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Catolicismo - Noticias y articulos sobre esta fé milenar

Ultimo Aggiornamento: 24/10/2008 21:11
07/04/2006 22:36
 
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LA OBRA / Radiografía de la Prelatura

Opus Dei: ¿obra de poder?

RD

Viernes, 7 de abril 2006

Cuenta Max Seitz en la BBC que según un chiste español, cuando Francisco Franco llega a las puertas del cielo San Pedro le dice: "Quizás usted pueda explicarme qué es el Opus Dei".

La verdad es que, al menos entre la gente que yo conozco, muchos se preguntan lo mismo que San Pedro -sin faltarle el respeto- y tienen la sensación de que la "Obra de Dios" está cerca del poder. ¿Pero se puede decir que es así?

Viajé a España, el país donde surgió el Opus Dei y que es su principal bastión, para tratar de responder a esa pregunta, además de entender qué es exactamente este grupo que busca la santidad en medio del mundo, en especial en el trabajo, y que la novela "El código Da Vinci" describe como una secta asesina.


Lea: radiografía del Opus Dei
Antes de partir pensé que a nosotros -los humanos- siempre nos han fascinado las organizaciones secretas, porque de algún modo nos permiten descargar nuestros peores pensamientos, nuestra oscura imaginación, en aquellos que se encuentran adentro.

A propósito, el británico Stephen Tomkins propone un juego en su libro "Una breve historia del cristianismo".

Pregunta: ¿qué "culto" en la Roma antigua era "muy conocido" por practicar sacrificios de niños, canibalismo y orgías incestuosas durante los banquetes para sus iniciados? Respuesta: lo que hoy se conoce como iglesia católica.

Con esto no estoy sobreseyendo al Opus Dei -mi función como periodista es siempre sospechar-, sino simplemente invitando a un reflexión desprovista de prejuicios: más allá de los rumores, ¿cuál es la verdad acerca de la influencia de este grupo católico?

Tres círculos

El presunto poder del Opus Dei puede analizarse en tres áreas, según los analistas que consulté: su influjo en el Vaticano, su representación en las élites políticas y empresariales, y la relación con sus miembros.

Primero lo primero. La "Obra" nació en 1928; con el papa Juan Pablo II consiguió en 1982 el estatus semi-independiente de "prelatura personal" y su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer, fue canonizado en 2002. ¿No fue todo muy rápido?

Hablé con Juan José Tamayo-Acosta, teólogo de la Universidad Carlos III, de Madrid, para quien el Opus Dei logró ascender a la cúpula del Vaticano gracias al papa polaco, para convertirse en una "iglesia dentro de la iglesia".

Tamayo-Acosta dice que la "Obra" comenzó a mimar a Karol Wojtyla en los años 70, cuando era arzobispo de Cracovia, organizándole viajes por todo el mundo e invitándolo a sus congresos en Roma.

Añade que, una vez que Wojtyla se convirtió en pontífice, floreció la sintonía ya existente entre ambos en cuanto a la necesidad de llevar a cabo una "nueva evangelización" con principios ultraconservadores.

En otras palabras, sostiene que el Vaticano encontró en el Opus Dei una voz predominantemente laica -una suerte de "caballo de Troya en medio del mundo"- que se haría eco de su oposición al aborto, el uso de condones, el divorcio, la investigación con células madre y los derechos de los homosexuales.

Antes de salir a Madrid, el portavoz de la organización en el Reino Unido, el español Jack Valero, me dijo que Juan Pablo II no tenía una relación especial con la "Obra", sino que sólo quiso reconocer la labor pastoral de Escrivá de Balaguer y sus fieles.

Añadió que las ideas del Opus Dei son las de la doctrina de la iglesia católica y que la agrupación sólo tiene dos cardenales en el Vaticano: el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, y el español Julián Herranz; también señaló al portavoz Joaquín Navarro Valls como uno de los suyos.

Sin embargo, me concedió que más prelados y obispos, y el actual papa Benedicto XVI, "pueden tener simpatía" por la "Obra", aunque insistió en que la influencia de la agrupación "está totalmente exagerada".

La discusión continúa.

Política y economía

¿Y qué del presunto poder del Opus Dei en la sociedad?

Durante el régimen de Franco (1939-1975), el grupo religioso tuvo dos ministros en el área económica: Mariano Navarro en Hacienda y Alberto Ullastres en Comercio.

El sociólogo español Alberto Moncada, un crítico del Opus Dei, me explicó que la imagen que existe en la calle de la "Obra" como una organización oscura, cercana al poder político-económico, se remonta a aquella época.

¿Y hoy en día? La ministra de Educación del Reino Unido, Ruth Kelly, admitió recientemente su pertenecía al Opus Dei. Algunos funcionarios del anterior gobierno del Partido Popular en España (el ex jefe de la cartera de Defensa Federico Trillo, por ejemplo) también han sido señalados como miembros.

En América Latina se suele decir que forman parte del grupo religioso el presidente colombiano, Álvaro Uribe, y el líder de la derecha chilena, Joaquín Lavín, entre otros, aunque ninguno de ellos lo ha confirmado públicamente.

El Opus Dei sostiene que no publica listas de miembros y que dar a conocer la pertenencia a la agrupación es algo personal ("¿un ministro musulmán andaría diciendo que lo es?"). El problema, objetan los críticos, es que la "Obra" está acusada de secretismo, algo que desestima, y sus fieles perpetúan las dudas al no darse a conocer.

Por otra parte, el poder económico del Opus Dei es difícil de determinar, porque esta institución se ha diversificado en innumerables fundaciones y no publica sus cuentas generales.

Pero lo que sí se sabe es que tan sólo la Universidad de Navarra -su "perla" educativa- obtuvo el año pasado ingresos por alrededor de 239 millones de euros.

Con todo, Moncada cree que la influencia real del Opus Dei en las altas esferas es mucho menor que la que se le atribuye.

"Una cosa es que se vean representantes de la 'Obra' en las empresas y en la política, y otra que haya una mano unida de todos en favor de todos, como una mafia. Eso no existe".

En cambio, Moncada me sugirió que quizás la presunta búsqueda de influencia del Opus Dei en la sociedad se canalice a través de sus colegios y universidades, con el fin de que sus principios religiosos se transformen en modelo de vida.

Sin embargo, la "Obra" niega que trate de imponer ideas y asegura que respeta opiniones divergentes dentro y fuera de sus instituciones.

Conciencias

Quizás el aspecto menos analizado del presunto poder del Opus Dei es la influencia que ejerce sobre algunos de sus miembros, en especial los que viven recluidos en sus centros (los llamados numerarios).

Algunos de los que abandonaron el grupo religioso dicen que éste "manipula" y "mete miedo".

"El Opus Dei es una organización totalitaria, donde todo es lo que dios te manda: cumplir las normas, ir a misa todos los días, media hora de oración por la mañana, media hora por la tarde, rezar el Santo Rosario".

Esto me dijo Agustina López de los Mozos, una ex numeraria que creó el sitio de internet Opus Libros, un punto de encuentro en el que ex integrantes de la "Obra" comparten sus experiencias.

"Está todo tan reglamentado que no deja hueco a que la persona se desarrolle y se acerque a dios porque le da la gana", continuó.

Otra ex numeraria, Ana Azanza, me comentó que "el verdadero poder del Opus Dei está en el miedo que infunde en la gente dentro y fuera".

"Yo lo he visto en muchísimas personas, que aunque no estén directamente relacionadas con el Opus Dei, no quieren ni oír hablar del tema, o saben historias y se callan. Nadie se atreve a hacer de mártir porque uno puede, por ejemplo, perder el trabajo".

"Es que en España, por ejemplo, el Opus tiene una extensión social increíble en muchas familias, en muchos empleos. Vayas donde vayas te los encuentras", aclaró.

Del otro lado, los representantes y fieles del grupo religioso con los que hablé en España rechazaron estas acusaciones, y aseguraron que son personas "normales" que respetan plenamente las libertades y que nadie presiona ni atemoriza a nadie.

"No se trata de una manipulación, de que te comen la cabeza, sino de una elección libre o vocacional", me insistió José María Villalón, quien además de miembro del Opus Dei es jefe médico del club de fútbol Atlético de Madrid. "Además, uno se puede ir cuando quiere y nadie le hace problema".


Lea: por qué me uní/fui


* * *
¿Qué es en definitiva el Opus Dei? ¿Una comunidad de fieles bien intencionados o un grupo de maquinadores?

Hay quienes dicen que en este caso, como en muchos otros, la verdad probablemente se encuentre en el medio, en los grises.

Saquen ustedes sus propias conclusiones
07/04/2006 22:53
 
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Iglesia ortodoxa rusa afirma que el Evangelio Judas no afecta a la doctrina cristiana

RD

Viernes, 7 de abril 2006

El Patriarcado ortodoxo de Moscú afirmó hoy que el hallazgo del 'Evangelio de Judas', cuyo texto fue publicado ayer por científicos estadounidenses y suizos, no afecta la doctrina cristiana y sólo representa un interés histórico.

'No se puede esperar que el hallazgo de un texto atribuido a un conocido personaje del cristianismo inicial o bien a alguno de los discípulos de Cristo cambie la composición de la Sagrada Escritura', declaró el portavoz del departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú, el padre Mijaíl Dudkó.

La organización National Geographic hizo público ayer el original y la traducción al inglés del texto de un papiro que fue encontrado en Egipto en 1978 y que contiene la única copia del 'Evangelio de Judas', en una traducción al copto del original en griego.

Según el códice, Judas no fue el traidor que vendió a Jesús por 30 monedas de plata, sino el discípulo privilegiado al que encarga la misión más difícil, sacrificarlo, para ayudar a su esencia divina a escapar de la prisión del cuerpo y elevarse al espacio celestial.

El portavoz de la Iglesia Ortodoxa Rusa dijo que textos relativos al período inicial del cristianismo fueron hallados más de una vez y seguirán siendo encontrados, por lo que 'el 'Evangelio de Judas' puede representar, sobre todo, un interés histórico'.

'Sin tener posibilidad alguna de ser incorporado a los libros de la Sagrada Escritura, ese texto puede revelar nuevos detalles históricos', indicó Dudkó y añadió que se necesita un minucioso estudio para determinar el verdadero valor histórico del documento.

El diácono Andréi Kuráyev, conocido teólogo ortodoxo ruso y profesor de la Academia Espiritual de Moscú, opinó asimismo que el 'Evangelio de Judas' poco puede aportar a los conocimientos sobre la vida de Jesucristo y de la comunidad apostólica.

'Este documento no pude ser obra de Judas Iscariote por la sencilla razón de que Judas se ahorcó el mismo día cuando fue crucificado Cristo. Así que no puede haber ningún 'Evangelio de Judas', y el texto, lo más probable, fue creado por alguna de las sectas gnósticas de los siglos III o IV', explicó.

Kuráyev recordó que en aquella época, en particular en Egipto, hubo numerosas corrientes ocultistas seudocristianas, algunas de las cuales adoraban a los personajes bíblicos más detestados, como las sectas de los cainitas, que rendían culto a Caín, el primer asesino, o los ofitas, que veneraban a la Serpiente que tentó a Adán y Eva.

'El llamado 'Evangelio de Judas' puede ampliar nuestras ideas sobre las creencias gnósticas de aquellos tiempos, pero difícilmente cambiará o enriquecerá nuestros conocimientos de la vida de Cristo o de la primera comunidad apostólica del primer siglo', manifestó.

El teólogo ruso señaló además la diferencia entre una divulgación en la prensa y una publicación científica, que debe describir la historia del hallazgo, el estado físico del manuscrito, el grado de su conservación, un análisis de la letra y una exposición del contexto cultural en el que fuera creado el documento.

'Hasta que todo esto no se haga, no puede haber ningún comentario serio del denominado 'Evangelio de Judas'', puntualizó Kuráyev.

07/04/2006 23:06
 
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Orar por los hermanos homófobos
05.04.06 @ 00:38:54. Archivado en Iglesia Católica, Gays
Ante la dramática y culpable situación de acoso a que la jerarquía eclesiástica somete a los cristianos gays, algunos se han planteado la conveniencia de constituir comunidades católicas homosexuales que mediten y celebren su fe cristiana sin dejación de pertenencia a la comunidad eclesial general. Por qué no, mientras se tuviera conciencia de que, aunque un grupo de estos pueda –visto lo visto- sobrevivir a sus componentes, esta asociación tiene un carácter transitorio. Lo ideal, lo natural, sería que cada lesbiana y cada gay se integrasen en sus respectivas comunidades eclesiales. No obstante, como ello sólo es posible hoy en día si los homosexuales aceptamos ver amputada nuestra dignidad de personas y de hijos de Dios, resulta así mismo coherente la otra postura: abandonar la estructura eclesial que te injuria y menosprecia, para irte a vivir la fe y cantar las alabanzas del Señor en otra Casa donde se te acepte y se te quiera tal como eres, sin pretender aplicarte electrodos, duchas frías, castración química o tediosos sermones. Ambas posiciones son cristianas, si no las animan el resentimiento, la venganza o el odio descarnado. El Señor nos manda perdonar, y hay que perdonar a este Papa, obispos y hermanos que nos denigran; pero el perdón no lleva consigo un consentimiento de los ultrajes. Consentir sería pecar de complicidad. Bajo determinadas condiciones, la apostasía pudiera ser santa, no sería apostasía.
Perdonar también quiere decir ayudar a redimir a estas personas equivocadas. Para posibilitar este perdón de la comunidad gay a las iglesias y eclesiásticos homófobos, primeramente hay que estudiar las raíces de esta locura de quienes sienten fobia ante una orientación sexual –la homosexualidad- que o no coincide con la suya, o les pertenece tan por entero que sienten pavor ante sí mismos.
¿Por qué nos odian? ¿Por qué nos temen? Y ¿por qué se temen y odian a sí mismos, homosexuales? Es una cuestión tan compleja que no puede ser despachada con paños calientes, respuestas facilonas o medidas inusuales de violencia.
Hemos de orar al Señor por nuestros hermanos que padecen la enfermedad mental de la homofobia, trabajar por comprender su desequilibrio y sufrimiento internos y brindarles nuestra ayuda de hermanos en la misma fe. Hemos de reconocer a los hermanos homófobos no únicamente como desequilibrados, sino como víctimas del pecado y, por tanto, como destinatarios de la Redención.
Los pensamientos y actos homófobos son contrarios a la ley natural y no pueden recibir aprobación en ningún caso.
Nuestros hermanos homófobos “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”.
Las personas homófobas están llamadas a la castidad, pues serían letales como padres o madres de familia. Oremos a Dios para que les conserve castos (y castas), y así impida que, si tienen tendencias heterosexuales, puedan provocar la quiebra de nuestro sistema social, al engendrar hijos que reproduzcan su misma enfermedad.
En cuanto a los varones homófobos candidatos al sacerdocio, desestímese, por el bien de la Santa Iglesia, su ingreso en los seminarios, comunidades educativas y centros teológicos: podrían ser letales, debido a su inmadurez afectiva, que los revela como no aptos para el ejercicio del ministerio ordenado.
Dado en Valverde del camino, junto a Santa María del Reposo, bajo el anillo… ¿Por qué no? Es un juego cruel, el de estos, que puede tener correspondencia. Ojalá no suceda.
Dejen de jugar con el Santo Evangelio y con Nuestro Señor Jesucristo. Dejen de jugar, para vivir. Que así sea. Pero Valencia está a la vuelta de la peor esquina.

