia el Papa Benedicto XVI saludó en varios idiomas a los peregrinos.

Estas fueron sus palabras en español:

"Queridos hermanos y hermanas:

Con el canto del "Magníficat" hemos llegado al final de las catequesis iniciadas por mi amado Predecesor, el inolvidable Papa Juan Pablo II. Éste es un canto que revela la espiritualidad de los fieles que se reconocían pobres, en la humildad profunda del corazón. La primera parte está marcada por la alabanza, el agradecimiento y la alegría que reconoce y celebra la gracia divina que ha hecho irrupción en el corazón y en la vida de María, convirtiéndola en Madre del Señor.

En la segunda parte, a la voz de María se asocia toda la comunidad de los fieles que celebra las acciones que Dios ha realizado en la historia, manifestando así el modo cómo se comporta: Él está siempre de la parte de los últimos. A este respecto comenta San Ambrosio: "Esté en cada uno presente el alma de María para engrandecer al Señor, esté en cada uno el espíritu de María para exultar en Dios; si, según la carne, la madre de Cristo es una sola, según la fe todas las almas engendran a Cristo; en efecto, cada una acoge en sí misma al Verbo de Dios".

Me es grato saludar ahora cordialmente a los visitantes de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica, de modo especial a los Seminaristas de la Diócesis de Ávila, acompañados por su Obispo Monseñor Jesús García Burillo, así como a los diversos grupos parroquiales españoles; saludo también a los peregrinos de México. Junto con la Virgen María, demos gracias al Señor por todos los dones que ha concedido y sigue concediendo a cada uno de nosotros.


16/02/2006 07:44
 
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Carta de S.S. Benedicto XVI en el XX aniversario del Encuentro Nacional Eclesial Cubano.

Carta del Papa Benedicto XVI al Presidente de la Conferencia Episcopal de Cuba, el Arzobispo de San Cristóbal de La Habana, Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, con motivo del vigésimo aniversario del Encuentro Nacional Eclesial Cubano.

Al Señor Cardenal
Jaime Lucas Ortega y Alamino
Arzobispo de San Cristóbal de La Habana y
Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba



Con ocasión de la celebración XX aniversario del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), deseo enviar a los Obispos, así como a los sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de esa querida nación, un afectuoso saludo, haciéndoles presente también mi cercanía espiritual para impulsar sus tareas evangelizadoras.

La realidad humana está llena de acontecimientos que estamos invitados a vivir como salvíficos, pues el tiempo y la historia están poblados por la presencia divina que alienta y fortalece. Por eso, cuando ustedes en este aniversario reflexionen sobre lo vivido, tendrán que acercarse a esta realidad como camino de promesas y salvación, que han de recorrer con paso cuidadoso y compasivo, para descubrir en la experiencia los signos y las señales del Dios vivo que camina con ustedes. Sí, que camina con todos los que viven en esa tierra, creyentes y no creyentes, los cercanos y los lejanos, los que siembran y los que desparraman, porque todos están invitados a la fiesta de la vida que el Padre nos regala.

A este respecto, en esa reflexión de aniversario, sería bueno recordar especialmente aquella palabras que mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, pronunció en su visita a esa tierra querida: ”Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba”, una apertura que exige examinar primero cómo abrir el corazón y el entendimiento a las cosas de Dios; cómo abrirse mutuamente quienes conviven, creyendo y confiando unos en otros, aunque haya diferencias de modos de pensar o creencias; y en fin, cómo abrirse al ámbito mundial, con los retos de sus posibilidades y sus dificultades al mismo tiempo.

Sólo haciéndolo desde la mirada de Dios, una mirada amorosa, se podrá llegar a la verdad de cada persona, de cada grupo y de cuantos viven en una misma tierra. Mucho ha de ayudar en este camino emprendido la experiencia de oración de cada cristiano, en el silencio y la humildad del trabajo cotidiano, en la fidelidad a la fe profesada, en el anuncio implícito o explícito del Evangelio. Y mucho ayudará también el amor entrañable de la mayoría de los cubanos a la Madre de la Caridad del Cobre, Patrona de esa tierra desde hace tanto tiempo, que acompaña a sus moradores con ternura de madre.

A ella encomiendo esos encuentros en torno al XX aniversario del ENEC, para que su cercanía aliente la esperanza, y su intercesión ante su divino Hijo obtenga el don del afianzamiento en la fe en esa porción del Pueblo de Dios. Con estos sentimientos, imparto de corazón a todos los participantes, así como a las diversas Comunidades eclesiales de Cuba, la Bendición Apostólica.

Vaticano, 2 de febrero de 2006.

BENEDICTUS PP. XVI

(Texto original en castellano).

www.ZENIT.org


17/02/2006 22:40
 
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Benedicto XVI envía pésame por alud en Filipinas.

17 de Febrero (VIS) - El Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, ha enviado en nombre del Papa Benedicto XVI un telegrama de pésame al Obispo Precioso D. Cantilas, de Maasin (Filipinas), con motivo del gigantesco alud que ha sepultado dos localidades en ese país.

El Santo Padre encomienda a Dios a los fallecidos, invoca el consuelo divino para sus familiares y pide generosidad y rapidez en la respuesta al desastre.

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