07/04/2006 23:19
 
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Santo subito?
03.04.06 @ 00:55:05. Archivado en Iglesia Católica, Premios San Ildefonso
Recordamos estos días a Juan Pablo II, el Magno para algunos; como quiera que fuere, el Papa con el que tantos abrimos los ojos a la vida de la iglesia católica. El difunto Karol Wojtyla continúa siendo un personaje controvertido, como en vida, cuando se nos hacía difícil distinguir persona de personaje y, más difícil todavía, decidir si ir tras él con el cirio, o con el palo: ciegamente amado por los incondicionales de lo que venga (al fin y al cabo, son los que aman y creen de forma carbonaria), fieramente contestado desde dentro del mismo catolicismo por amplios sectores eclesiales (disculpen que no hable de progresía: es algo en lo que dejé de creer en los 90), ahora es nuevamente llorado, añorado (¿de fuera vendrá quien bueno te hará?) y reverenciado. Santo subito!, clamaban las masas huérfanas y enfervorizadas hace un año, exigiendo al nuevo Papa la expedita canonización del pontífice polaco. ¿Realmente santo? Quiénes somos nosotros para juzgar, tampoco la jerarquía eclesiástica. Qué más da un altar más. O menos. Queda el ser humano, queda el sacerdote.
Entre los incuestionables méritos de este hombre ciertamente admirable, es preciso destacar su decidido apoyo, impulso y mimo a los movimientos laicales, dejados en blancas e ilusionadas mantillas por el Concilio Vaticano II, de grata memoria (no para todos). Efectivamente, por encima de las órdenes y congregaciones religiosas de toda la vida, Juan Pablo II se dio cuenta de que el futuro de la iglesia católica pasa por algo más mixto, cual es -en teoría- un movimiento (disculpen que no hable de “Camino”, denominación de origen que únicamente se debe al Santo Evangelio). Él optó por grupos católicos de corte muy conservador en el mejor de los casos, y por otros de realización fanática y alma reaccionaria en demasiadas ocasiones. Así, el Opus o Comunión y liberación, y los Legionarios de Cristo, pero sobre todo el movimiento (camino le dicen los de su cuerda) Neocatecumenal, auténtica cohorte de soldados decididamente violentos (espiritualmente), con más kilos de papel Biblia que de verdadera preparación y sentido cristiano. Sea como fuere, el Papa Wojtyla tuvo la acertada intuición de apostar por los movimientos, lo cual en un futuro pudiera servir para limpiar de clericalismo la iglesia católica. O no.
JPII, que tenía sigla de logia, surtió de beatos y santos con hábito de frailes y monjas los altares de la cristiandad: quería ofrecer modelos de santidad, referencias de cristianismo, maniquíes de ortodoxia en un mundo de cambios vertiginosos y manía de pensar recién estrenada por muchos católicos. ¿Desconfiaba del paradigma sublime, máximo que es Jesucristo? Pienso que en el fondo no, porque a veces, por encima del maquillaje místico del actor que siempre quiso ser, se percibía al verdadero creyente que sesteaba en su interior. Sin embargo, demasiado santo… Ratzinger parece haber parado la fiebre de canonizaciones clase A y B (C en algún glorioso y peraltado caso), pero BXVI jamás será JPII.
En cuanto a los deméritos de este venerable varón, uno de los muchos que se pudieran citar es su excesiva confianza en que la paz y la evangelización habían de pasar por sus encuentros, avenencias o desavenencias con los grandes de la tierra. Uno de sus grandes errores. Uno. Porque los grandes de los pueblos los oprimen, “no será así entre vosotros…” (Mt 20, 25-26).
Siempre le recordaremos. Siempre tendré presente aquel ya lejano día de risas en el teatro de las Salesianas de Valverde, donde el pobre Valeriano, mi primo Juan Alfonso y yo ensayábamos “El milagro de las monedas de oro”, de “El divino impaciente”. Cómo oímos tocar frenéticamente la campana del patio (la de la beata Sor Eusebia, que la llamaba “la voz de Dios”), y a la invitación de Sor María Luisa Aparicio, la directora, entramos en la que se nos antojaba misteriosa clausura de las Hijas de María Auxiliadora; allí, en el televisor, un hombre de mediana edad, con “carilla de zorro”, como siempre ha dicho mi madre, se asomaba al balcón del mundo, sonreía y asombraba en la nostra lingua italiana para, decididamente, invitarnos al coraje apostólico. Luego llegó Benedicto XVI, luego llegó la frialdad.
Algo para recordar, un motivo para rezar. Et lux perpetua luceat eis.

[Modificato da @Nessuna@ 07/04/2006 23.21]

08/04/2006 00:15
 
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Quinientos años del nacimiento de San Francisco Javier

Cardenal Rouco: «Es necesario recordar a España y Europa que no deben olvidar su propia alma»

JAVIER (PAMPLONA), viernes, 7 abril 2006 (ZENIT.org-Veritas).- Mientras los campanarios en Navarra volteaban repiques de gloria, daba comienzo, en el Aula Francisco Jasso, la Eucaristía presidida por el cardenal Antonio María Rouco Varela, Legado Pontificio en esta ceremonia conmemorativa del quinto centenario del nacimiento del patrono de las misiones, san Francisco Javier.

El cardenal Rouco hizo una semblanza del santo navarro de quien destacó su «vocación misionera» y su conversión radical a raíz de las palabras de san Ignacio de Loyola: «¿Qué te importa, Javier, ganar todo el mundo si pierdes tu alma?».

El purpurado afirmó que esta llamada se actualiza en la «necesidad de evangelizar la sociedad actual»: «es muy urgente convencer a nuestros contemporáneos de que si se fracasa en los asuntos del alma, se frustra la vida», y de que «es muy difícil, por no decir imposible, que España y Europa abran futuros compartidos de vida, de justicia, de solidaridad y de paz si se olvida la propia alma», es decir, «las raíces cristianas».

Hizo también referencia a la paz, afirmando que debe basarse en el amor, e instó a los obispos presentes al «servicio del amor» que «no separa sino une»: «lo mejor, lo más verdadero y lo más fructífero que pueden ofrecer la Iglesia y sus pastores a todos los españoles para un futuro de libertad, de justicia, de solidaridad y de paz».

En esta ocasión los accesos a Javier estaban desde primeras horas de la mañana controlados por la Policía Foral y diversos cuerpos de seguridad para permitir la llegada de las autoridades y personas invitadas a esta celebración, destacando la presencia de los Reyes de España. Participaron en la Eucaristía cerca de 1.200 personas.

En un lateral del altar fue instalada la principal reliquia del santo, su brazo incorrupto, llegado el mes pasado desde la iglesia jesuita de El Gesù, en Roma.

Junto al cardenal Rouco se encontraban los cardenales Carlos M. Amigo y Antonio Cañizares, así como el Nuncio apostólico, el arzobispo Manuel Monteiro de Castro, el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Ricardo Blázquez y el secretario de la misma, el padre Juan Antonio Martínez Camino, el arzobispo de Pamplona, monseñor Fernando Sebastián, y los dos obispos encargados de los temas misioneros, monseñores Francisco Pérez González, arzobispo castrense y director de las Obras Misionales Pontificias y Ramón del Hoyo López, obispo de Jaén.

Así mismo se encontraban concelebrando el Padre General de la Compañía, Peter-Hans Kolvenbach y los provinciales jesuitas de España, y algunos miembros de la Junta Directiva Nacional de CONFER (Confederación Española de Religiosos).

Para esta celebración se han acercado también obispos de casi todas las diócesis como monseñor José Vilaplana, recién llegado de Roma donde ha presentado el Año Jubilar Lebaniego al Santo Padre.

En la parte musical de la Eucaristía intervino la Capilla de Música de la Catedral de Pamplona y el coro de monjes del Monasterio de San Salvador de Leyre.

Entre las autoridades políticas que han asistido a la ceremonia estaban el Presidente del gobierno foral de Navarra, Miguel Sanz Sesma, el presidente del Parlamento de Navarra, el alcalde de Javier y presidentes de otras Comunidades Autónomas.

Sus majestades los Reyes de España, recorrieron las nuevas instalaciones del santuario de Javier, visitando el interior del castillo, la capilla del Cristo, la exposición «Xavier Arte» (iconografía de San Francisco Javier) y la sala Schurhammer. Al final de su visita descubrieron una placa conmemorativa.

[Puede leerse la homilía del cardenal Rouco en la página web de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos, www.evangelizatio.org]
08/04/2006 00:30
 
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Autor: P. Eduardo Martínez Abad | Fuente: Catholic.net
La trampa de la Cuaresma
"Cuaresma", y me venía a la mente: flagelación, penitencia, cilicios, ayunos y abstinencias, recuerdo atormentador de los pecados...


Se acaba la CUARESMA y me da miedo, porque es una trampa donde yo he caído muchos años y lo peor es que he hecho caer a otros, sobre todo adolescentes y jóvenes, en mi labor de educador cristiano.

No fue maldad, sino ignorancia, presión religiosa social: se hacía así y se tenía que hacer así; y falta de madurez y de vivencia por mi parte, del cristianismo auténtico, fundado, de modo privilegiado, en el Evangelio.

"Cuaresma", y me venía a la mente, a mi recuerdo, a mis imágenes, a mi sensibilidad: flagelación, penitencia, cilicios, ayunos y abstinencias por los pecados cometidos y para evitarlos en el futuro. Mortificaciones, recuerdo atormentador de tus pecados. Miedos, angustias y susto al borde del abismo del infierno. Procesiones penitenciales, empalados, encadenados, hasta crucificados, costaleros penitentes, nazarenos con cruces pesadas, tamborradas de dolor y de arrepentimiento y más y mucho más, porque en cada pueblo y cultura hemos traducido a nuestra manera una cuaresma que nos han predicado en cientos de años más o menos, de rigor, con tremendismos espeluznantes, oliendo ya a azufre y las llamas saliendo del averno.

Me la han predicado mal y lo malo, como os decía antes, es que yo también la he predicado con estos matices, sobre todo a mis alumnos, en mi vida de docente cristiano. Ahora, mayor, estoy de vuelta de tantas cosas, que comprendí mal y me contagié de costumbres pseudo-cristianas, llenas de superstición y fetichismo. Y ahora, a la altura de más de 70 años, lo estoy viendo de distinta forma y manera, intentando llenar en “odres nuevos” el “vino nuevo”, por la fuerza del Espíritu.

Algunos estaréis reaccionando con indignación ante esta presentación de la cuaresma. Pero si tenéis tiempo, emplazo a cualquiera de vosotros, a que busque “Sermones cuaresmales” de predicadores de los siglos XIX y XX y nos presente solo aquellos párrafos donde lo que yo retrato sobre el carácter y contenido de la CUARESMA, que se ha predicado, es sólo sombra de las expresiones de terror y de miedo que quieren infundir en los fieles escuchantes “para que se arrepientan y se conviertan” con una buena confesión, sin dejarse ningún pecado, porque el infierno les acecha.

¡Pobre CUARESMA¡ ¡Y qué gran trampa!

Continúo con el tema en otro momento y no contestéis hasta que acabe con la tercera entrega. Aun creo habrá más entregas. Esta es la primera, que busca en vosotros un sin fin de reacciones de todo género.

Que luchen en vuestro interior. Darle vueltas a vuestro pensamiento, mezclado de sentimientos hasta violentos. ¡Este EDU-MARTABAD se pasa de la raya! Toma, y a lo mejor tenéis razón... en parte.

Y sabe Dios, cuáles pueden ser vuestras reacciones sorprendentes, porque creo en la fuerza del Santo Espíritu, que hace maravillas.

¡Ayúdalos! ¡Ayúdame!

Y rezad, rezad mucho y con fe y esperanza, en estos como ejercicios espirituales que me propongo compartir con todos los que quieran escuchar ¡con calma! Para preparar y vivir este año 2004, con una mayor profundidad y una esperanza gozosa, el Misterio nuclear y cumbre del Cristianismo, que decimos que vivimos y practicamos: Cristo murió por nuestros pecados. Fue sepultado. Y al tercer día resucitó de entre los muertos. Es nuestro CREDO, nuestra GUÍA de CAMINANTES.

La cuaresma es un medio privilegiado que nos propone nuestra Madre, la Iglesia, para lograr ese objetivo, pero bueno será que revisemos con una NUEVA EVANGELIZACIÓN los contenidos y prácticas de la cuaresma, que mucho polvo se nos ha pegado en el camino de varios siglos, como les dijo también el Papa, hombre mariano hasta en su escudo, a los más de un millón de rocieros: "que se les había pegado, durante el camino, mucho polvo en sus carretas, en su peregrinación anual al Santuario de la Virgen del Rocío."

Había exageraciones y desviaciones y ese folklore no es la verdadera devoción al Misterio de esa Mujer, que con cuatro pinceladas maestras, se nos revela en los Evangelios y se nos anuncia en la antigua Alianza.

Viviremos así de una manera distinta esta cuaresma. Hay que recuperarla, purificarla, ganarla, basados sólo en los Evangelios.

Intento crear un espíritu renovado, con estas tres charlas, al menos para los más timoratos.

Cuando acabe la tercera, colaborar como se os dice en esa última charla, dando vuestras apreciaciones. Ahora leer y pensar. A la tercera, decid lo que habéis pensado, con lo que nos podéis enriquecer como cristianos.

08/04/2006 00:49
 
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Los Cardenales Latinoamericanos
www.aciprensa.com/Cardenales/latinos.htm
09/04/2006 02:22
 
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Periodista de Al Jazeera: “Juan Pablo II no era sólo el Papa de los católicos”

8 de Abril (www.ZENIT.org) - Imad El Atrache, jefe de redacción de la sede de Bruselas del canal Al Jazeera, considera la figura de Juan Pablo II "muy cercana y humana" y afirma que "Juan Pablo II no era sólo el Papa de los católicos".

El periodista, que ha participado en el Congreso "Evento religioso, evento televisivo. Giovanni Paolo II" organizado por la RAI en la Universidad Pontificia Gregoriana, clausurado este viernes, recordó que la emisora televisiva panárabe decidió cubrir sin interrupciones la muerte de Juan Pablo II porqué "estaba claro que se trataba de una noticia mundial de mucho interés también para nosotros".

"Creo que la cobertura mediática que ofrecimos fue grandiosa", confiesa en declaraciones a Zenit.

"En una primera fase de su Pontificado Juan Pablo II se preocupó por alentar al pueblo de los católicos para que no tuvieran miedo", consideró.

"A partir de 1985, amplió su mirada a los hombres de todas las religiones. El abrazo a todos los pueblos, independientemente de su credo hizo que su figura sobrepasara las fronteras de su Iglesia y que Juan Pablo II dejara de ser, según nuestro lenguaje periodístico --musulmán-- el Papa de los católicos para ser simplemente -"el Papa"-", explicó El Atrache.

"En su primera frase del Pontificado cometió un error de italiano al decir: "Si me equivoco, me corregiréis". De este modo, se me presentó muy humano a mis ojos de creyente que no soy cristiano, de practicante aunque no católico", explicó el periodista que precedentemente ha trabajado en las relaciones externas de la emisora árabe más conocida en el mundo.

"Era una frase tan ingenua y hábil que trastocaba todo, el Papa que es el guía de los fieles se dejaba guiar por ellos, única y exclusivamente para guiarles mejor", observó.

"Yo, que en primer lugar soy musulmán y después periodista, me quedé fascinado por este Papa, es decir, por un Papa que respeta profundamente la verdad del hombre, que se expresa en el sentido religioso", confesó en este Congreso que cuenta con el patrocinio de la Embajada de Polonia ante la Santa Sede.

"Todos los hombres que aceptan y que tienen algo de trascendente en su credo y en cualquier tradición religiosa honran la verdad del hombre y, por tanto, según Juan Pablo II, honran al mismo tiempo a Jesucristo, que es la verdad del hombre", añadió.

"En Marruecos [el 18 de agosto de 1985, ndr.], en un estadio con 45 mil jóvenes, el Papa dijo que los musulmanes y los cristianos pueden colaborar basándose en el mismo Dios amor, pero al mismo tiempo no escondía la grande y profunda diferencia sobre la persona de Jesús y sobre su papel en la historia de la salvación", concluyó.

09/04/2006 03:02
 
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Bush se reúne con representantes católicos de Estados Unidos


WASHINGTON, viernes, 7 abril 2006 (ZENIT.org-El Observador).- Un relajado presidente George W. Bush se encontró con numerosos representantes de la Iglesia católica en los Estados Unidos este viernes en el tradicional desayuno nacional de oración que se organiza todos los años.

En alusión a su propia confesión religiosa, el presidente Bush inició su participación dándo las gracias a los cardenales, en especial al cardenal Theodor D. McCarrick, arzobispo de Washington y al cardenal Bevilacqua, «por haber invitado un metodista».

Acompañado por miembros de su familia, de su gabinete, senadores y diputados, George W. Bush subrayó que «necesitamos un camino de esperanza para nuestro mundo» y que este tiempo es propicio «para que más personas puedan pedir, en libertad, que Dios interceda por todos nosotros».

«También es un tiempo de retos», dijo el presidente Bush. «En algunos de los países más avanzados del mundo, algunas personas han dejado de creer que el deseo de libertad es universal; algunos creen que ya no se puede distinguir entre lo correcto y lo equivocado: la Iglesia católica refuta esa visión pesimista de la naturaleza humana y ofrece una visión de la libertad y de la dignidad humanas enraizadas en las mismas verdades que los fundadores de Estados Unidos», aseguró el mandatario.

Tras hacer una serie de asociaciones entre el espíritu de libertad, que procede del Creador, y la evolución del pueblo norteamericano, el presidente Bush aseveró que «en la última parte del siglo XX pudimos observar la imagen de la libertad en las manos de un sacerdote que provenía de Polonia: cuando el Papa Juan Pablo II ascendía a la cátedra de Pedro, el Muro de Berlín estaba en pie; su Polonia nativa estaba ocupada por el poder del comunismo y la división de Europa parecía ser una hendidura que atravesaba el continente».

«Muy pronto --dijo el presidente Bush-- Juan Pablo II nos indicó "No tengáis miedo'" porque él sabía que un imperio construido en la mentira está condenado a fracasar. Recordándonos que libertad y dignidad humanas recaen en nuestra naturaleza, el Papa Juan Pablo II instauró una de las más grandes revoluciones libertarias que el mundo jamás haya conocido», remarcó el presidente de Estados Unidos.

Refiriéndose, más tarde, al sucesor de Juan Pablo II, Benedicto XVI, el presidente de la Unión Americana reconoció que también él piensa que «la medida de una sociedad libre se basa en cómo ésta defiende y trata a los más débiles y a los más vulnerables de sus miembros».

Aludió el presidente Bush a la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció en la Navidad pasada en la que el obispo de Roma dejó en claro que «el Salvador había venido como un niño indefenso y que el esplendor de la Navidad se reflejaba en los ojos de todos los niños, nacidos y no nacidos». Esta última aseveración provocó un largo aplauso entre los concurrentes a este desayuno anual de oración que lleva a cabo la Iglesia católica de Estados Unidos en Washington.

«En Estados Unidos --precisó Bush-- estamos trabajando para fortalecer la cultura de la vida, a lo largo de los estados de la Unión y a través de iniciativas federales que expandan la protección de los no nacidos. Estas iniciativas reflejan el consenso de los ciudadanos que actúa por medio de sus representantes electos y vamos a continuar trabajando hasta que llegue el día en que cada niño sea bienvenido a la vida y protegido por la ley».

Tras agradecer a las organizaciones católicas estadounidenses su liderazgo en lo que llamó «nuestros ejércitos nacionales de compasión» y el papel que desempeñan en el servicio a los residentes y a los recién llegados, el presidente Bush se refirió al debate en el que se encuentra inmerso el Senado y la Casa de los Representantes de Estados Unidos sobre el tema de las reformas a las leyes migratorias de este país.

Precisó que es de vital importancia que el debate sea conducido en un tono civil y que él creía que «el 'sueño americano' está abierto a todos aquellos que trabajen duro y respeten la ley». «Así --subrayó George W. Bush-- Estados Unidos no tendrá que elegir entre ser una sociedad compasiva y ser una sociedad de leyes».

Tras confirmar que el sistema migratorio de Estados Unidos debe cambiar, el presidente Bush se mostró confiado en que esto suceda; que las leyes protegerán las fronteras, respetarán el papel de la ley y harán imperar la decencia en Estados Unidos.

«Mientras los congresistas siguen en el debate --dijo Bush-- no deben olvidar que nosotros somos una nación de inmigrantes y la inmigración nos ha ayudado a restaurar nuestra alma en bases firmes», concluyó el presidente Bush, coincidiendo con la postura de la Iglesia católica ante la reforma migratoria.
09/04/2006 03:46
 
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El matrimonio no lo ha inventado la Iglesia (I)

Entrevista con Robert George, profesor de Princeton

PRINCETON, New Jersey, viernes, 7 abril 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI explicó este jueves que el matrimonio «no es una invención de la Iglesia», sino una forma de vida que forma parte de la naturaleza humana desde su misma creación.

A esta misma conclusión ha llegado una investigación interdisciplinar de investigadores que se acaba de publicar con el libro «El sentido del matrimonio: familia, estado, mercado y moral» (Spence), editado por Robert P. George y Jean Bethke Elshtain.

George es profesor de jurisprudencia y director del programa James Madison in American Ideals and Institutions en la Universidad de Princeton, y es miembro del Consejo de Bioética del presidente George Bush.

En esta entrevista, George comparte con Zenit algunos de los argumentos presentados en el libro, según los cuales el matrimonio es un «bien intrínseco». La segunda parte de la entrevista se publicará en el mismo servicio de hoy.

--¿Qué les ha impulsado a reunir estos ensayos sobre el significado del matrimonio? ¿Qué tiene de especial esta recopilación?

--George: Estos ensayos son importantes porque demuestran que el matrimonio no es un tema sectario o incluso de natura meramente religiosa.

Por el contrario, los ensayos demuestran la importancia pública del matrimonio y nuestra capacidad, como personas racionales, de entender el sentido, el valor y el significado del matrimonio sin invocar o recurrir a revelaciones especiales o a tradiciones religiosas.

El pasado diciembre, Jean Bethke Elshtain y yo hemos convocado una conferencia de tres días, con el apoyo del Witherspoon Institute, que reunió a estudiosos de primer orden de varias disciplinas académicas – historia, ética, economía, derecho y política pública, filosofía, sociología, psiquiatría, ciencias políticas – para discutir sobre el matrimonio.

Los estudiosos presentaron cada uno una contribución a nuestra comprensión del matrimonio desde su propia disciplina, y cada una de las disciplinas ofreció reflexiones profundas sobre la importancia del matrimonio tanto para los individuos como para la nación.

Las exposiciones no invocaron la revelación, la autoridad religiosa o el razonamiento sectario. Han representado lo mejor de aquello que se ha denominado «razón pública».

Y las conclusiones de cada uno en la conferencia fueron: a) el matrimonio es importante; b) el matrimonio está en crisis; y c) podríamos enfrentarnos a la virtual abolición del matrimonio si se sigue el camino del «matrimonio» del mismo sexo.

El profesor Elshtain de la Universidad de Chicago y yo decidimos recopilar estos ensayos en un libro porque la información y los argumentos que tuvimos la fortuna de escuchar en la conferencia es necesario que se difundan en toda nuestra nación. A todo norteamericano que le importe la sociedad civil, el bienestar de los niños y la situación del matrimonio en nuestra cultura, necesita conocer las conclusiones científicas recogidas en este volumen.

Actualmente se desarrolla un debate público sobre el matrimonio, pero con mucha frecuencia se ha reducido sólo a escaramuzas verbales sobre el «matrimonio» del mismo sexo.

Nuestro proyecto intentó evitar esta trampa, para examinar toda la serie de problemas sociales que emergen del debate del matrimonio: la ausencia del padre, la cohabitación, el divorcio, los hijos crecidos fuera del matrimonio, etc.

Aunque no puedo mencionar cada capítulo del libro, hay tres ensayos particulares escritos desde la perspectiva de las ciencias sociales que mencionaré.

Don Browning de la Universidad de Chicago y Elizabeth Marquardt – autora de «World’s Apart» («Mundos aparte»)– tienen un ensayo fascinante, «¿Qué pasa con los niños? Advertencias liberales sobre el matrimonio del mismo sexo» («What About the Children? Liberal Cautions on Same-Sex Marriage»)

Maggie Gallagher, presidente del Institute for Marriage and Public Policy, tiene un brillante ensayo titulado «¿Cómo protege el matrimonio el bienestar del niño?» («How Does Marriage Protect Child Well-Being?»)

W. Bradford Wilcox, profesor adjunto de sociología en la Universidad de Virginia, concluye el libro con una reflexión sobre el impacto del matrimonio sobre quienes menos ingresos tienen en la sociedad.

Otros ensayos incluyen un argumento sobre cómo la aceptación del «matrimonio» del mismo sexo borraría la validez de los principios en base a los cuales rechazamos la poligamia y el poliamor, es decir, las multiplicidad de relaciones sexuales estables; otro trata sobre cómo el «no-fault divorce», el «divorcio sin culpa» – el divorcio unilateral – ha debilitado el matrimonio como institución, y cómo las lecciones aprendidas de nuestro error al abrazarlo deberían hacernos ser más cautelosos a la hora de considerar cambios incluso más radicales; y otros relativos a la importancia del matrimonio para el bienestar legal, político y económico de nuestra sociedad.

Cuando hace una generación se comenzó a discutir sobre el «divorcio sin culpa», pocos ponían en duda que si se hubiera consentido a Adán divorciarse fácilmente de Eva esto no habría tenido si no efectos positivos sobre el matrimonio y la sociedad en su conjunto.

Retrospectivamente podemos ver cómo la introducción del divorcio «sin culpa» alteró a peor – la comprensión que tenía la gente del significado del matrimonio, con consecuencias sociales profundamente dañinas.

Esta experiencia debería volvernos escépticos ante la idea de que podamos reconocer la relación de Adán y Steve como una «matrimonio» sin erosionar más la correcta comprensión de lo que significa y es verdaderamente el matrimonio.

--Pasando a su aportación personal, un capítulo sobre filosofía práctica y matrimonio: «¿Qué quiere decir en su ensayo cuando afirma que el matrimonio es un «bien intrínseco»?

--George: Quiero decir que el matrimonio es mucho más que un medio para lograr fines extrínsecos a él.

El valor del matrimonio no es meramente instrumental. El matrimonio es un bien humano básico – un aspecto irreducible del bienestar y de la plena realización de un hombre y una mujer que se unen como esposos.

Cuando uno entiende correctamente el matrimonio como la unión permanente y exclusiva entre esposos sexualmente complementarios cuya condivisión fiel, amorosa y comprehensiva de la vida se funda sobre la unión de los cuerpos en «una sola carne», se entiende que el matrimonio constituye por sí mismo un motivo para su validez, y que su valor no depende por tanto de otros objetivos para lo que es un mero instrumento.

Al unirse un hombre y una mujer, en todos los niveles de su ser – el biológico, el emocional, el de caracteres, el racional, el espiritual – el matrimonio se convierte en una elección racionalmente válida como fin en sí mismo.

Así como el elemento fundamental de la amistad no esponsal es la amistad en sí misma, y otros fines a los deba la amistad ser útil como medio, el elemento fundamental del matrimonio es el matrimonio en sí mismo.

--Usted observa que gran parte de la confusión sobre el sexo y el matrimonio en nuestra cultura encuentra sus raíces en el pensamiento del filósofo escocés del siglo XVIII, David Hume. ¿Cómo puede ser así?

--George: No quiero cargar con toda la culpa al pobre David Hume.

Como apuntaba en mi capítulo de «The Meaning of Marriage», Hume mismo abrigaba más bien puntos de vista conservadores sobre el matrimonio, reconociéndolo como una institución social profundamente importante, que necesita y merece apoyo y protección de las instituciones de la sociedad y de los usos y costumbres de las personas.

El problema no está en lo que Hume enseñaba sobre el matrimonio; está en lo que Hume enseñaba sobre la razón práctica y la verdad moral.

Como ya he dicho, una comprensión correcta del matrimonio lo reconoce como un bien intrínseco o como, siguiendo a Germain Grisez, lo he llamado, un bien humano básico – algo que las personas tienen motivos para elegir precisamente porque captan su valor como un aspecto irreducible del bienestar y realización humanas.

Pero Hume enseñan que no hay bienes humanos básicos, que no existen razones otras razones que las instrumentales para actuar. Más bien, supone Hume, nuestros fines nos vienen dados por factores de motivación subnacionales, como el sentimiento, el deseo, la emoción – lo que Hume llamaba «las pasiones».

Se reduce a la razón a un papel meramente instrumental en el dominio de la deliberación, la elección y la acción. La razón no puede identificar lo que es deseable y por tanto digno de elección; su papel, según la opinión de Hume sobre el tema, se reduce a identificar los medios eficaces por los que podemos alcanzar cualquier fin que se nos ocurra desear.

En palabras de Hume, «la razón es, y sólo debe ser, la esclava de las pasiones, y no debe reivindicar ninguna otra función sino la de servirlas y obedecerlas».

En la medida en que las enseñanzas de Hume han sido aceptadas, sea formal o implícitamente, por los hombres y mujeres contemporáneos, les ha llevado a adoptar una forma de subjetivismo – en ocasiones llamado «la falta de cognitivismo moral» – que amenaza una recta comprensión del matrimonio y de otros bienes humanos básicos.

Esto resulta especialmente nocivo en el caso del matrimonio, puesto que el matrimonio es un bien del que sólo pueden participar plenamente aquellos que, aunque sea implícitamente, lo comprenden correctamente. Su capacidad de enriquecer nuestras vidas como esposos – y, cuando el matrimonio se ve bendecido con hijo, como padres – depende mucho de nuestra comprensión de él y de que captemos que su valor es mayor que el meramente instrumental.

[La segunda parte de esta entrevista se publicará este domingo]
09/04/2006 20:30
 
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El matrimonio no lo ha inventado la Iglesia (II)

Entrevista con Robert George, profesor de Princeton

PRINCETON, New Jersey, domingo, 9 abril 2006 (ZENIT.org).- Robert P. George, profesor de jurisprudencia en la Universidad de Princeton, miembro del Consejo de Bioética de la presidencia de los Estados Unidos, está de acuerdo con Benedicto XVI, el matrimonio no es algo que ha inventado la Iglesia.

De hecho, explica en la segunda parte de esta entrevista concedida a Zenit, el matrimonio monógamo no es algo exclusivo ni mucho menos del cristianismo o de las religiones.

--Usted describe el matrimonio como una «comunión de personas en una sola carne». ¿Se trata de un concepto claramente religioso?

--George: No. El valor intrínseco del matrimonio, entendido como el compartir la vida de forma amplia y a todos los niveles fundamentado en la comunión corporal de la complementariedad sexual de los esposos y ordenada de forma natural a la procreación y crianza de los hijos, puede entenderse, y así ha ocurrido, por personas de diversos credos y por aquellos que no tienen uno concreto.

Las enseñanzas de muchas, si no todas, las religiones se extienden de un modo u otro al matrimonio, pero el bien del matrimonio puede ser conocido, y es conocido, por la razón, aunque no esté ayudada por la revelación.

Según John Finnis, los grandes filósofos de la antigua Grecia y los juristas de la Roma precristiana, si bien en un contexto de reflexión crítica sobre el matrimonio, eran capaces de articular las bases de una comprensión correcta de esta gran bien humano.

Claro está que la expresión “una sola carne” deriva de la Biblia hebrea y Jesús la reafirma con fuerza en los Evangelios. Para judíos y cristianos, la revelación refuerza e ilumina una gran verdad de la ley natural.

--El número 1652 del Catecismo de la Iglesia Católica indica: «Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación». El Catecismo parece que describe el matrimonio en términos meramente instrumentales. ¿Puede aclararnos cómo coincide esto con cuanto usted ha afirmado?

--George: Ciertamente. Ya he dicho que el amor conyugal y la institución del matrimonio están ordenados de forma natural a la procreación y al cuidado de los hijos.

Pero esto no quiere decir que los hijos sean fines extrínsecos para los que la unión marital, en su dimensión sexual o en otra, sea un mero medio. «Ordenado a» no quiere decir «es un mero medio para».

Quizá la mejor evidencia de que la Iglesia reconoce el valor intrínseco del matrimonio y de que no lo trata como un mero medio de procreación sea su clara y constante enseñanza de que las personas pueden tener razones para casarse, y pueden casarse legítimamente, y pueden estar plena y verdaderamente casados, incluso cuando la infertilidad de uno o ambos esposos convierta la procreación en imposible.

Los matrimonios de esposos infértiles son verdaderos matrimonios. No son pseudo-matrimonios. No son matrimonios de segunda clase.

Dado como están constituidos los seres humanos, que a su vez determina la conformación del bien humano, la realización plena del hombre y de la mujer tiene lugar intrínsecamente en su unión en la forma de una comunión idónea – u «ordenada a» – para la procreación y el cuidado de los hijos, aunque no sean capaces de concebirlos.

Los esposos se convierten verdaderamente en «una sola carne» en su relación esponsal aunque la infertilidad temporal o permanente signifique que no tendrá lugar la concepción. Hay que observar que los matrimonios judíos y cristianos se consuman al completar la relación sexual, no al lograr la concepción de un hijo.

No obstante, nada en la afirmación de esta gran verdad contradice la igualmente gran verdad de que los hijos concebidos como fruto de la comunión marital son, de hecho, la “coronación” del amor conyugal.

Los hijos no son objetivos operativos de la unión sexual de los esposos o de la institución del matrimonio; más bien, son un don que se añade al amor marital que se ha de acoger y cuidar como participantes perfectivos en la comunidad – la familia – establecida por la comunión marital de sus padres.

--¿El reconocimiento, por parte de la Iglesia, de la validez de los matrimonios infértiles no contradice su doctrina de que el matrimonio es necesariamente la unión de un hombre y un mujer, en vez de la unión de dos personas cualesquiera, incluyendo a personas del mismo sexo?

--George: No. El elemento clave a considerar es que la Iglesia, de acuerdo a lo que sabemos por la luz de la razón natural, entiende el matrimonio fundamental e irreduciblemente como una relación sexual.

Cualquier persona puede vivir con otra, cuidándose y compartiendo las vidas del otro en muchas dimensiones. Pero para que llegue a existir un matrimonio y se complete, el compartir la vida de forma comprensiva y a todos los niveles se ha de basar en la unión corporal – biológica – de los esposos.

Un hombre y una mujer que se han prometido fidelidad permanente el uno al otro deben convertirse en una «sola carne» en virtud de la consumación de su unión sexual por el que completan las condiciones de comportamiento de la procreación – aunque no existan las condiciones necesarias para la concepción.

Si no existe la unión biológica, las personas no compartirán la vida del otro en la singular forma conyugal. Su vida en común no puede ser un compartir comprensivo, en el que la comunión a otros niveles se funda en su comunión corporal.

Es a través de los actos conyugales – actos que son procreativos por naturaleza, aunque no sean reproductivos en efecto; y aunque debido a la enfermedad, a un defecto o a la edad de la mujer no puedan como resultado la procreación – que un hombre y una mujer, comprometidos el uno con el otro, consuman su matrimonio como la unión de una sola carne.

Es por esto que no puede existir un matrimonio entre más de dos personas, por muy afectuosos que sean los unos con los otros o por muy comprometido con el grupo que sinceramente se pueda estar.
Una vez comprendido el matrimonio como una unión en “una sola carne”, vemos que la actividad sexual entre miembros de grupos polígamos o entre parejas del mismo sexo, por mucho que lo deseen o lo encuentren satisfactorio, es intrínsecamente no conyugal.

Sean cuales sean las consideraciones sobre el hecho de que la actividad sexual en las relaciones polígamas o del mismo sexo puede reforzar el lazo emocional de quienes participan, no pueden unir plenamente a las parejas sexuales de forma conyugal. Sea cual sea la motivación, el objetivo o el fin, no puede ser biológica, la unión «en una sola carne» – precisamente el fundamento y el principio definitorio del matrimonio.

Conviene observar, de paso, que la enseñanza de la Iglesia refleja aquí su comprensión del cuerpo como una parte integrante en la realidad personal del ser humano, y no como un mero instrumento subpersonal para lograr unos fines o inducir satisfacciones deseadas por la parte consciente o volitiva del yo – considerada, como en las teorías dualistas, como la persona real que habita y utiliza un cuerpo.

La unión biológica de los esposos en los actos de tipos procreativo puede ser comunión personal verdadera, precisamente porque nosotros somos nuestros cuerpos – aunque, claro está, no sólo somos nuestros cuerpos –, somos la unión de alma y cuerpo. No somos personas incorporales – mentes, almas, conciencia – que residen dentro, supervisan, y usan cuerpos impersonales.

--Si el matrimonio es en sí evidentemente bueno, entonces, ¿por qué el estado necesita intervenir para preservarlo? ¿No sería suficiente la tutela por parte de la Iglesia y de la comunidades religiosas, donde se celebra y viven en sentido pleno?

--George: Ésta es una proposición válida sólo en apariencia.

Su fuerza cae en el momento en que consideramos: a) la importancia de los matrimonios, y por tanto del matrimonio considerado como institución, para el bienestar de la sociedad y del estado; y b) la vulnerabilidad del matrimonio como institución a las patologías sociales y a las ideologías hostiles al mismo que debilitan su capacidad de defenderse ante dichas patologías.

La razón más poderosas y fundamental para el interés público en el matrimonio y en su buen estado de salud institucional es su idoneidad única para proteger a los hijos y atenderlos para que crezcan como personas rectas y ciudadanos responsables.

Como han mostrado Brad Wilcox, Maggie Gallagher y otros expertos sociales que han contribuido a «The Meaning of Marriage», pocas cosas son tan importantes para el bien público – y en nuestras circunstancias actuales casi nada es más urgente – que crear y mantener un conjunto de condiciones sociales en las que el hecho de que los niños crezcan con su propia mamá y papá se la norma.

Es cierto que las comunidades religiosas y otras instituciones de la sociedad civil tienen un papel indispensable que jugar, pero la ley tiene también su papel. La ley es una maestra.

Puede enseñar que el matrimonio es una realidad en la que las personas pueden elegir participar, pero cuyos contornos no pueden hacerse y deshacerse a voluntad. Es decir, una comunión en una sola carne de personas unidad en una forma de vida que es la propia para la generación, la educación y la crianza de los hijos. La ley tampoco puede enseñar que el matrimonio es una mera convención, que se puede malear en la forma en que escojan hacerlo individuos, parejas o grupo, sean cuales sean sus deseos, intereses o fines subjetivos.

El resultado, consideradas las tendencia de la psicología sexual humana, será el desarrollo de prácticas e ideologías capaces de destruir verdaderamente la correcta comprensión y práctica del matrimonio, junto con el desarrollo de patologías que tienden a reforzar las mismas prácticas e ideologías que las causan.

El filósofo de la Universidad de Oxford, Joseph Raz, él mismo liberal, que no comparte mis puntos de vista sobre la moralidad sexual, se muestra con razón crítico ante formas de liberalismo que suponen que la ley y el gobierno pueden y deben ser neutrales con respeto a concepciones contrapuestas del bien moral.

A este respecto, ha observado que la “monogamia, admitiendo que represente la única forma válida de matrimonio, no puede practicarse por un individuo. Requiere una cultura que la reconozca, y que la apoye a través de la actitud pública y a través de las instituciones formales”.

Ciertamente el profesor Raz no habla de que, en una cultura, cuya ley y cuya política no apoye la monogamia, un hombre que piense adoptarla no lo pueda ser capaz de autolimitarse y tener una sola mujer o se vea requerido o presionado a tener más de una.

Afirma, más bien, que, aunque la monogamia sea un elemento clave en una correcta comprensión del matrimonio, un gran número de personas no lograrán comprender el valor de la monogamia y la lógica que la confirma, si no ayudándose y sirviéndose de una cultura, de un ordenamiento jurídico, de una política y de una sociedad favorables al matrimonio monógamo.

Lo que vale para monogamia es igualmente válido para otros elementos de una correcta comprensión del matrimonio.

En breve, el matrimonio es la clase de bien que pueden elegir y del que pueden participar de forma convencida sólo aquellas personas que lo han comprendido profundamente y lo que lo eligen precisamente en base a dicha comprensión. No obstante, la capacidad de comprenderlo y, por tanto, de elegirlo, depende de forma decisiva de la orientación de las instituciones y de la cultura que transcienden las elecciones individuales y que se constituyen por un gran número de elecciones individuales.
11/04/2006 03:04
 
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A propósito de un sínodo diocesano

El Diurnal de JAI
blogs.periodistadigital.com/eldiurnaldejai.php

Este es el título con el que José Ramón Alvarez, sociólogo Diocesano y párroco de Pruvia (Llanera), publicaba ayer en las páginas del diario El Comercio su opinión personal y su postura ante el anuncio de la celebración de un próximo Sínodo Diocesano en la diócesis de Oviedo. Por su interés y por la argumentación esgrimida que, aunque sea personal, no deja de ser muy razonable, lo recojo hoy en estas páginas. Creo que es muy interesante.

A propósito de un sínodo diocesano

JOSÉ RAMÓN ÁLVAREZ ÁLVAREZ
SOCIÓLOGO. PÁRROCO DE PRUVIA-LLANERA/

En la Iglesia de Asturias se ha abierto en el mes de marzo un periodo de reflexión y discernimiento sobre la conveniencia o no de la celebración de un sínodo diocesano. En pocas palabras, un sínodo es una especie de reunión extraordinaria de los obispos con los sacerdotes, religiosos/as y seglares para debatir juntos sobre el momento presente de la evangelización y sobre los acentos más significativos de ésta para el futuro próximo en Asturias. En definitiva: un alto en el camino para reflexionar y debatir con el objetivo último de aconsejar al prelado sobre juntos el rumbo de nuestra iglesia local.
La carta pastoral del arzobispo invitando a la reflexión hace referencia al espíritu y los documentos del Concilio Vaticano II como luz para el discernimiento. Sin perderlos de vista en cuanto pueden ser materiales útiles, no conviene olvidar el tiempo transcurrido desde entonces. En 40 años han cambiado muchas cosas en el mundo y en Asturias. También lo han hecho los problemas y su magnitud. Hay que comenzar a decir y a asumir que el Concilio tiene aspectos en los que se ha quedado obsoleto. La mayor parte de los problemas eclesiales tienen que ver con un deficiente análisis de la realidad que le hacen dar respuestas del pasado a problemas del presente, responder a preguntas inexistentes o sencillamente ignorar la existencia de los mismos problemas.
Por diversas razones que se enumerarán, me encuentro entre quienes no consideran conveniente la celebración de este acontecimiento eclesial. La principal de las razones de esta negativa tiene que ver con los problemas que separan a la Iglesia de la sociedad. Su magnitud y dimensiones exceden las competencias de nuestra iglesia local, afectan a todo el orbe católico y han quedado zanjados de modo temporal, que no definitivo, por las jerarquías vaticanas. Si, como ya nos anuncian, estos asuntos no se tocan y son temas tabú, ¿de qué vamos a hablar que pueda resultar de mediano interés? La Iglesia de Asturias tiene experiencias negativas recientes, como la Asamblea Sacerdotal del año 1978, que no han conducido a nada. El debate por el debate, aparte de su escasa utilidad, provoca frustración.
La segunda razón para la negativa tiene que ver con los hipotéticos participantes en el proceso. ¿Quiénes van a ser? ¿Cómo van a ser elegidos? Lo que nos conduce a la cuestión de la participación y la representatividad en los procesos de toma de decisión eclesiales. A estas alturas de la película ya nos conocemos todas las preguntas y las respuestas. La experiencia de muchos años sobre el funcionamiento de los organismos de consejo eclesiales nos revela que, en la mayor parte de los casos, los consejeros son aconsejados por aquellos a quienes debieran aconsejar. Por si esto fuera poco, los escasos miembros electos suelen ignorar de modo sistemático la voluntad y la opinión de quienes depositaron su confianza en ellos. El resultado final de estos procedimientos es la irrelevancia de esos organismos y la indiferencia que suscitan los asuntos que abordan.
Una tercera y última razón tiene que ver con la ausencia de liderazgo en la Iglesia asturiana para pilotar no sólo el desarrollo del hipotético sínodo, sino las posibles conclusiones que de él emerjan. Es más, este problema trasciende nuestras fronteras diocesanas y ya es un lugar común entre todos los analistas eclesiales que se precien en España. Sin líderes cercanos, queridos, aceptados, imaginativos, capaces de trabajar en equipo, queda poco espacio para el diseño del próximo futuro. Entre nosotros, la prueba más evidente la tenemos en el agonizante Plan Pastoral Diocesano que ha pasado sin pena ni gloria. También en otros decretos firmados en espectaculares ceremonias litúrgicas de cuyo desarrollo y cumplimiento nada más se ha sabido.
En líneas generales, este es el panorama que tenemos. Puede haber otros análisis e interpretaciones porque la Iglesia asturiana es bastante más plural de lo que muchos piensan o quisieran. Podemos seguir trabajando juntos desde la diversidad como lo hemos hecho hasta ahora. Otros posicionamientos, apoyados en imaginarias mayorías, podrán vencer, pero nunca convencer. Por eso es tan necesario el consenso previo antes de emprender aventuras como la del sínodo.
Por último, convendrá recordar, a modo de aviso para navegantes presuntamente ortodoxos, que cuando hay un proyecto, aunque sea en la Iglesia, se puede opinar e incluso disentir. En este sentido, la invocación a la comunión eclesial en este punto bueno será dejarla para cuando se tome la decisión concreta.
11/04/2006 03:11
 
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Los dibujos animados sobre el Papa que escandalizan al mundo católico

RD

Lunes, 10 de abril 2006

El Comité Central de los Católicos Alemanes (ZDK) protestó hoy ante los responsables de la cadena de televisión musical MTV contra la emisión el próximo 3 de mayo de una polémica serie de dibujos animados que caricaturizan al Papa.

El ZDKtambién protestó hoy contra la campaña de publicidad que ha iniciado la MTV para promocionar la serie de dibujos animados, titulada "Popetown" ("Ciudad del Papa"), en la que se ve la cruz vacía y a Jesucristo sentado en un sillón viendo la tele.

Hans Joachim Meyer, presidente del ZDK, pidió a los católicos alemanes que protesten contra esta campaña de publicidad, que es "una provocación pocos días antes del Viernes Santo y la Semana Santa".

El Comité Central de los Católicos Alemanes considera que "Popetown" es "una asquerosa burla para la Iglesia católica" y "un ataque directo de la creencia cristiana".

La MTV asegura, por su parte, que la serie "no es una calumnia ni un insulto a las orientaciones religiosas" de los telespectadores.

La polémica serie, que no llegó a emitir la radiotelevisión pública británica BBC por las protestas suscitadas en el Reino Unido, es una producción de la BBC3.

La serie "Popetown" está protagonizada por el ficticio Papa Nicholas, un Pontífice "loco y excéntrico" de 77 años, y un "corrupto y criminal" cardenal, según se explica en la página web de la MTV alemana.
11/04/2006 20:35
 
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El amor y su “éxtasis divino”: luces de la “Deus caritas est”

10 de Abril () - El Dr. Ramiro Pellitero, Profesor de Eclesiología y Teología Pastoral de la Facultad de Teología (Universidad de Navarra, España), nos muestra como vivir el amor en el matrimonio según la “Deus caritas est”.


El amor y su “éxtasis divino”:
luces de la “Deus caritas est”


Los griegos llamaron eros al amor entre hombre y mujer. Lo describieron como un arrebato, una “locura divina”, que lleva a un “éxtasis” por encima de la razón.

Considerado más en general, el amor es ante todo para vivirlo, para vivir de él y en él, para dejarse conquistar por él y para conquistarlo día a día. Pero también es un gran tema para reflexionar y dialogar.

La Encíclica “Deus caritas est” recoge la crítica de que el cristianismo ha matado el eros, el amor, y la rebate, dentro de su propósito global: “Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: a esto quisiera invitar con esta Encíclica” (n. 39).

Se trata, por tanto, de poner el amor en el centro de la existencia personal, en el centro de la vida cristiana y de la Iglesia. El amor, que es comunión entre las personas y que se realiza respetando la diversidad de cada uno y contando también con las dificultades.

Quien lee la Encíclica sin prejuicios puede encontrarse con tres sorpresas, por lo que respecta al “extasis divino” del amor:

Primera sorpresa: el eros puede presentarse como modelo y origen de todo amor. Así lo hace la Biblia al emplear la metáfora del amor esponsal para hablar del amor de Dios por la humanidad.

Cabría preguntar: ¿pero no es más bien el ágape, el amor que da sin esperar nada a cambio, el amor más perfecto? ¿Acaso el Antiguo Testamento no fustiga los excesos y engaños del eros? Ciertamente, pero en ningún caso se niega al eros su característica de pregustar lo infinito, lo eterno; sin olvidar, claro está, la necesidad de dominar el puro instinto, para armonizar el cuerpo y el espíritu. Ambos elementos remiten a la relación con Dios. Porque sin Dios, pretender alcanzar la eternidad en el amor sexual, ha observado Ricard María Carles, sería como buscar todas las palabras de una novela en su tapa, o apoyar un precioso capitel sobre un frágil tallo.

Parece fundamental percibir que lo que presenta la Encíclica como modelo de todo amor no es el eros sin más, sino el eros que se esfuerza en convertirse en ágape. Esto, no importa repetirlo, exige ante todo el respeto por la persona y la diversidad entre varón y mujer. Con expresión de Jutta Burggraf, “la comunión goza de las diferencias”.

Segunda sorpresa: en el cristianismo el eros se mantiene y se perfecciona. No se trata de que desaparezca la vehemencia del eros cambiándose en la absoluta generosidad del ágape. En realidad, el ágape también necesita recibir; pero resulta que todo lo que recibe se va transformando en capacidad para dar. Esta dinámica sigue el ejemplo y el impulso del amor de Dios, que sin necesitar nada, ama apasionadamente de modo que que en Él no hay resquicio de egoísmo.

Tercera sorpresa: el eros acaba por ser, en el cristianismo, nada menos que un icono vivo del amor de Dios por la humanidad. Los evangelios presentan a Cristo como el “esposo” de la humanidad, salvada anticipadamente en la Iglesia. Él mismo explica la esencia del amor hablando del grano de trigo que muere para dar fruto, lo que alude a su sacrificio en la Cruz. Por eso, dice la Encíclica, ágape es un nombre que en el cristianismo designa la Eucaristía, que es, precisamente la actualización del sacrificio de la Cruz.

Este planteamiento sitúa al amor entre hombre y mujer en el nivel del amor de Cristo. Decía Josemaría Escrivá que el lecho matrimonial es como un altar. Con otras palabras: si los el Evangelio afirma que el amor “vale más que todos los sacrificios y holocaustos”, es porque en unión con Cristo (sobre todo en la Eucaristía) se convierte en verdadero culto a Dios y se traduce en servicio a la humanidad. Este es el auténtico “éxtasis divino” del amor.

“Amor y siempre más amor, es la solución a cada problema que aparece”, dijo una campeona de la paz y los derechos humanos (Dorothy Day).

El verdadero “éxtasis” del amor consiste en salir de sí mismo para encontrarse con el otro, y en esa comunión, abrirse a Dios y a los demás. Ante todo, la relación con Dios (la oración cada día, la Misa del domingo) es imprescindible para descubrir en el cónyuge la imagen divina. De la misma manera, la atención a las necesidades concretas de la esposa o del esposo es imprescindible para una relación auténtica con Dios.

Observa la Encíclica que el amor es divino, porque proviene de Dios y a Dios nos une, superando nuestras divisiones. Con palabras de Gustave Thibon, el amor no es contemplarse y saborearse el uno al otro, sino entregarse ambos a las mismas realidades que comprenden y rebasan los límites egoístas del yo, mediante el esfuerzo y el sacrificio. Su amor transforma a los esposos en un “nosotros” cuya fecundidad se abre a la familia y a todas las personas del mundo, especialmente los más necesitados.

El amor de los esposos es, en suma, la fuente continua, el motor y la belleza de su tarea en el mundo. Y todo lo que es fruto del amor alimenta el amor: la preocupación por los demás con detalles concretos, la coherencia entre la fe y la vida, el “estilo cristiano” del hogar, el tiempo dedicado a los hijos.

Concluyendo, el amor de los esposos está llamado a abrirse a Dios y a los demás. En esta medida puede ser un “modelo” de todo amor, al irse convirtiendo en un reflejo del amor divino. Por eso en el cristianismo el amor de los esposos lleva a rezar y adorar, alcanza la categoría de un verdadero culto a Dios. Es también un servicio eficaz a la humanidad, porque contribuye a aliviar lo que para Teresa de Calcuta era la mayor ignorancia y la mayor miseria: no saber amar.


Ramiro Pellitero es editor de “Los laicos en la Eclesiología del Concilio Vaticano II”, ed. Rialp, Madrid 2006.

11/04/2006 20:53
 
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Mensaje de Pascua del Patriarca Latino de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah

«Mensaje de Pascua» que publicó este martes el Patriarca Latino de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah.



¡Cristo ha resucitado! ¡Sí, verdaderamente ha resucitado!
Feliz y santa fiesta de Pascua.

1. Cada fiesta nos lleva a reflexionar sobre el sentido de nuestra fe. Renueva nuestro ánimo para enfrentar los desafíos de la vida, privada y pública, y todas las dificultades que encontramos en todos nuestros países dónde se encuentran nuestras diócesis: Jordania, Palestina, Israel y Chipre. La fiesta nos invita a renovar nuestra fe en Dios y nuestra confianza en nosotros mismos, a fin de contribuir mejor a la edificación de nuestra sociedad en la cual somos llamados para llevar el amor a todos, sin distinción alguna y más allá de todas las barreras confesionales o nacionales. Cristo Resucitado, el triunfo sobre la muerte, el retorno a la vida, todo eso nos dice que, en primer lugar, Dios está entre los hombres: «Él ha habitado entre nosotros»
(Jn 1,14); en segundo lugar, que «Él es amor» (1 Jn 4,8) y, finalmente, que Él nos hizo capaces de amar como Él mismo ama: «Nos ha dado de su Espíritu - dice San Juan-. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud» (1 Jn 4, 13.12). Por su muerte y su Resurrección, Jesús ha hecho de nosotros una criatura nueva y un Hombre Nuevo «en la justicia, la santidad y la verdad» (Ef 4, 23-24). Él nos ha colmado de su Espíritu y «el fruto del Espíritu -nos dice san Pablo- es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gal 5, 22-23).

2. Nuestra vida cotidiana parece estar muy lejos de esta visión del Dios-con-nosotros, de su amor por todos y de los frutos del Espíritu en nosotros. En nuestra vida cotidiana, puede parecernos que la vida del Espíritu, que produce la caridad, la alegría y la paz, sea un proyecto imposible, sobre todo en nuestra Tierra Santa, entregada desde hace años y años al odio, al rechazo mutuo y a la muerte. Y, la acción de los jefes y la vida de las personas y de los grupos no hacen otra cosa que dejarse guiar según esta lógica. Hace falta matar para vivir. Hace falta matar porque se ha matado. Hace falta odiar porque se tiene miedo o porque se está oprimido. He aquí los criterios de gobierno y de vida en una tierra santa, una tierra de la Resurrección, una tierra en la que Dios ha hablado, en la que las tres religiones dicen creer en Dios y escuchar Su palabra.

3. A pesar de esta dura realidad, tenemos que proclamar y tenemos que decir que la tierra donde Dios ha hablado, donde Él ha hecho conocer su amor por todos los hombres, puede ser tierra de la Palabra de Dios, y no solamente tierra de la palabra de los hombres que reemplaza aquella de Dios por actitudes de muerte y odio. Hace falta que creamos en nuestra capacidad de amar, todos, israelíes y palestinos. Somos capaces de amar y de hacer justicia por nosotros mismos y por los demás. Hace falta recomenzar sobre nuevos principios, sobre una nueva visión de la vida en esta Tierra Santa. Somos capaces de liberarnos de la muerte que nos ha sido impuesta hasta hoy. Nosotros, israelíes y palestinos, somos capaces de liberarnos del miedo nacido en la violencia y el terrorismo, de la ocupación impuesta por la ley del más fuerte, y de la lógica de la muerte y del odio. ¡Vosotros que matáis, cesad de matar! ¡Vosotros que odiáis, dejad de odiar! ¡Vosotros que ocupáis la tierra, devolvedla a sus propietarios! El amor y la confianza son más eficaces para volver a poseer la libertad perdida, la seguridad perdida y la independencia deseada. Ciertamente, este lenguaje es extraño a todos aquellos que detentan en sus manos el poder. Pero a vosotros también, gobiernos, os decimos: ¡Vosotros, gobiernos, que no creéis en este lenguaje, vosotros también, sois capaces de amar, de vivir y de transformar en términos de vida y paz las relaciones entre los dos pueblos en esta tierra santa!

4. Hermanos y Hermanas que celebráis la Resurrección del Señor en nuestra diócesis y en el mundo entero, os deseamos una feliz y santa fiesta de Pascua. A todos los habitantes de esta Tierra Santa, cristianos, judíos, musulmanes y drusos, os deseamos todas las bendiciones del Señor. A los judíos, que celebráis vuestra Pascua en estos días, os deseamos que la fiesta sea un manantial de bendición, de amor y de justicia para vosotros y para todos los habitantes de la Tierra Santa.

El profeta Isaías dice: «He aquí que para hacer justicia reinará un rey, y los jefes juzgarán según el derecho» (Is 32,1). Deseamos que esta profecía pueda realizarse en nuestra tierra. Por el momento «los mensajeros de paz lloran amargamente» (Is 33,7) como dice también Isaías. Nosotros rogamos y esperamos que nuestros jefes puedan dejarse conducir por nuevos puntos de vista y un nuevo ánimo capaces de cambiar la faz de esta tierra y de llenar los espíritus y los corazones de seguridad, de justicia y de tranquilidad.

¡Feliz y santa fiesta de Pascua!

+ Michel Sabbah, Patriarca



Jerusalén, 11 de abril de 2006.

13/04/2006 19:01
 
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Chiara Lubich: «Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo»


ROMA, jueves, 13 abril 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la «Palabra de Vida» que ha escrito para este mes de abril Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares.



«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto»
(Jn 12, 24).



«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto»

Estas palabras de Jesús, más elocuentes que un tratado, desvelan el secreto de la vida.
No hay alegría de Jesús sin dolor amado. No hay resurrección sin muerte.
Jesús nos habla de sí mismo, explica el significado de su existencia.
Faltan pocos días para su muerte. Será dolorosa, humillante. ¿Por qué morir, precisamente él que se ha proclamado la Vida? ¿Por qué sufrir, él que es inocente? ¿Por qué ser calumniado, abofeteado, burlado, clavado en una cruz, el final más denigrante? Y, sobre todo, ¿por qué él, que ha vivido en la unión constante con Dios, se habrá de sentir abandonado por su Padre? También a él la muerte le da miedo; pero tendrá un sentido: la resurrección.
Había venido a reunir a los hijos dispersos de Dios [1], a romper toda barrera que separa a pueblos y personas, a hermanar a hombres divididos entre sí, a traer la paz y construir la unidad. Pero es necesario pagar un precio: para atraer a todos a sí tendrá que ser elevado de la tierra, en la cruz [2]. Por eso esta parábola, la más hermosa de todo el Evangelio:

«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto»

Ese grano de trigo es él.
En este tiempo de Pascua se nos muestra en lo alto de la cruz, su martirio y su gloria, en el signo del amor extremo. Allí ha dado todo: el perdón a los verdugos, el Paraíso al ladrón, a nosotros la madre y su cuerpo y su sangre, su vida, hasta gritar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
En 1944 escribía: “¿Sabes que nos ha dado todo? ¿Qué más podía darnos un Dios que, por amor, parecía olvidarse de ser Dios?”.
Así nos ha dado la posibilidad de volvernos hijos de Dios: ha generado un pueblo nuevo, una nueva creación.
El día de Pentecostés el grano de trigo caído en tierra y muerto ya florecía en espiga fecunda: tres mil personas, de distintos pueblos y naciones, se volvían “un solo corazón y una sola alma”, y luego cinco mil, y luego...

«Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto»

Esta Palabra da sentido también a nuestra vida, a nuestro sufrir, a nuestro morir, un día.
La fraternidad universal por la cual queremos vivir, la paz, la unidad que queremos construir a nuestro alrededor, es un sueño vago, una quimera, si no estamos dispuestos a recorrer el mismo camino marcado por el Maestro.
¿Cómo hizo él para “dar mucho fruto”?
Compartió todo lo nuestro. Se adosó nuestros sufrimientos. Con nosotros se hizo tiniebla, melancolía, cansancio, contrariedad… Probó la traición, la soledad, la orfandad… En una palabra, se hizo “uno con nosotros”, haciéndose cargo de todo lo que nos pesaba.
También nosotros, entonces, enamorados de este Dios que se hace nuestro “prójimo”, tenemos un modo de decirle que estamos inmensamente agradecidos por su amor infinito: vivir como vivió él. Volvernos por nuestra parte “prójimos” de cuantos pasan a nuestro lado en la vida, queriendo estar dispuestos a “hacernos uno” con ellos, a asumir una falta de unidad, a compartir un dolor, a resolver un problema, con un amor concreto hecho servicio.
Jesús abandonado se ha dado todo. En la espiritualidad que se centra en él, Jesús resucitado tiene que resplandecer plenamente y la alegría tiene que ser su testimonio.

[1] Cf Jn11,51;
[2] Cf Jn 12, 32.


Chiara Lubich
15/04/2006 00:44
 
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«Dios demuestra su amor por nosotros»: predicación del Viernes Santo


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 14 abril 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la predicación que pronunció el padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., predicador de la Casa Pontificia, en la celebración de la Pasión del Señor este Viernes Santo en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, en presencia de Benedicto XVI.


* * *




«DIOS DEMUESTRA SU AMOR POR NOSOTROS»




Predicación del Viernes Santo 2006 en la Basílica de San Pedro
del Predicador de la Casa Pontificia
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap.



1. «¡Sed, cristianos, más firmes al moveros!»

«Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas» (2 Tm 4,3-4)

Esta palabra de la Escritura --sobre todo la alusión al prurito de oír cosas nuevas-- se está realizando de modo nuevo e impresionante en nuestros días. Mientras nosotros celebramos aquí el recuerdo de la Pasión y Muerte del Salvador, millones de personas son inducidas por hábiles retocadores de antiguas leyendas a creer que Jesús de Nazaret nunca fue, en realidad, crucificado. En los Estados Unidos hay un best seller del momento, una edición del Evangelio de Tomás, presentado como el evangelio que «nos evita la crucifixión, hace innecesaria la resurrección y no nos obliga a creer en ningún Dios llamado Jesús» [1].

«Existe una percepción penosa en la naturaleza humana --escribía hace años el mayor estudioso bíblico de la historia de la Pasión, Raymond Brown: cuanto más fantástico es el escenario imaginado, más sensacional es la propaganda que recibe y más fuerte el interés que suscita. Personas que jamás se molestarían en leer un análisis serio de las tradiciones históricas sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús, son fascinadas por cada nueva teoría según la cual Él no fue crucificado y no murió, especialmente si la continuación de la historia incluye su fuga con María Magdalena hacia La India... [o hacia Francia, según la versión más actualizada]… Estas teorías demuestran que cuando se trata de la Pasión de Jesús, a pesar de la máxima popular, la ficción supera la realidad y frecuentemente, se pretenda o no, es más rentable» [2].

Se habla mucho de la traición de Judas, y no se percibe que se está repitiendo. Cristo sigue siendo vendido, ya no a los jefes del Sanedrín por treinta denarios, sino a editores y libreros por miles de millones de denarios... Nadie conseguirá frenar esta ola especulativa que, es más, registrará una crecida con la inminente salida de cierta película; pero habiéndome ocupado durante años de Historia de los Orígenes Cristianos, siento el deber de llamar la atención sobre un equívoco descomunal que está en el fondo de toda esta literatura pseudohistórica.

Los evangelios apócrifos sobre los que se apoya son textos conocidos de siempre, en todo o en parte, pero con los que ni siquiera los historiadores más críticos y hostiles hacia el cristianismo pensaron jamás, antes de hoy, que se pudiera hacer historia. Sería como si dentro de algún siglo se pretendiera reconstruir la historia actual basándose en novelas escritas en nuestra época.

El error garrafal consiste en el hecho de que se utilizan estos escritos para hacerles decir exactamente lo contrario de lo que pretendían. Estos forman parte de la literatura gnóstica del siglo II y III. La visión gnóstica --una mezcla de dualismo platónico y de doctrinas orientales revestida de ideas bíblicas-- sostiene que el mundo material es una ilusión, obra del Dios del Antiguo Testamento, que es un dios malo, o al menos inferior; Cristo no murió en la cruz porque jamás había asumido, más que en apariencia, un cuerpo humano, siendo éste indigno de Dios (docetismo).

Si Jesús, según el Evangelio de Judas, del que se ha hablado mucho estos días, ordena Él mismo al apóstol que le traicione es porque, muriendo, el espíritu divino que está en Él podrá finalmente liberarse de la implicación de la carne y volver a subir al cielo. El matrimonio orientado a los nacimientos hay que evitarlo (encratismo); la mujer se salvará sólo si el «principio femenino» (thelus) personificado por ella se transforma en el principio masculino, esto es, si deja de ser mujer [3].

¡Lo cómico es que actualmente hay quien cree ver en estos escritos la exaltación del principio femenino, de la sexualidad, del pleno y desinhibido goce de este mundo material, en polémica con la Iglesia oficial que, con su maniqueísmo, siempre habría conculcado todo ello! El mismo equívoco que se observa a propósito de la doctrina de la reencarnación. Presente en las religiones orientales como un castigo debido a culpas precedentes y como aquello a lo que se anhela poner fin con todas las fuerzas, aquella es acogida en occidente como una maravillosa posibilidad de volver a vivir y a gozar indefinidamente de este mundo.

Son asuntos que no merecerían tratarse en este lugar y en este día, pero no podemos permitir que el silencio de los creyentes sea tomado por vergüenza y que la buena fe (¿o la necedad?) de millones de personas sea burdamente manipulada por los medios de comunicación sin levantar un grito de protesta en nombre no sólo de la fe, sino también del sentido común y de la sana razón. Es el momento, creo, de volver a oír la advertencia de Dante Alighieri:

«Sed, cristianos, más firmes al moveros:
no seáis como pluma a cualquier soplo,
y no penséis que os lave cualquier agua.

Tenéis el antiguo y nuevo Testamento,
y el pastor de la Iglesia que os conduce;
y esto es bastante ya para salvaros…

¡Sed hombres, y no ovejas insensatas!». [4]

2. ¡La Pasión ha precedido a la Encarnación!

Pero dejemos de lado estas fantasías, que tienen todas una explicación común: estamos en la era de los medios de comunicación, y a los medios más que la verdad les interesa la novedad. Concentrémonos en el misterio que estamos celebrando. El mejor modo de reflexionar, este año, en el misterio del Viernes Santo sería releer por entero la primera parte de la Encíclica del Papa «Deus caritas est». Al no poder hacerlo aquí, desearía al menos comentar algunos pasajes suyos que se refieren más directamente al misterio de este día. Leemos en la encíclica:

«Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan, ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta encíclica: “Dios es amor”. Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar» [5].

Sí, ¡Dios es amor! Si todas las Biblias del mundo, se ha dicho, fueran destruidas por alguna catástrofe o furor iconoclasta y quedara sólo una copia, y también ésta estuviera tan dañada que sólo quedara una página entera, e igualmente esta página estuviera tan estropeada que sólo se pudiera leer una línea: si tal línea es la de la Primera Carta de Juan, donde está escrito: «¡Dios es amor!», toda la Biblia se habría salvado, porque todo el contenido está ahí.

El amor de Dios es luz, es felicidad, es plenitud de vida. Es el torrente que Ezequiel vio salir del templo y que, donde llega, sana y suscita vida; es el agua que sacia toda sed prometida a la samaritana. Jesús también nos repite a nosotros, como a ella: «¡Si conocieras el don de Dios!». Viví mi infancia en una casa de campo a pocos metros de un tendido eléctrico de alta tensión, pero nosotros vivíamos a oscuras o a la luz de las velas. Entre nosotros y el tendido estaba el ferrocarril, y, con la guerra en marcha, nadie pensaba en superar el pequeño obstáculo. Así ocurre con el amor de Dios: está ahí, al alcance de la mano, capaz de iluminar y caldear todo en nuestra vida, pero pasamos la existencia en la oscuridad y el frío. Es el único motivo verdadero de tristeza de la vida.

Dios es amor, y la cruz de Cristo es la prueba suprema de ello, la demostración histórica. Hay dos modos de manifestar el propio amor hacia alguien, decía un autor del oriente bizantino, Nicolás Cabasilas. El primero consiste en hacer el bien a la persona amada, en hacerle regalos; el segundo, mucho más comprometido, consiste en sufrir por ella. Dios nos amó en el primer modo, o sea, con amor de generosidad, en la creación, cuando nos llenó de dones, dentro y fuera de nosotros; nos amó con amor de sufrimiento en la redención, cuanto inventó su propio anonadamiento, sufriendo por nosotros los más terribles padecimientos, a fin de convencernos de su amor [6]. Por ello, es en la cruz donde se debe contemplar ya la verdad de que «Dios es amor».

La palabra «pasión» tiene dos significados: puede indicar un amor vehemente, «pasional», o bien un sufrimiento mortal. Existe una continuidad entre las dos cosas y la experiencia diaria muestra cuán fácilmente se pasa de una a la otra. Así fue también, y antes que nada, en Dios. Hay una pasión --escribió Orígenes-- que precede a la encarnación. Es «la pasión de amor» que Dios desde siempre alimenta hacia el género humano y que, en la plenitud de los tiempos, le llevó a venir a la tierra y padecer por nosotros [7].

3. Tres órdenes de grandeza

La encíclica «Deus caritas est» indica un nuevo modo de hacer apología de la fe cristiana, tal vez el único posible hoy y ciertamente el más eficaz. No contrapone los valores sobrenaturales a los naturales, el amor divino al amor humano, el eros al agapé, sino que muestra su armonía originaria, que siempre hay que redescubrir y sanar a causa del pecado y de la fragilidad humana. «El eros --escribe el Papa-- quiere remontarnos “en éxtasis” hacia lo divino, llevarnos más allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificación y recuperación» [8]. El Evangelio está, sí, en concurrencia con los ideales humanos, pero en el sentido literal de que acude a su realización: los sana, los eleva, los protege. No excluye el eros de la vida, sino el veneno del egoísmo del eros.

Existen tres órdenes de grandeza, dijo Pascal en un célebre pensamiento [9]. El primero es el orden material o de los cuerpos: en él sobresale quien tiene muchos bienes, quien está dotado de fuerza atlética o de belleza física. Es un valor que no hay que despreciar, pero el más bajo. Por encima de él está el orden del genio y de la inteligencia, en el que se distinguen los pensadores, los inventores, los científicos, los artistas, los poetas. Éste es un orden de calidad diferente. Al genio no le añade ni le quita nada ser rico o pobre, guapo o feo. La deformidad física de su persona no quita nada a la belleza del pensamiento de Sócrates y de la poesía de Leopardi.

Éste del genio es un valor ciertamente más elevado que el precedente, pero no aún el supremo. Por encima de él existe otro orden de grandeza, y es el orden del amor, de la bondad (Pascal lo llama el orden de la santidad y de la gracia). Una gota de santidad --decía Gounod-- vale más que un océano de genio. Al santo no le añade ni le quita nada ser guapo o feo, docto o iletrado. Su grandeza es de un orden distinto.

El cristianismo pertenece a este tercer nivel. En la novela Quo vadis, un pagano pregunta al apóstol Pedro, recién llegado a Roma: «Atenas nos ha dado la sabiduría, Roma el poder; vuestra religión, ¿qué nos ofrece?». Y Pedro le responde: ¡el amor! [10]. El amor es lo más frágil que existe en el mundo; se le representa, y lo es, como un niño. Se le puede dar muerte con muy poco, como --lo hemos contemplado con horror en Italia en las pasadas semanas-- se puede hacer con un niño. Sabemos por experiencia en qué se convierten el poder y la ciencia, la fuerza y el genio, sin el amor y la bondad...

4. Amor que perdona

«El eros de Dios para con el hombre --prosigue la encíclica--, es a la vez agapé. No sólo porque se da del todo gratuitamente, sin ningún mérito anterior, sino también porque es amor que perdona» (n.10).

También esta cualidad resplandece en el grado máximo en el misterio de la cruz. «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos», había dicho Jesús en el cenáculo (Jn 15,13). Se desearía exclamar: Sí que existe, oh Cristo, un amor mayor que dar la vida por los amigos. ¡El tuyo! ¡Tú no diste la vida por tus amigos, sino por tus enemigos! Pablo dice que a duras penas se encuentra quién esté dispuesto a morir por un justo, pero se encuentra. «Por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; más la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros»; «Cristo murió por los impíos en el tiempo señalado» (Rm 5,6-8).

Sin embargo no se tarda en descubrir que el contraste es sólo aparente. La palabra «amigos» en sentido activo indica aquellos que te aman, pero en sentido pasivo indica aquellos que son amados por ti. Jesús llama a Judas «amigo» (Mt 26,50) no porque Judas le amara, ¡sino porque Él le amaba! No hay mayor amor que dar la propia vida por los enemigos, considerándoles amigos: he aquí el sentido de la frase de Jesús. Los hombres pueden ser, o dárselas de enemigos de Dios; Dios nunca podrá ser enemigo del hombre. Es la terrible ventaja de los hijos sobre los padres (y sobre las madres).

Debemos reflexionar en qué modo, concretamente, el amor de Cristo en la cruz puede ayudar al hombre de hoy a encontrar, como dice la encíclica, «la orientación de su vivir y de su amar». Aquél es un amor de misericordia, que disculpa y perdona, que no quiere destruir al enemigo, sino en todo caso la enemistad (Ef 2,16). Jeremías, el más cercano entre los hombres al Cristo de la Pasión, ruega a Dios diciendo: «Vea yo tu venganza contra ellos» (Jr 11,20); Jesús muere diciendo: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

Es precisamente de esta misericordia y capacidad de perdón de lo que tenemos necesidad hoy, para no resbalar cada vez más en el abismo de una violencia globalizada. El Apóstol escribía a los Colosenses: «Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas [literalmente] de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros» (Col 3,12-13)

Tener misericordia significa apiadarse (misereor) en el corazón (cordis) respecto al propio enemigo, comprender de qué pasta estamos hechos todos y por lo tanto perdonar. ¿Qué podría ocurrir si, por un milagro de la historia, en Oriente Próximo, los dos pueblos en lucha desde hace décadas, más que en las culpas empezaran a pensar los unos en el sufrimiento de los otros, a apiadarse los unos de los otros? Ya no sería necesario ningún muro de división entre ellos. Lo mismo se debe decir de muchos otros conflictos presentes en el mundo, incluidos aquellos entre las diferentes confesiones religiosas e Iglesias cristianas.

Cuánta verdad en el verso de nuestro Pascoli: «¡Hombres, tened paz! Que en la prona tierra grande es el misterio» [11]. Un común destino de muerte se cierne sobre todos. ¡La humanidad está envuelta por tanta oscuridad e inclinada («prona») bajo tanto sufrimiento que deberíamos también tener un poco de compasión y de solidaridad los unos con los otros!

5. El deber de amar

Hay otra enseñanza que nos viene del amor de Dios manifestado en la cruz de Cristo. El amor de Dios por el hombre es fiel y eterno: «Con amor eterno te he amado», dice Dios al hombre en los profetas (Jr, 31,3), y también: «En mi lealtad no fallaré» (Sal 89,34). Dios se ha ligado a amar para siempre, se ha privado de la libertad de volver atrás. Es éste el sentido profundo de la alianza que en Cristo se ha transformado en «nueva y eterna».

En la encíclica papal leemos: «El desarrollo del amor hacia sus más altas cotas y su más íntima pureza conlleva el que ahora aspire a lo definitivo, y esto en un doble sentido: en cuanto implica exclusividad —“sólo esta persona”—, y en el sentido del “para siempre”. El amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. No podría ser de otra manera, puesto que su promesa apunta a lo definitivo: el amor tiende a la eternidad» [12].

En nuestra sociedad se cuestiona cada vez con mayor frecuencia qué relación puede haber entre el amor de dos jóvenes y la ley del matrimonio; qué necesidad de «vincularse» tiene el amor, que es todo impulso y espontaneidad. Así, son cada vez más numerosos quienes rechazan la institución del matrimonio y optan por el llamado amor libre o la simple convivencia de hecho. Sólo si se descubre la relación profunda y vital que hay entre ley y amor, entre decisión e institución, se puede responder correctamente a esas preguntas y dar a los jóvenes un motivo convincente para «atarse» a amar para siempre y no tener miedo a hacer del amor un «deber».

«Sólo cuando existe el deber de amar --apuntó el filósofo que, después de Platón, ha escrito las cosas más bellas sobre el amor, Kierkegaard--, sólo entonces el amor está garantizado para siempre contra cualquier alteración; eternamente liberado en feliz independencia; asegurado en eterna bienaventuranza contra cualquier desesperación» [13]. El sentido de estas palabras es que la persona que ama, cuanto más intensamente ama, más percibe con angustia el peligro que corre su amor. Peligro que no viene de otros, sino de ella misma. Bien sabe que es voluble, y que mañana, ¡ay!, podría cansarse y no amar más, o cambiar el objeto de su amor. Y ya que, ahora que está en la luz del amor, ve con claridad la pérdida irreparable que esto comportaría, he aquí que se previene «atándose» a amar con el vínculo del deber y anclando, de este modo, a la eternidad su acto de amor, el cual se sitúa en el tiempo.

Ulises deseaba volver a ver su patria y a su esposa, pero tenía que atravesar el lugar de las sirenas que fascinan a los navegantes con su canto y les llevan a estrellarse contra las rocas. ¿Qué hizo? Se hizo atar al mástil de la nave, después de haber tapado con cera los oídos a sus compañeros. Al llegar a tal lugar, hechizado gritaba para que le desataran y poder alcanzar a las sirenas, pero sus compañeros no podían oírle, y así pudo volver a ver su patria y volver a abrazar a su esposa e hijo [14]. Es un mito, pero ayuda a entender el porqué, también humano y existencial, del matrimonio «indisoluble» y, en un plano diferente, de los votos religiosos.

El deber de amar protege al amor de la «desesperación» y lo hace «feliz e independiente» en el sentido de que protege de la desesperación de no poder amar para siempre. Dadme un verdadero enamorado --decía el mismo pensador-- y él os dirá si, en amor, existe oposición entre placer y deber; si el pensamiento de «deber» amar para toda la vida procura al amante temor y angustia, o más bien gozo y felicidad total.

Apareciéndose un día de Semana Santa a la beata Angela de Foligno, Cristo le dijo una palabra que se ha hecho célebre: «¡No te he amado en broma!» [15]. Cristo verdaderamente no nos ha amado en broma. Existe una dimensión lúdica y graciosa en el amor, pero él mismo no es una broma; es lo más serio y lo más cargado de consecuencias que existe en el mundo; la vida humana depende de él. Esquilo compara el amor con un leoncillo que se cría en casa, «dócil y tierno primero más que un niño», con el que se puede hasta bromear, pero que, creciendo, es capaz de causar estragos y manchar la casa de sangre [16].

Estas consideraciones no bastarán para modificar la cultura presente que exalta la libertad de cambiar y la espontaneidad del momento, la práctica del «usar y tirar» aplicada también al amor. (Se encargará, lamentablemente, de hacerlo la vida, cuando al final uno se encuentre con cenizas en la mano y la tristeza de no haber construido nada duradero con el propio amor). Pero que por lo menos sirvan, estas consideraciones, para confirmar la bondad y la belleza de la propia elección a aquellos que han decidido vivir el amor entre el hombre y la mujer según el proyecto de Dios y sirvan para animar a muchos jóvenes a hacer la misma opción.

No nos queda más que entonar con Pablo el himno al amor victorioso de Dios. Nos invita ha realizar con él una maravillosa experiencia de sanación interior. Piensa en todas las cosas negativas y en los momentos críticos de su vida: la tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada. Los contempla a la luz de la certeza del amor de Dios y grita: «¡Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquél que nos amó!».

Alza entonces la mirada; desde su vida personal pasa a considerar el mundo que le rodea y el destino humano universal, y de nuevo la misma certeza gozosa: «Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida..., ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá jamás separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro» (Rm 8,37-39).

Recojamos su invitación, en este Viernes de Pasión, y repitamos para nosotros sus palabras mientras, dentro de poco, adoremos la cruz de Cristo.

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[1] H. Bloom, en el ensayo interpretativo que acompaña la edición de M. Meyer, The Gospel of Thomas, HarperSan Francisco, s.d., p. 125.
[2] R. Brown, The Death of the Messiah, II, New York 1998, pp. 1092-1096.
[3] Ver el logion 114 en el mismo Evangelio de Tomás (ed. Mayer, p. 63); en el Evangelio de los Egipcios Jesús dice: «He venido a destruir las obras de la mujer» (Cf. Clemente Al., Stromati, III, 63). Esto explica por qué el Evangelio de Tomás se convierte en el evangelio de los maniqueos, mientras que fue combatido severamente por los autores eclesiásticos (por ejemplo por Hipólito de Roma) que defendían la bondad del matrimonio y de la creación en general.
[4] Paradiso, V, 73-80.
[5] Benedicto XVI, Enc. «Deus caritas est», n.12.
[6] Cf. N. Cabasilas, Vita in Cristo, VI, 2 (PG 150, 645)
[7] Cf. Orígenes, Homilías sobre Ezequiel, 6,6 (GCS, 1925, p. 384 s).
[8] Enc. «Deus caritas est», n.5.
[9] Cf. B. Pascal, Pensieri, 793, ed. Brunschvicg.
[10] Henryk Sienkiewicz, Quo vadis, cap. 33.
[11] Giovanni Pascoli, «I due fanciulli».
[12] Enc. «Deus caritas est», n.6.
[13] S. Kierkegaard, Gli atti dell’amore, I, 2, 40, ed. a cura di C. Fabro, Milano 1983, p. 177 ss.
[14] Cf. Odisea, canto XII.
[15] Il libro della Beata Angela da Foligno, Instructio 23 (ed. Quaracchi, Grottaferrata 1985, p. 612).
[16] Eschilo, Agamennone, vv. 717 ss.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
16/04/2006 01:13
 
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El Diurnal de JAI
blogs.periodistadigital.com/eldiurnaldejai.php

Cuando uno viaja por internet hay ocasiones en las que se encuentra con textos y documentos, unas veces anónimos y otras con autor, que son una maravilla. Hoy, en este día de Viernes Santo, recojo uno, quizás un poco largo, que aparece como anónimo y que simboliza lo que podría ser, en palabras del propio Jesucristo, su propio testamento.

TESTAMENTO DE JESÚS (Anónimo)

Yo, Jesús de Nazareth, viendo próxima mi hora
y estando en posesión de plenas facultades para firmar este documento,
deseo repartir mis bienes entre las personas más cercanas a Mí.
Mas siendo entregado como cordero para la salvación de la Humanidad,
creo conveniente repartir entre todos.
Y así os dejo:
Todas las cosas que desde mi nacimiento han estado presentes en mi vida y la han marcado de un modo significativo:
La estrella, a los que están desorientados y necesitan ver claro para seguir adelante, y a todo aquel que desee ser guiado y/o servir de guía; el pesebre, a los que no tienen nada,
ni siquiera un sitio para cobijarse o un fuego donde calentarse y poder hablar con un amigo.
Mis sandalias, son sus sandalias, las de los que deseen emprender un camino, de los que están dispuestos a estar siempre en camino.
La palangana donde os he lavado los pies, a quien quiera servir, a quien desee ser pequeño ante los hombres, pues será grande a los ojos de mi Padre.
El plato donde he partido el pan: es para los que vivan en fraternidad, para los que estén dispuestos a amar,ante todo y a todos.
El cáliz, lo dejo a quienes están sedientos de un mundo mejor y una sociedad más justa.
La cruz es para todo aquel que esté dispuesto a cargar con ella.
Mi túnica a todo aquel que la divida y la reparta.
También quiero dejar como legado, a la Humanidad entera, las actitudes que han guiado mi Vida, actitudes que quiero que guíen también las vuestras.
Mi Palabra y la enseñanza que me confió mi Padre, a todo el que la escucha y la pone en práctica.
La alegría a todos los que deseen compartirla.
La humildad, es para quien esté dispuesto a trabajar por la expansión del Reino de los Cielos.
Mi hombro, a todo aquél que necesite un amigo en quien reclinar la cabeza, y al abatido por el cansancio del camino, para que puedan descansar y recobrar fuerzas para seguir caminando.
Mi perdón, es para todos, para todos los que día tras día, pecado tras pecado, sepan volver al Padre.
Mi Madre, para todos los que están solos y abatidos. En Ella encontrarán la fuerza necesaria para permanecer al pie de la cruz de cada día.
Mi Amor... mi Amor es para todos, buenos y malos, justos e injustos, para todos los hombres sin ningún tipo de distinción.
Eso sí, siento especial predilección por los más débiles.
Todo esto y aún más quisiera dejaros, pero sobre todo es mi Vida lo que os ofrezco.
Soy Yo mismo quien me quedo con vosotros para seguir caminando a vuestro lado,
compartiendo vuestras preocupaciones y problemas, alegrías y gozos.
SÍ, YO SOY LA VIDA, PERO TÚ PUEDES TRANSMITIRLA
Nada más.
Manteneros unidos y amaos de verdad.
Yo os he amado hasta el extremo y os llevo en mi Corazón.
17/04/2006 02:27
 
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Del Papa galileo al Papa alemán
LA Nueva España

JOSÉ MARÍA DÍAZ BARDALES
Siempre que leo en el Evangelio que Pedro, por algo tan humano como es el miedo, negó conocer a Jesús, pienso en la debilidad de los papas frente a la papolatría tan extendida. Después de la Resurrección Jesús confirmará al mismo Pedro como primer responsable de la Iglesia naciente y seguirá siendo hombre con limitaciones pero fiel hasta la muerte.
El Papa Benedicto, al término del vía crucis del viernes en Roma, hacía esta reflexión: «La Cruz del Señor abraza al mundo, su vía crucis atraviesa los continentes y los tiempos. No podemos ser espectadores, tenemos que buscar nuestro lugar: ¿dónde estamos nosotros?». Recordó a Pilatos, «el intelectual escéptico» que trató de ser neutro, y, de ese modo, tomó posición contra la justicia por el conformismo de su carrera. En el espejo de la Cruz encuentra el Papa reflejados los sufrimientos de la humanidad de hoy: el sufrimiento de los niños abandonados, las amenazas contra la familia, la división del mundo entre la soberbia de los ricos y la pobreza de tantos que sufren a causa del hambre y de la sed. Pero también se refirió el Papa a estaciones de consuelo y señala a la Madre «fiel hasta la muerte y después de la muerte» y a Simón de Cirene, un africano, que lleva con Jesús la Cruz.
En «The New York Times» se publicaba hace unos días un artículo del teólogo Hans Küng en el que afirma que a la vista del primer año de Pontificado de Benedicto XVI, ve muchos «signos de esperanza» en el rumbo que marca su antiguo compañero de claustro académico en la Universidad de Tubinga, manifiesta su preferencia por un Papa pastor orientado hacia el ecumenismo, dice del Papa que es un estudioso serio y reflexivo, que no está siempre ocupado con grandes apariciones en público, es un pastor supremo que avanza con pasos más lentos y más breves, que se toma su tiempo, prefiere realizar cambios pequeños que provocan después otros más grandes. Los breves debates libres en el último Sínodo y en el encuentro con los cardenales suponen un comienzo de colegialidad.
Tengo abierto sobre la mesa un viejo libro de Hans Küng, «La Iglesia» (1967), y en el prólogo dice: La cuestión de Dios es más importante que la cuestión de la Iglesia, pero en muchos casos la segunda se le cruza en el camino a la primera; esto no debiera ser así. Unas líneas más abajo se lee: «Cordialmente agradezco a mi colega de teología dogmática doctor Joseph Ratzinger la valiosa ayuda que me ha prestado».
18/04/2006 02:29
 
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Opus Dei: Reacción desesperada

RD

Lunes, 17 de abril 2006

Cuenta Sanjuana Martínez en la revista Proceso que vigilias, protestas, boicot, comunicados y una gran operación de marketing, relaciones públicas y publicidad, conforman la campaña que el Vaticano y el Opus Dei pusieron en marcha contra la película El Código Da Vinci.

El filme, dirigido por Ron Howard y protagonizado por Tom Hanks, está basado en el best seller del escritor estadunidense Dan Brown, que ha vendido 40 millones de ejemplares en 44 idiomas. La película se estrenará en México el próximo 19 de mayo. Dos días antes se presentará en la inauguración de la edición 69 del Festival de Cannes.

La lucha del Opus Dei con la productora Columbia-Sony Pictures tiene por objeto que se corten de la película aquellas escenas que puedan "ofender a los católicos". Sin embargo, la productora no ha cedido. La cinta, en la que aparecen los actores Alfred Molina, Jean Reno y Audrey Tautou, cuenta la vida de Silas, un monje albino y miembro del Opus Dei ("la obra de Dios") que asesina a todo aquel que descubre el secreto de la relación carnal entre el Mesías y Magdalena, a fin de evitar que se divulgue la verdad.

"La película significa una propaganda tremenda contra el Opus Dei", dice a Proceso el exintegrante de esa organización Alberto Moncada, presidente de Sociólogos Sin Fronteras y autor de una veintena de libros, entre los que se encuentran Historia oral del Opus Dei y Sectas católicas: el Opus Dei. "A pesar de que el filme es una caricatura de La Obra, refleja los tres elementos esenciales de la condición del numerario opusdeísta".

Explica que el libro y la película exponen fielmente la mortificación corporal que se impone a los miembros del Opus Dei, obligados a flagelarse o a usar cilicios, una especie de cadena con púas que se colocan en la parte superior del muslo, por lo menos dos horas al día.

"También expone cómo la obediencia al superior existe hasta la inmoralidad y la delincuencia. Para el Opus Dei, el fin justifica los medios. Y también refleja el apetito por la intriga, más que por la santificación del trabajo ordinario", detalla Moncada.

El carácter secreto de la única "prelatura personal" de la Iglesia católica, fundada hace 78 años con más de 85 mil miembros en el mundo y un patrimonio estimado en 2 mil 800 millones de dólares, provoca un morboso interés por conocer sus entresijos, aunque sea en la ficción.

Pero el Opus Dei insiste en que la cinta es un "ataque a la Iglesia". De esa forma "intentan confundir a quienes no los conocen, poniendo a la Iglesia como escudo que les parapeta", dice la exopusdeísta Agustina López, coordinadora de la página de internet opuslibros.org, que divulga textos censurados sobre la organización fundada por José María Escrivá de Balaguer y dirigida por Javier Echevarría desde 1994.

La batalla

No todas las discusiones teológicas se resuelven en el Vaticano. Los bandos de esta "guerra" han elegido internet como campo de batalla porque así llegan a un mayor número de personas.

La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos decidió abrir la página jesusdecoded.org para contrarrestar la presunta "propaganda negativa" contra la Iglesia que contienen el libro y la película. "Si Jesús es divino, no nos interesa la posibilidad de que sus descendientes puedan estar caminando hoy en día por la Tierra", dice monseñor Francis J. Maniscalco, director de comunicaciones de la Conferencia Episcopal.

Los obispos intentan desacreditar la obra de Brown: "Algunos reporteros dijeron que esta novela ha dañado seriamente a la Iglesia, compuesta por 1 billón de fieles. No, a largo plazo no puede. Pero esa no es la cuestión: la preocupación pastoral de la Iglesia es por cada una de las personas. Si una persona sufre una impresión distorsionada de la imagen de Jesucristo o sobre su Iglesia, nuestra preocupación es por esa persona como si fuera por el mundo entero".

Y argumentan: "Hacer que la gente vea algo que no había sido visto antes en una obra de arte de 500 años, que está entre las más famosas y reproducidas de todos los tiempos, es el logro de un genio si ese algo es un descubrimiento válido. Si no lo es, ese logro recibe otros nombres".

Del otro lado, Columbia-Sony Pictures ha reaccionado abriendo otro sitio para neutralizar esas críticas: thedavincidialogue.com, donde se encuentran opiniones de expertos sobre la obra de Brown y material bíblico relacionado con la novela.

Creencias y temores

El Opus Dei ha lanzado la campaña Harambee 2006 de ayuda a África, ligada a esta polémica: "Informar sobre las actividades de solidaridad de los católicos en África es un modo de lograr que la discusión pública provocada por El Código Da Vinci (...), deje un fruto positivo: un mejor conocimiento de un aspecto esencial de la Iglesia católica y una ayuda concreta a personas necesitadas", dice un comunicado.

Y aprovecha para solicitar apoyo: "Muchas personas se sienten dolidas por la falta de respeto de El Código Da Vinci a las creencias de los cristianos. Nos gustaría invitar a esas personas a manifestar su disconformidad de forma serena y constructiva: dando a conocer alguna iniciativa de educación o de cooperación promovida por los católicos en África, o contribuyendo a su sostenimiento con una pequeña aportación".

Para Agustina López, el Opus Dei combate la película y el libro por razones que están expuestas en el capítulo 100 de la novela, donde se cuenta que el nuevo Papa decidió separar a La Obra de la Iglesia por "sus prácticas de proselitismo agresivo, su utilización de la mortificación corporal y el trato hacia las mujeres".

En efecto, afirma, a la organización le preocupa la reacción del Vaticano "ante cuestiones del proselitismo agresivo sobre menores de edad, de la dirección espiritual 'colectiva', del 'vínculo contractual' cuyas obligaciones los fieles no conocen sino con el paso del tiempo, de la coacción psicológica hacia los que quieren marcharse, del control absoluto sobre las actividades de los miembros numerarios y de los tratamientos psiquiátricos para tratar la 'crisis de vocación'".

Alberto Moncada sostiene que hace cuatro meses un grupo de 70 exmiembros del Opus Dei fueron al Vaticano y "denunciaron que el Opus Dei viola el secreto de confesión, el derecho de intimidad, incumple la Ley Eclesiástica, que prohíbe entrar en la vida religiosa a los menores de 18 años, engaña habitualmente a las autoridades eclesiásticas, a las que no entrega la totalidad de los documentos que rigen la prelatura, desprecia las normas morales y civiles relativas al uso del dinero, los negocios y las obligaciones fiscales.

"Además -continúa Moncada-, tiene una ausencia de información pública respecto a nombres, cifras de miembros, situación o balance de salidas. Y obliga a la conversión de las relaciones internas en un sistema de explotación individual mediante un uso aberrante de los compromisos de pobreza, castidad y obediencia, que convierte a la organización en una verdadera secta."

El "Gulag"

Dan Brown vendió en 6 millones de dólares los derechos de su novela para hacer la película, que se rodó entre junio y agosto del año pasado en medio de protestas y de obstáculos, como la negativa de la abadía de Westminister en Londres a que se filmaran escenas ahí: "No podemos alentar o respaldar las polémicas y caprichosas sugerencias religiosas e históricas hechas en el libro, así como su visión del cristianismo y el Nuevo Testamento", rezaba su comunicado.

En cambio, la catedral de Lincoln aceptó las filmaciones. El coche de Tom Hanks sufría continuamente el acoso de católicos "fundamentalistas", un grupo de monjas organizó una vigilia contra la película y asociaciones de albinos protestaban por la imagen negativa de ellos que se muestra en el filme.

Además de la campaña de La Obra sobre la ayuda católica en África, la editorial Random House Mondadori -que publicó el libro de Brown en lengua inglesa- acaba de editar el libro Opus Dei: una mirada objetiva tras los mitos y realidades de la fuerza más controvertida de la Iglesia católica, escrito por John Allen, corresponsal en el Vaticano para el National Catholic Reporter.

Al respecto, dice Moncada: "Han comprado a John Allen. La película no les está favoreciendo, al contrario. Y también compraron al periodista de El País Enric González, que publicó dos páginas a favor del Opus Dei. Hay que recordar que el Opus maneja dinero y poder".

Según Moncada, quien viajó recientemente a Roma, "el Opus está muy desesperado porque este Papa no los apoya tan emotivamente como el Papa polaco. Y han tenido mala suerte, pues al hacer el estatuto jurídico de prelatura personal se han quedado fuera los numerarios, que ya no pueden ser más que clérigos. En el Opus Dei sólo puede haber laicos, no como miembros, sino como cooperadores".

El otro gran problema de la organización, explica, es el "Gulag" que La Obra ha creado para sus miembros en la planta de psiquiatría de la Clínica Universitaria de Navarra, centro de formación de opusdeístas.

Señala que para los directivos del Opus Dei, "la desviación ideológica es una enfermedad mental y, cuando algunos numerarios atraviesan crisis de identidad, son aconsejados o forzados a pasar una temporada en la cuarta planta".

Por lo pronto, aunque La Obra desistió de su batalla legal con Random House debido a la que el libro de Brown pertenece al género de ficción, no se descarta que después del estreno algún integrante de la organización interponga una querella a título personal.

La editorial accedió incluso a lanzar, antes del estreno de la película, la traducción al inglés del libro Camino, escrito por José María Escrivá de Balaguer y que sirve como guía a los opusdeístas, aunque únicamente ha vendido alrededor de mil ejemplares en Estados Unidos. También publicará un libro de Scott Hahn, antiguo pastor presbiteriano que se convirtió al catolicismo e ingresó al Opus Dei.
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